NARRATIVA (F). Novela
Marzo 2012
Andanzas 730/2
ISBN: 978-84-8383-388-9
País edición: España
424 pág.
19,18 € (IVA no incluido)
Marzo 2012
Andanzas 730/2
ISBN: 978-84-8383-388-9
País edición: España
424 pág.
19,18 € (IVA no incluido)
Nino, hijo de guardia
civil, tiene nueve años, vive en la casa cuartel de un pueblo de la Sierra Sur
de Jaén, y nunca podrá olvidar el verano de 1947. Pepe el Portugués, el forastero
misterioso, fascinante, que acaba de instalarse en un molino apartado, se
convierte en su amigo y su modelo, el hombre en el que le gustaría convertirse
alguna vez. Mientras pasan juntos las tardes a la orilla del río, Nino se
jurará a sí mismo que nunca será guardia civil como su padre, y comenzará a
recibir clases de mecanografía en el cortijo de las Rubias, donde una familia
de mujeres solas, viudas y huérfanas, resiste en la frontera entre el monte y
el llano. Mientras descubre un mundo nuevo gracias a las novelas de aventuras
que le convertirán en otra persona, Nino comprende una verdad que nadie había
querido contarle. En la Sierra Sur se está librando una guerra, pero los
enemigos de su padre no son los suyos. Tras ese verano, empezará a mirar con
otros ojos a los guerrilleros liderados por Cencerro, y a entender por qué su
padre quiere que aprenda mecanografía.
—Es un cagado.
—Ya... —sonrió como si le hubiera divertido mucho mi
respuesta—.Y tú no, ¿verdad?
—Pues no.
—¿Cuántos años tienes?
—Nueve.
—Nueve... —me midió con los ojos, desde la cabeza a
los pies—. No eres muy alto para tu edad.
—No, pero tampoco soy un cagado.
—Está bien, está bien... —y levantó las manos en el
aire, como si ahora fuera yo quien le estuviera apuntando con un arma—. De
todas formas, siento mucho haberos dado un susto, pero en los tres días que llevo
aquí, desde que arrendé el molino, no había visto a nadie.
Y como dicen que la sierra está llena de
bandoleros...
—Es verdad, aunque en el pueblo hay gente que no los
llama así.
—¡No me digas! —abrió mucho los ojos, como si nunca
se le hubiera ocurrido que pudiera existir otro nombre para ellos—. ¿Y cómo los
llaman?
—Pues guerrilleros. O maquis. Pero eso lo dicen los
rojos.
—Y en tu casa no sois rojos, supongo.
—¡No, qué va! —me eché a reír ante tamaño
disparate—. Yo vivo en la casa cuartel. Mi padre es guardia civil.
—Mira... —volvió a sonreír—, qué buen amigo me he
echado. ¿Y cómo te llamas tú?
—Antonino, pero me dicen Nino para no confundirme
con mi padre, que se llama igual —no pensaba decirle nada más, pero pensé que
iba a enterarse enseguida, porque en mi pueblo nadie llamaba a nadie por su
nombre—. Aunque también me dicen el Canijo.
—Yo me llamo Pepe —me ofreció la mano, como si estuviera
presentándose a una persona mayor, y al estrecharla, mis dedos encontraron que
era grande y fuerte, la piel áspera, como la de los hombres acostumbrados a trabajos
duros—. Y ahora que nos hemos conocido, me vuelvo arriba. Tengo mucha faena por
delante.
La guarida de Norman Manea
NARRATIVA (F). Novela
Marzo 2012
Andanzas CA 777
ISBN: 978-84-8383-389-6
País edición: España
344 pág.
Marzo 2012
Andanzas CA 777
ISBN: 978-84-8383-389-6
País edición: España
344 pág.
19,24 € (IVA no incluido)
El profesor Augustin Gora lleva mucho tiempo exiliado en Estados Unidos cuando, inesperadamente, debe enfrentarse a la llegada a Nueva York de su ex mujer, Lu, a la que no ha olvidado. Lu llega acompañada de su nueva pareja, el joven Peter Gaspar, un hijo de supervivientes del Holocausto que reanuda con Gora viejos diálogos. Pero la vida de Peter empieza a complicarse cuando recibe una carta que contiene una amenaza de muerte. Las sospechas apuntan ya a grupos de extrema derecha, ya a la policía secreta comunista. Entre los exiliados que no han perdido el contacto entre sí, cunde la inquietud. El reciente asesinato del erudito Mihnea Palade está aún fresco en su memoria. Todos podrían afirmar, con Borges: «He conocido lo que ignoran los griegos: la incertidumbre». Algunos, como Gora, y quizá también como Peter, han acabado refugiándose en una guarida de la que sólo una situación extrema les hará salir.
