martes, 21 de agosto de 2012

Fragmentos Nº66: Yo confieso


Jaume Cabré
Yo confieso

Y como no había quien la parase, perdida la vergüenza, aprovechando el impulso, solicitó hora para ver al Gobernador Civil de Barcelona, el abominable Acedo Colunga. En su papel de viuda del general Moragues, la señora Carme Bosch d'Ardèvol pidió justicia ante el secretario personal del Gobernador.
—¿Justicia para qué, señora?
—Por el asesinato de mi marido.
—Debo informarme bien para saber a qué se refiere.
—En la instancia que tuve que cumplimentar expuse el motivo de la petición de audiencia. Detalladamente. —Pausa—: ¿La ha leído?
El secretario del Gobernador miró los papeles que tenía en la mesa. Los leyó con detenimiento. La viuda negra, procurando equilibrar la respiración, pensó qué hago aquí, dejándome el pellejo por un hombre que jamás me hizo el menor caso y no me quiso en su pputa vida.
—Muy bien —dijo el secretario—. ¿Y qué desea?
—Hablar con el Excelentísimo señor Gobernador Civil.
—Está usted hablando conmigo, que es lo mismo.
—Quiero hablar personalmente con el Gobernador.
—Imposible; olvídelo.
—Pero...
—No puede ser.
Y, efectivamente, no pudo ser. Al salir del Gobierno Civil, temblando de rabia, decidió olvidar el asunto. Puede que le preocupase más la aparición milagrosa de mi ángel de la guarda que el menosprecio de la autoridad franquista. Y también el insidioso empecinamiento de unos y otros en presentar a Fèlix como un fornicador compulsivo imposible. O quién sabe si no llegaría finalmente a la conclusión de que no valía la pena pedir justicia para un hombre que tan injusto había sido con ella. Sí. O no. Bien, no lo sé, porque la mayor incógnita de mi vida, después de mi padre y antes de conocerte, ha sido mi madre. Por otra parte, un par de días después, la situación sufrió una ligera variación que convenció a mi madre de cambiar sus planes, y eso puedo contártelo de primera mano, sin inventar nada.

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