El jinete del silencio
Sancho no sabía por entonces que lo que Beltrán pretendía era probar con él una cirugía nueva, pero como desconocía la técnica necesitaba aprenderla de manos de Marcos. Le había contratado para su hospital precisamente por ese motivo, dada su experiencia y conocimientos en esas artes.
En
su obsesivo afán de anular la voluntad de ciertos internos para convertirlos en
obedientes sirvientes de su hermano, Beltrán había probado un extracto de
adormidera mezclada con mandrágora, planta que solo se encontraba bajo los
patíbulos y de la que se decía que para crecer necesitaba la sangre y las almas
de los ajusticiados. Beltrán había descubierto que tras dos meses de uso
continuado de esa mixtura, y en dosis crecientes, el individuo se quedaba casi
sin habla, dejaba de pensar de forma autónoma, y empezaba a obedecer todo lo
que se le pidiera. Era como si el tratamiento borrara los recuerdos y la
personalidad del destinatario.
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