El profesor Augustin Gora lleva mucho tiempo exiliado en Estados Unidos cuando, inesperadamente, debe enfrentarse a la llegada a Nueva York de su ex mujer, Lu, a la que no ha olvidado. Lu llega acompañada de su nueva pareja, el joven Peter Gaspar, un hijo de supervivientes del Holocausto que reanuda con Gora viejos diálogos. Pero la vida de Peter empieza a complicarse cuando recibe una carta que contiene una amenaza de muerte. Las sospechas apuntan ya a grupos de extrema derecha, ya a la policía secreta comunista. Entre los exiliados que no han perdido el contacto entre sí, cunde la inquietud. El reciente asesinato del erudito Mihnea Palade está aún fresco en su memoria. Todos podrían afirmar, con Borges: «He conocido lo que ignoran los griegos: la incertidumbre». Algunos, como Gora, y quizá también como Peter, han acabado refugiándose en una guarida de la que sólo una situación extrema les hará salir.
El río viaja, despaciosamente, a la izquierda del
tren. Uno nunca se baña dos veces en el agua primordial. Esto es lo que el
viajero ve, por la ventana del vagón, a lo largo de las vías del tren: el agua
que no envejece y que nunca es la misma. Como tampoco lo es el aire. Ni el
terapéutico y fluido horizonte.
Pasado, presente, futuro, el tiempo igual a sí
mismo, ¿es éste el horizonte? Aguas mansas, instantes envejeciendo, podredumbre
y deyecciones. El agua sube lenta y serenamente por encima del pasajero que
duerme. El revisor le da unos suaves golpecitos en el hombro. El tren se ha
quedado clavado en la estación.
Recoge rápidamente la bolsa y la gabardina. Baja, ya
ha bajado, aquí está, aturdido, en la estación, mirando el río ancho y apacible
que tiene ante sí.
¡Vaya, ha llegado! El andén vacío, las montañas en
el horizonte, el río a un paso. Tarde serena, fría. El comienzo del mundo. No
sospecha lo cerca que está el fin. El fin de su mundo.
El cronómetro devora los segundos de la tregua.
Un libro de Bech de John
Updike
NARRATIVA (F). Novela
Marzo 2012
Andanzas CA 778
ISBN: 978-84-8383-390-2
País edición: España
240 pág.
16,35 € (IVA no incluido)
Marzo 2012
Andanzas CA 778
ISBN: 978-84-8383-390-2
País edición: España
240 pág.
16,35 € (IVA no incluido)
Tras una novela de
éxito, la carrera de Henry Bech, escritor norteamericano entrado en la
cuarentena, comienza a languidecer. Ahora, mediada la atribulada década de los años
sesenta, para huir de la parálisis creativa, acepta participar en unos
«intercambios culturales» promovidos por el Departamento de Estado que lo
llevarán a Rusia, Rumania o Bulgaria, cuando el Telón todavía era de acero.
Pero ni las bondades del deshielo soviético ni la sucesión de esperpénticos
encuentros –un choque de civilizaciones avant la lettre, con hilarantes
confusiones por problemas de traducción o equívocos en los flirteos– consiguen
sacarlo de su embotamiento. Como tampoco le ayudarán mucho los incidentes que
salpican su vida de vuelta a Occidente: desde una visita al Londres más chic de
la década prodigiosa a unas conferencias en una universidad femenina del
profundo Sur o los vaivenes sentimentales en su amada Nueva York.
