El
primero de los relatos, El matrimonio de
los peces rojos, trata la relación de Vicent con la protagonista y
narradora, ella se fija en la vida de unos peces que les regalaron y empieza a
sentir curiosidad por ellos, se informa y se preocupa de su estado en el
pequeño cuenco de vidrio. Mientras avanzamos en el texto los problemas en la
pareja van creciendo, y no tratan de solucionarlo, es por ello que sabemos que
es un crónica de una separación anunciada. El texto describe con detalle y
realismo los sentimientos y los pesares que hacen que una pareja decida acabar,
darse un tiempo o separarse, todo ello a través de una narración clara y
fresca.
Extractos:
Pasé la tarde leyendo en el sofá y
observando la pecera. Aunque no eran tratados científicos, los libros que había
sacado dela biblioteca proporcionaban una información más práctica que el
Diccionario enciclopédico. Ambos se dirigían a un público joven o por lo menos
no muy versado en el tema. En uno de
ellos, encontré información sobre los Betta splendens. El autor del libro
explicaba detalles de su cuidado y reproducción. Decía, por ejemplo, que el
despliegue del opérculo implica en los machos la voluntad de aparearse, y lo
violentos que pueden ponerse de no ser correspondidos. Pero eso no era lo peor.
Los describían como peces sumamente combativos. De ahí que se les denominara
comúnmente como «luchadores». En algunos países, se usan incluso como animales
de pelea y se les sube al ring, de la misma forma en que, en occidente, se
utiliza a los gallos para ganar apuestas. Mientras leía aquello, sentí algo
semejante al rubor. La sensación que produce enterarse de las facetas oscuras
de nuestros conocidos sin su consentimiento. ¿De verdad deseaba saber todo eso
acerca de nuestros peces? Concluí que sí. Más valía estar advertido y, en lo
posible, evitar cualquier accidente. El libro desaconsejaba tener a dos machos
en una misma pecera por grande que fuese. Un macho y una hembra tenían, en
cambio, más posibilidades de sobrevivir
juntos, a condición de contar con suficiente espacio, por lo menos cinco
litros. Miré nuestra pecera, la cantidad de agua era ridícula. «En situaciones
de estrés o de peligro», seguía diciendo el autor, los betta desarrollan rayas
horizontales contrastantes con el color de su cuerpo.
El
siguiente relato se titula Guerra en los
basureros, esta vez su protagonista, un joven al que sus padres se ven
obligados a llevarle a vivir con su tía Claudine y sus primos, este siente la
diferencia de educación desde el primer momento es por ello, además de su forma
de ser, que se encierra en su habitación o acompaña a la sirvienta de la casa,
Clemencia, con la que se siente en mejor compañía pues su familia le ignora. Al
poco tiempo de su estancia mata una cucaracha, a partir de ahí estas vendrán hordas
a la casa provocando una guerra entre la familia y ellas. En este relato las
diferencias entre los personajes según su procedencia marca el curso del texto aportándole
comedia a pesar del fondo dramático que tiene debido a lo ocurrido al
protagonista, todo ello hacen de la narración un singular y bello relato.
Extractos:
Mi tía Claudine me tomó de la mano
y me llevó hasta lo que, a partir de entonces, sería mi habitación. Se trataba
de un cuchitril en la azotea, entre la cocina y el cuarto de servicio en el que
vivían Isabel y Clemencia. Mi tía se disculpó en voz baja por ponerme en ese
lugar tan poco hospitalario pero mi llegada la había tomado por sorpresa y no
contaba con ninguna habitación libre donde recibirme. Sin embargo, aquel cuarto
no era tan desagradable. Yo siempre había sido un niño observador y comprendía
las ventajas de vivir en una casa organizada. Era la primera vez que tenía una
habitación para mí, ya que en el estudio de mis padres los espacios estaban
separados únicamente por biombos o cortinillas de papel. Cuando me quedé solo,
cerré la puerta y corrí las cortinas; moví la cama de lugar, saqué mi ropa de
la maleta y la instalé en los cajones de la cómoda como se tratara de una
mudanza. Mientras me ayudaba a empacar, mi madre me había asegurado que mi
estancia en casa de los tíos sería corta y que de ninguna manera consideraba
conveniente que me llevara todas mis pertenencias. «Tal vez tu padre y yo
acabemos reconciliándonos», recuerdo que dijo, con su titubeo habitual. Sin
embargo, yo preferí enfrentar aquel cambio como algo definitivo. Esa tarde, mis
primos, algo mayores que yo, subieron a saludarme con una fraternidad
sospechosa que durante meses no volvieron a la hora de la cena. Estábamos en el
mes de enero pero ya no hacía frío. Recuerdo ese fin de semana como un remanso.
