sábado, 7 de abril de 2012

Fragmentos Nº20: El lector de Julio Verne


Almudena Grandes
El lector de Julio Verne

De aquella noche eterna y espantosa, recordaría después sólo el final, que también fue malo, amargo, triste, pero no tanto como lo peor, porque las paredes de la casa cuartel no sabían guardar secretos, y en el silencio absoluto de las horas del miedo, las gargantas encogidas de terror, sus paredes delgadas, casi porosas, se empapaban de gritos, protestas afiladas, inútiles, y ruidos de cuerpos chocando contra las esquinas y más gritos, voces conocidas que aún podían pronunciar frases con sentido y luego sólo alaridos, vocales despojadas de significado, letras largas, elásticas, salvajes como gruñidos de animales de otro mundo, nada más que ruido, y más golpes de cuerpos derrumbándose, un estrépito de cuerpos cayendo como fardos, como muebles, como piedras, piedras que chillaban, que se quejaban, que sólo eran capaces de emitir una vocal sola, larga, interminable, y un instante de silencio, el espejismo de paz que rompía la voz del teniente, llevaos a este y traedme al de antes, la finura de su acento atravesando la pared, impregnando mis oídos como una maldición, una amenaza, una promesa del infierno que volvería a renacer en un instante, y más gritos, más golpes, más ecos de un dolor cada vez más desnudo, más exhausto, más dolor, y no me peguéis más, si yo no sé nada, ya os he dicho que no sé nada, no me peguéis más, entonces escuché un ruido distinto, liviano, dulce y todavía más terrible, el ruido de los pies de mi hermana Pepa sobre las baldosas, ¿qué está pasando, Nino?, ¿qué hacen, qué es esto?, no puedo dormir, las lágrimas temblaban en su voz pequeña, apenas una hebra aterrorizada y sucia que hizo crecer la mía, no es nada, Pepica, una película como las que ponen en la plaza esos hombres que vienen con el camión, todos los veranos, y mi voz sonaba mejor mientras mentía, sólo están poniendo una película, igual que me había mentido Dulce a mí unos años antes, ven, límpiate los mocos, para entonces ya había escuchado tantos golpes que era capaz de distinguir unos de otros, ¿de verdad es una película, Nino?, pues claro, ¿qué iba a ser si no?, y sabía cuándo les pegaban puñetazos y cuándo eran patadas, ¿puedo acostarme aquí, contigo?, cuándo se caían y cuándo los tiraban, sí, anda, ven, y hasta percibía el roce de la tela arrastrándose sobre el suelo, pantalones o faldas que se escurrían hasta encontrar un muro, un rincón que ya no les dejaba retroceder más, vamos a cantar, ¿quieres?, mi hermana lloraba y yo seguía escuchándolo todo, sabiéndolo todo, ahora que vamos despacio, y era imposible porque los calabozos no estaban lejos pero había paredes, puertas cerradas, ahora que vamos despacio, y ya no sabía lo que oía y lo que me imaginaba, vamos a contar mentiras, tralará, pero cuando empezaba a dudar de mis oídos, vamos a contar mentiras, tralará, todo volvía a empezar, vamos a contar mentiras, no me peguéis más, si yo no sé nada, por favor, por vuestra madre, no me peguéis más, por el mar corren las liebres, y por el mar corrieron, por el monte las sardinas, hasta que mi hermana se quedó dormida, pegada a mí, abrazada a mi cuerpo como un náufrago se abraza a una tabla, pero yo seguí cantando bajito la canción más larga que conocía, salí de mi campamento, para escuchar mi voz, salí de mi campamento, y no la de mi padre, con hambre de seis semanas, tralará, ¿y tú qué te crees, que tu hermano no sabe lo que está pasando aquí?, con hambre de seis semanas, tralará, si a él le importara, no permitiría que te pasara esto, ¿o no?, con hambre de seis semanas, entonces, ¿por qué le proteges?, me encontré con un ciruelo, ¿por qué no nos dices lo que sabes?, me encontré con un ciruelo, ¿por qué no nos cuentas de una vez dónde está?, cargadito de manzanas, tralará, ¡tu puta madre te lo va a contar, cabrón!, cargadito de manzanas, tralará, y más ruido, más cuerpos cayendo, más voces ahogándose, cargadito de manzanas, y aquella vocal sola, larga, interminable, empecé a tirarle piedras, una vez, y otra, y otra más, hasta que todo se acabó, empecé a tirarle piedras, las lágrimas y las canciones, y caían avellanas, tralará, las verdades y las mentiras, y caían avellanas, tralará, la resistencia de los que pegaban y la de los que recibían los golpes, y caían avellanas, y yo no me había dormido todavía.

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