Los estudiantes a los que no les queda más remedio
(seguramente como a ustedes) que comprar ejemplares en edición de bolsillo de
sus novelas —en especial la primera, Travel Light, aunque últimamente haya
habido cierto interés académico en su más surrealista, «existencial» y puede
que incluso «anarquista» segunda novela, Brother Pig—, o que se topan con algún
artículo de When the Saints en una satinada y gruesa antología de la literatura
de mediados de siglo por 12,50 dólares, imaginan que Henry Bech, como miles
menos famosos que él, es rico. No lo es. Los derechos de bolsillo de Travel
Light los vendió íntegros su editor por dos mil dólares, de los que el propio
editor se quedó mil y el agente de Bech cien (el diez por ciento del cincuenta
por ciento). Para ser justos, el editor había tenido que saldar un tercio de la
pequeña edición en tapa dura, y cuando Travel Light se puso de moda, después de
Golding y antes de Tolkien, entre los estudiantes universitarios, el editor se
delataba divertido a sí mismo contando la historia de la cesión de los derechos
de Bech en las reuniones de ventas que se celebraban en el piso de arriba del
restaurante 21. En cuanto a las antologías, la cuantía media de los permisos,
cuando llega por fin al buzón de Bech, se ha erosionado hasta 64,73 dólares, u
otra cifra sospechosamente rara, que apenas paga una comida en un restaurante
con su amante y un vino no muy caro. Aunque Bech, y los muchos que lo han
entrevistado, hayan convertido en una virtud quijotesca el que continúe
viviendo en un lúgubre pero espacioso edificio de apartamentos en Riverside
Drive (su buzón, que lo sepan los estudiantes, al que llegan sus cheques
recortados hasta lo irrisorio, ha sido cubierto a conciencia de cicatrices por
la voluble ira urbana y su apellido ha sido retocado con bolígrafo por
traviesos gamberros de portales convirtiéndolo tan a menudo en un verbo malsonante
que Bech ha acabado por dejar la placa con el nombre en blanco y depende de la
clarividencia de los carteros), la verdad es que vive ahí porque no puede
permitirse marcharse. Sólo fue rico una vez en su vida, y sucedió en Rusia, en
1964, de eso hará ya un deshielo.
El caso Casas Viejas de Tano Ramos García
HISTORIA (NF). Biografías, autobiografías y
memorias
Marzo 2012
Tiempo de Memoria TM 91
ISBN: 978-84-8383-391-9
País edición: España
448 pág.
23,08 € (IVA no incluido)
Marzo 2012
Tiempo de Memoria TM 91
ISBN: 978-84-8383-391-9
País edición: España
448 pág.
23,08 € (IVA no incluido)
En enero de 1933, los
habitantes de Casas Viejas (Cádiz), secundando una insurrección anarquista, se
alzaron en armas contra la República. El Gobierno presidido por Manuel Azaña
envió a ese pueblo una compañía de la Guardia de Asalto al mando del capitán
Manuel Rojas. Tras una noche de disparos y muertos, la revuelta fue sofocada.
Pero, al amanecer, los guardias detuvieron a doce vecinos, los maniataron y los
fusilaron. El Gobierno defendió la actuación policial cuando la oposición
denunció el crimen. El propio Azaña negó en las Cortes los fusilamientos, si
bien luego rectificó.
Este libro, merecedor
del XXIV premio comillas de historia, biografía y memorias, relata los juicios
incoados a Rojas en 1934 y 1935, cómo los contó la prensa, en particular la
monárquica y la anarquista, y la campaña desatada contra Azaña, al tiempo que
aporta las inéditas declaraciones de Rojas, de sus guardias y de otros testigos
ante el juez instructor. Por último, se rescatan asimismo historias
desconocidas de estos sucesos, continuamente aireados como un crimen de la
República, que marcaron de manera indeleble a Azaña.
El capitán Rojas estaba a punto de sentarse ante un
jurado como acusado del asesinato de catorce campesinos, pero la mañana del 21
de mayo de 1934 se sentía tan seguro y tan respaldado, se veía tan inocente de
aquellas muertes, que en lugar de un reo, tal parecía un oficial engominado dispuesto
a participar en un sarao. No me saquen demasiado sonriente, no vayan a pensar
que soy un cínico, les dijo Rojas a los fotógrafos mientras hacía tiempo junto
a su abogado en un pasillo del palacio de justicia de Cádiz. Vestía uniforme de
capitán de Artillería y se había enganchado a la guerrera la vistosa Cruz de
María Cristina, que proclamaba su herida de guerra en Marruecos en 1924. El
fiscal acudía al juicio con un escrito de acusación provisional en el que
responsabilizaba a Rojas de trece asesinatos y pedía para él 390 años de
presidio, esto es, cadena perpetua. La acusación particular elevaba los
asesinatos a catorce. Manuel Rojas Feigenspan, el capitán de la Guardia de
Asalto que en enero de 1933 mandaba las fuerzas que sofocaron la revuelta anarquista
de Casas Viejas, llevaba ya un año y dos meses en prisión preventiva y se jugaba
el resto de su vida en la vista oral que iba a comenzar en la Audiencia
Provincial de Cádiz. Pero nadie lo habría dicho. El hombre se mostraba animoso
y cuando los periodistas le preguntaron si se hallaba emocionado ante la
inminencia del juicio, Rojas respondió que no cabía emoción ni miedo cuando se
tenía la conciencia tranquila.