Me sorprendió que existiera un sitio en el que nadie discutía, excepto en las
telenovelas, cuyas voces llegaban hasta mí por la ventana del cuarto de
servicio.
Felina nos describe la relación de una mujer que comparte
su piso a universitarios que van a México de diferentes lugares. Un día la
protagonista se encuentra una caja en la que hay abandonado un par de gatos,
entre ellos comienza una tierna relación que, de forma paralela, vive en el día
a día. En este relato nos encontramos con una historia entrañable y, al mismo
tiempo, dramática pues, al avanzar se quedan embarazas tanto la protagonista
como la hembra de sus gatos, a partir de ahí la narración se vuelve más cercana
pues su preocupaciones aumentan debido a los nervios precedentes al último
examen de carrera.
Extractos:
Lejos de sufrir por ella, asumí la
ausencia de Ander con una paz y una serenidad desconcertante. El periodo de
Greta había terminado pocos días atrás y con él los maullidos enloquecedores.
Acabé mi tesis en la fecha estipulada y se la entregué a mi asesora para que
realizara las últimas correcciones. También respondí a la convocatoria de varias universidades
extranjeras con posgrados en historia, y empecé a planear mis vacaciones en
alguna playa del Pacífico, en espera del examen profesional. Fue en esos días
cuando empecé a notar cambios muy evidentes en el cuerpo de mi gata, cambios
que quizás, de haber estado menos ocupada, habría detectado antes. Ya no
saltaba con la misma ligereza, sus tetillas, antes diminutas, ganaron volumen y
el torso se le ensanchó considerablemente. Asumí la noticia de su preñez con
cierta alegría por ella, pero también con un poco de preocupación por la
advertencia del veterinario. Sin embargo, el entusiasmo se impuso sobre lo
demás. Probablemente, en pocos meses, tendría el departamento lleno de gatitos
juguetones. Vacié el cajón de mi cómoda más cercano al suelo y preparé
cuidadosamente un espacio mullido para recibirlos. Greta estaba conmigo más
dócil y cariñosa que nunca y aceptaba con agradecimiento todas mis caricias y
atenciones. Pero la felicidad no duró mucho. Quince días después de que se
fuera Ander, mi menstruación no se presentó cuando debía y tampoco tiempo
después, como esperaba ingenuamente. Me hice una prueba casera de embarazo,
mientras rezaba sentada en el excusado para que saliera negativa. Sin embargo,
el óvalo blanco se tiñó con dos líneas, confirmando mis temores. En el
transcurso de unos cuantos minutos, el estado alegre y enternecido que había
mantenido hasta entonces por el embarazo de Greta se convirtió en una
pesadilla. No tenía la más remota idea de lo que era conveniente hacer, ni
siquiera de mis deseos más genuinos.
El
penúltimo texto se titula Hongos el
cual habla de una joven casada a la que, tras ser infiel a su marido se
contagia en su entrepierna, tras ellos la protagonista siente como se siente
apegada a él, absorbida a su voluntad. Este relato nos muestra como en los
enamoramientos son imprevisibles las consecuencias y los actos de aquellos que
se obsesionan con un amor imposible, todo ello a través de la música que su
amante compone la cual recuerda a su protagonista constantemente por él, y se
vuelve inevitable la dependencia a esta persona.
Extractos:
Los niños, a diferencia de los
adultos, se adaptan a todo y, poco a poco, a pesar del asco que ella le tenía,
yo empecé a considerar ese hongo como una presencia cotidiana en mi vida de
familia. No me inspiraba la misma aversión que le tenía mi madre, más bien todo
lo contrario. Esa uña pintada de yodo que yo veía vulnerable me causaba una
simpatía protectora parecida a la que habría sentido por una mascota tullida
con problemas para desplazarse. El tiempo siguió pasando y mi madre dejó de
formar tanta alharaca alrededor de su dolencia. Yo, por mi parte, al crecer lo
olvidé por completo y no volví a pensar en los hongos hasta que conocí a
Philippe Laval.
