Colegiala de Osamu Dazai
Traducción
de Ryoko Shiba y de Juan Fandiño
ISBN: 978-84-15578-93-2
Encuad: Rústica
Formato: 13 x 20 cm
Páginas: 272
PVP: 19,95 €
Una chica joven, de
familia pobre, se ve obligada a cometer un robo por amor. Una mujer mayor
confiesa que una noche, muchos años atrás, se sintió fuertemente atraída por un
hombre al que apenas conocía.
Un ama de casa narra su sufrimiento al descubrir que su marido tiene una amante. Una muchacha narra cómo empeoró su vida tras recibir un premio literario… Los relatos incluidos en Colegiala abordan con tremenda delicadeza y exquisitez el universo femenino y sus contradicciones: la vergüenza, el amor no correspondido, la incomprensión ante la muerte de un ser querido, la felicidad extrema o, simplemente, los pensamientos que pasan por la cabeza de una adolescente japonesa de posguerra.
Un ama de casa narra su sufrimiento al descubrir que su marido tiene una amante. Una muchacha narra cómo empeoró su vida tras recibir un premio literario… Los relatos incluidos en Colegiala abordan con tremenda delicadeza y exquisitez el universo femenino y sus contradicciones: la vergüenza, el amor no correspondido, la incomprensión ante la muerte de un ser querido, la felicidad extrema o, simplemente, los pensamientos que pasan por la cabeza de una adolescente japonesa de posguerra.
He
de confesar algo. He cometido un robo. Soy consciente de que está mal y de que
me he equivocado. Pero…, no, mejor lo contaré desde el principio. Le suplico a
Dios que me escuche. No necesito a nadie que me ayude en estos momentos. Los
que quieran creerme, que me crean.
Soy
hija única de una familia que se dedica a la fabricación de geta. Ayer por la
tarde, mientras cortaba cebolletas sentada en la cocina, escuché como un niño
llamaba a su hermana llorando desde la parcela que hay detrás de casa. Me
quedé quieta y pensé que si yo también hubiese tenido un hermanito o una
hermanita pequeña como aquel niño, que me siguiese y me llamase llorando, puede
que no me hubiese visto envuelta en una situación tan miserable. Pensando en
ello, me brotó una lágrima tibia debido al escozor que me producían las
cebolletas. Cuando me las quise quitar con el dorso de la mano, fue peor, y los
ojos me empezaron a escocer todavía más; no podía parar de llorar, y no supe
qué hacer.
Fue
justo este año, en la época en la que salían las hojas verdes entre las flores
de cerezo y se empezaban a vender claveles y lirios en los puestos de las
ferias nocturnas, cuando empezó a circular el rumor entre las mujeres que iban
a la peluquería de que había una joven caprichosa que había perdido la cabeza
por un chico. Recuerdo con nostalgia aquellos días. Cada noche, cuando caía el
sol, Mizuno venía a buscarme. Solía prepararme con antelación y, antes de que
se pusiese el sol, ya estaba toda vestida y maquillada. Recuerdo que salía y
entraba de casa sin parar para ver si había venido. Al cabo de un tiempo me
enteré de que los vecinos murmuraban sobre mí, riéndose, y me señalaban
intentando disimular: «Mira, Sakiko, la hija del fabricante de geta, se está
volviendo loca». Mis padres también se dieron cuenta de ello, pero no me
dijeron nada.
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