Historia política del pantalón de Christine
Bard
HISTORIA (NF). Ensayo histórico sobre cualquier
tema
Marzo 2012
Ensayo E 87
ISBN: 978-84-8383-382-7
País edición: España
384 pág.
19,24 € (IVA no incluido)
Marzo 2012
Ensayo E 87
ISBN: 978-84-8383-382-7
País edición: España
384 pág.
19,24 € (IVA no incluido)
Aunque ahora el
pantalón se encuentre en el armario de cualquier mujer y se adapte sin cesar a
los dictámenes de la moda, no siempre estuvo bien visto como prenda femenina.
Sucesor del calzón, el pantalón simbolizó la masculinidad y el poder. Durante
la Revolución francesa, expresó los valores republicanos y se convirtió en un
elemento clave del nuevo orden político. Sin embargo, el Antiguo Régimen
continuó para las mujeres, que, tanto en el ámbito del vestir como en el
social, no accedieron ni a la libertad ni a la igualdad. Privadas de derechos,
tuvieron prohibido el pantalón.
Pero nada como una
prohibición para aguijonear al deseo. Sobrecargado de connotaciones y
fantasías, el pantalón acompañó todas las transgresiones que jalonaron la ruta
de la emancipación de las mujeres. Artistas, feministas, revolucionarias, viajeras,
actrices, deportistas, fueron innumerables las mujeres conocidas y desconocidas
que se apropiaron de la prenda masculina. Pero habrá que esperar a las décadas
de 1960 y 1970 para que el pantalón se feminice. ¿Fin de la historia? En
absoluto. Todavía queda un largo trecho por recorrer.
Antes de 1789 ya existían signos anunciadores de
esta politización de la apariencia. De Luis XIV a Luis XVI, la corte del rey de
Francia se distingue por la suntuosidad de los trajes de ceremonia, con ropas
adornadas con perlas y piedras preciosas, bordadas en oro. La ostentación propia
de la vida de la corte se ve acentuada por la voluntad de la monarquía absoluta
de imponerlas para sus fastos. Las leyes suntuarias ya no son de actualidad. Estas
leyes, que datan sobre todo del Renacimiento, momento de inestabilidad política
debido a las guerras de religión y al aumento de poder de la burguesía, que
accedía a un lujo del que la aristocracia ya no tenía el monopolio, servían
para reglamentar la manera de vestirse en función de la categoría social.
Hacían visible el orden social y limitaban el consumo de productos de lujo y de
importación. Pretendían el reforzamiento del orden luchando contra la
usurpación del estatuto. Ayudaban al rey a asentar su poder mediante la imagen
de su grandeza. Entre los reinados de Francisco I y Enrique IV, de 1543 a 1606,
el poder impuso once edictos suntuarios.6 Uno de ellos prohibía, por ejemplo,
el terciopelo a los labradores y a la gente del pueblo. Esta reglamentación fue
poco seguida; los burgueses preferían pagar multas en lugar de renunciar a sus
lisonjeros atuendos. Para Montaigne, «el fracaso de estas leyes se debe a que
no hacen otra cosa más que reforzar la paradoja del lujo», símbolo del poder. ¿Dónde
trazar la frontera entre el vicio y la virtud? Hay vicio —y transgresión del orden
social— cuando el lujo se busca por vanidad y ambición. Y virtud si es
proporcional a los ingresos y al rango. Dos siglos más tarde, con Voltaire,
estas leyes suntuarias se considerarán una intrusión en las libertades
individuales. La noción de libertad en el vestir emerge filosófica y políticamente
a lo largo del siglo XVIII, en un momento en que la producción y la venta de
prendas de vestir, asociadas al florecimiento de la moda y de la prensa de la
moda, se convierten en un reto económico importante. El liberalismo adquiere
aquí realmente su doble sentido.
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