Gonzalo
Giner
El
jinete del silencio
Yago
echaba de menos a Hiasy, y mucho.
La
tripulación de la carraca Santa Catalina contempló, al principio con curiosidad,
las reacciones de aquel joven que se lanzaba a correr por la cubierta golpeándose
contra todo lo que se le cruzara de camino, o se escondía acurrucado horas y
horas bajo una recia maroma que sujetaba el ancla murmurando. Aunque terminaron
acostumbrándose a él.
No
sabía como explicarse.
No
encontraba la forma de rebajar la pena que padecía su corazón y lo manifestaba
a través de irrefrenables ataques de ansiedad. Echaba de menos la presencia de
los caballos, pero el recuerdo de Hiasy pesaba mucho más de lo que podía
soportar.
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