Almudena
Grandes
Inés
y la alegría
—Pero,
tú, ¿qué es lo que quieres, aceite? Pues te vas a hartar, hija mía, porque,
mira... En Fuensanta de Martos no tendremos otra cosa, ¿sabes?, pero lo que son
olivas... Para aburrirse de verlas, no te digo más.
Aquella
misma noche, escribió una carta, una semana más tarde, recibió otra, y a la
mañana siguiente vino a decirme que estaba todo arreglado. No le había costado
ningún trabajo convencer a un amigo de su pueblo, muy apañado, para que se
acercara a una almazara a comprar aceite a precio fuensanteño, y buscara
después la manera de mandarlo a Madrid, desde donde otro amigo suyo, igual de
apañado que él y empleado en una empresa de transportes, nos lo mandaría en
cuanto que encontrara un hueco en un camión. Yo sonreí, le di las gracias, y no
me creí ni una palabra, pero doce días más tarde, en la despensa de Casa Inés
había noventa litros, más que apañados, del extraordinario aceite de oliva que
produce la Sierra Sur de Jaén.
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