La escritora Almudena
Grandes ha sido galardonada con este premio, concedido por su gran fuerza
expresiva y a su carrera. La escritora la cual ha publicado en la editorial
Tusquets El lector de Julio Verne, su última publicación hasta la fecha,
segunda parte de sus Episodios de una Guerra Interminable que tiene como
protagonista a un niño que vive en una casa cuartel.
Este galardón esta dedicado
a la memoria de Lucio Mastronardi, famoso escritor italiano el cual es la undécima
edición que se celebra de este premio. El jurado ha estado compuesto por Paolo
Perazzolo, Luigi Mascheroni, Laura Lepri además de un jurado popular compuesto
por estudiantes relacionados con el mundo de la literatura. El premio se le
entregará en octubre en la Ciudad de Vigeno.
Extractos:
La Historia inmortal hace cosas
raras cuando se cruza con el amor de los cuerpos mortales. Cuando se cruza con
el amor de la carne de un hombre en la trayectoria de una mujer despechada, no
hace ya cosas raras, sino rarísimas. Antes de que termine 1944, Agustín Zoroa y
Carmen de Pedro se casan en Toulouse. Azcárate, que no aclara si él asistió o
no, describe su boda como una ceremonia discreta, casi secreta, sin banquete ni
apenas invitados. No es para menos. Pero tampoco hace falta nada más. Así, dos
hombres españoles de aspecto físico parecido, altos, anchos, cabezones, calvos
y corpulentos como buenos chicarrones del norte, se suceden en el pequeño
cuerpo de una sola mujer, española también, antes de reproducir el mismo rito,
en idéntico orden de precedencia, respecto a la posesión del cargo de
secretario general de la organización clandestina del PCE en el interior, para
cerrar el círculo del poder ortodoxo de un partido español ilegal en España, a
través de un continente desgarrado por una guerra mundial.
Inés y la alegría (2010)
Así, en una paz difícil, que crecía
como la nata sobre la leche de una violencia aplazada, terminó 1947. Así empezó
1948, se acabaron las vacaciones de Navidad, y yo cumplí por fin diez años. Ese
día, madre hizo chocolate y picatostes para invitar a mis amigos a merendar,
porque como nos llamábamos igual, el día de mi santo celebrábamos sólo el de mi
padre. Miguel me regaló unos lápices de colores, Paquito una peonza, y Alfredo,
el hijo de Izquierdo, que tenía once años pero venía con nosotros, me dijo que
ya me traería algo y nunca lo hizo, aunque padre me dijo luego que no le echara
cuenta, porque en su casa eran muchos y no podían andar comprando regalos para
los amigos de todos. Pepe el Portugués llegó tarde, cuando ya estábamos jugando
en el patio con mi balón nuevo, que no era de reglamento, nunca lo eran, pero
aquel año casi lo parecía, porque tenía los polígonos muy bien pintados de
negro sobre la goma. El me trajo dos regalos, su caña de pescar vieja y un
libro nuevo, Veinte mil leguas de viaje submarino, envuelto en papel de celofán
y todo.
—Te lo compré en Martos el otro día
—me dijo, muy satisfecho del abrazo que le di al abrir el paquete y descubrir
la furia de un pulpo gigantesco que asfixiaba el Nautilus, su capitán, Nemo, ya
un viejo amigo para mí—. Yo creo… Bueno, me han dicho que es el mejor de todos.
Y como es tuyo, puedes quedártelo para siempre y leerlo todas las veces que
quieras.
—¡Pero si todavía no ha podido
tener tiempo de terminarse el otro! —se equivocó mi padre, muy sorprendido, y
movió la cabeza de una manera que no supe interpretar, hasta que aquella noche,
después de cenar, me pidió que saliera de casa con él.
—¿Adónde vamos? —pregunté, para
disimular que lo había adivinado al ver cómo nos seguía madre sin decir nada.
—Aquí mismo —dijo, colocándome
delante del poste que estaba enfrente de la puerta—. Y ahora quédate quieto que
te voy a medir… Muy bien.
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