Manuel Gutiérrez Aragón, cuarto relato, en este caso nos
centramos en la historia de un chico al que las matemáticas se le dan bien,
pero que cae en un error fatal. Aquí os dejo el enlace al relato
completo.
Luis Tinoco |
(…) Desde que era General Manager of
Vega Business Saving Bank, título en inglés de la Caja de Ahorros— como rezaba
su tarjeta— llevaba corbata, siempre la misma, de color verde. Quizá para hacer
juego con el paisaje.
—Los clientes de esta región apenas
consumen productos bancarios. Por ponerte un ejemplo, hay muy pocos casos
afectados por el affaire de las preferentes. La gente se resistió. No se
dejaron convencer por nosotros, se temieron un engaño.
Apeó de la nariz sus gruesas gafas
para limpiarlas con el reverso de la corbata. Pude ver sus ojos pequeñitos,
como de gorrión al despuntar el día. Se quedó mirando para sus adentros, señal
de que tenía una buena historia para mí.
No le apresuré, al narrador hay que
darle distancia.
—Supongo que eso de que los pasiegos
son hábiles matemáticos es una leyenda de los montes— disparé.
—¿Tú conociste a Iván Ibáñez Ibáñez?
¿Coincidiste con él en el instituto?
—Creo que sí. Pero no sé mucho de
él.
—Su padre le envió a estudiar al
instituto. Pero cuando llegaba la época de la siega, le hacía volver a casa
para trabajar. La familia tenía un considerable número de prados, de cabañas y
de ganado. Podían pagar jornaleros, pero al padre no le gustaban los
forasteros.
Al principio Iván no fue un
estudiante destacado, siempre refugiado en las últimas filas, con la cabeza
escondida tras la cartera, como para evitar que el profesor le preguntara. Pero
una tarde, el profe de matemáticas comprobó que Iván era el único que había
sabido solucionar el problema de álgebra. Y le sacó a la pizarra, pensando que
alguien le había ayudado a resolverlo. El chico perdió su timidez e hizo una
deslumbrante exhibición de ecuaciones complejas. Eran difíciles de seguir, un
torbellino de incógnitas y exponentes arcanos.
Más allá de la clase de mates, Iván
continuaba siendo de pocas palabras, justas, de pronunciación aldeana. Rubio y
pétreo en un curso de jóvenes urbanizados, tenía un aire de celta perdido en la
ciudad. (…)
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