Para ese entonces, tenía treinta y
cinco recién cumplidos. Estaba casada con un hombre paciente y generoso, diez
años mayor que yo, director de la Escuela Nacional de Música en la que había
realizado la primera parte de mis estudios de violinista. No tenía hijos. Lo
había intentado durante un tiempo, sin éxito, pero, lejos de atormentarme por
ello, me sentía afortunada de poder concentrarme en mi carrera. Había terminado
una formación en Julliard y construido un pequeño prestigio internacional,
suficiente para que dos o tres veces al año me invitaran a Europa o Estados
Unidos a dar algún concierto. Acababa de grabar un disco en Dinamarca y estaba
por viajar de nuevo a Copenhague para impartir un curso de seis semanas, en un
palacio al que acudían cada verano los mejores estudiantes del mundo.
El
último relato, La serpiente de Beijín,
nos cuenta la historia de una relación que, cuando cambia de forma de ser el
padre de la protagonista tras un viaje a China, este se encierra en una pagoda
cargada de libros y otros objetos además de una serpiente que trajo del viaje,
el animal tras investigar su protagonista descubre que es una especie peligrosa
y con un veneno que provoca la muerte en segundos. En esta narración se
describe las reacciones de una familia cuando en ella entra la desconfianza y
la maldad y las consecuencias que provocan en cada uno.
Extractos:
Papá regresó de Beijín notablemente
afectado. No sólo se había vuelto de golpe frágil y taciturno, también sus
aspecto físico había sufrido modificaciones. Tenía más canas y varios kilos de
menos. Pero era sobre todo su expresión desolada la que tornaba su rostro
irreconocible. Poco tiempo después, comenzó a construir sin ayuda de nadie un
estudio en la azotea de casa, que —por más que él lo negara— a mamá y a mí nos
pareció desde el principio una especie de pagoda. Fue la primera vez, que yo
recuerde, en que ella buscó mi complicidad con los ojos. Su mirada era risueña
pero también de preocupación por la salud mental de su esposo, una preocupación
que, por supuesto, yo compartía. Cuando terminó su estudio, papá subió ahí la
mayor parte de sus libros y siguió haciendo lo mismo con los que adquirió
después. Su actitud me recordaba a los emperadores que se hacían enterrar con
todas sus pertenencias en monumentos expresamente construidos para eso. Todos
los libros que compró desde entonces estaban relacionados con su nuevo interés:
teatro, novelas, filosofía, historia, astrología oriental, budismo y
confucionismo, casi siempre en su versión inglesa, llegaban empaquetados a
nuestra casa y, en cuanto los extraía del buzón, los llevaba directamente hacia
su estudio. Mi madre, que en esas fechas seguía mostrándose condescendiente,
bromeaba diciendo que su marido había entrado en una fase rebelde, necesaria
para su emancipación. Lo cierto es que papá ya no le dedicaba el mismo tiempo.
En vez de quedarse conversando con ella por las noches o acompañarla, como
antes solía, mientras ensayaba sus parlamentos en el estudio de ambos, pasaba
horas encerrado en su nuevo refugio. Verlo así de discreto y silencioso también
me hacía pensar en los monjes que buscan la soledad de las montañas para
practicar la meditación. Sin embargo, mi madre no miraba las cosas de la misma
manera. Muy pronto desistió en su actitud de tolerancia y empezó a exasperarse
cada vez que el aparecía en la ventana de la pagoda, contemplando la tarde con
ese aire ausente que ya nunca lo abandonaba.
Nettel
nos sorprende en sus narraciones de una cercanía con el mundo animal y humano ambos
se dan la mano, con destinos y situaciones similares o paralelas en algunos
relatos trasmitiendo la sensación de que en la vida, aquello que les ocurre a
sus protagonistas, es consecuencia de aquella mascota de la que cuidan o se
encuentran. En estos cinco relatos de delicadas y frágiles acciones y al mismo
tiempo de consecuencias impresionantes y feroces. La vida en pareja es el tema
general, también, las crisis existenciales en la adolescencia o en la madurez
pasando por la maternidad que, incluso sin ser buscada, saca lo oculto de sus
personajes, aquello que les cuesta confesar a las personas con las que
conviven. En definitiva, este libro se compone de unos relatos magníficos por
su narración directa y clara en los que, como la vida, de forma imprevista las
decisiones más difíciles, íntimas e inconfesables se cruzan en el camino sin
sospechar las consecuencias que marcan la existencia.
Recomendado
para aquellos que quieran conocer mejor la vida de los animales que se cruzan
en el camino de los protagonistas de estos relatos. También para aquellos que
les guste aquellas narraciones en las que el final siempre es imprevisible y
por último para aquellos que les gusten los relatos bellos y breves.
Editorial: Páginas de espuma
Autor: Guadalupe Nettel Páginas: 128
Precio: 14 euros
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