Baila, baila, baila de Haruki Murakami
NARRATIVA (F). Novela
Septiembre 2012
Andanzas CA -786
ISBN: 978-84-8383-425-1
País edición: España
464 pág.
21,15 € (IVA no incluido)
Septiembre 2012
Andanzas CA -786
ISBN: 978-84-8383-425-1
País edición: España
464 pág.
21,15 € (IVA no incluido)
En marzo de 1983, el
joven protagonista de esta novela, redactor freelance todoterreno,
después de pasar días sombríos, siente la necesidad de volver a ciertos
escenarios de su vida para ajustar cuentas con el pasado. Viaja a Sapporo con
la intención de alojarse en el Hotel Delfín, donde años atrás pasó una semana
con una misteriosa mujer que, de manera inesperada, desapareció de su lado. A
su llegada descubre que han derribado el hotel y que en su lugar se alza otro,
moderno y lujoso, pero su estancia allí propicia la aparición de personajes
envueltos en un aura de irrealidad: una guapa recepcionista que ha vivido
experiencias inverosímiles, una adolescente dotada de una aguda sensibilidad, o
un antiguo compañero de colegio, ahora actor de éxito, que lo meterá en graves
aprietos. Asesinatos, viajes a Hawai, pasajes a otros mundos y fiestas se
suceden al ritmo de la música que suena en la radio de su destartalado Subaru.
Lo cierto es que, como afirma un enigmático personaje, todo está conectado.
Porque sólo se regresa al Hotel Delfín para poder empezar de nuevo.
Me quedé callado.
—Está bien. Intentaré contártelo
—dijo ella. Bebió un trago y se limpió los labios con una servilleta de papel—.
Fue en enero, principios de enero, poco después de Fin de Año. Ese día me
tocaba el turno de tarde; no suele tocarme, pero ese día no había gente para
sustituirme y no me quedó más remedio, y el caso es que acababa a las doce de
la noche. Cuando terminamos a esas horas, como ya no hay trenes, la empresa
llama a taxis para que nos lleven a casa por orden. Acabé antes de las doce, me
cambié de ropa y subí hasta la decimosexta planta en el ascensor de los
empleados. Fui a esa planta, la decimosexta, donde está la sala de descanso
para el personal, porque me había dejado olvidado un libro. Podría haberlo recogido
al día siguiente, pero había empezado a leerlo y a la chica que iba a volver
conmigo en taxi todavía le faltaba un poco para acabar. En la decimosexta,
además de las habitaciones para clientes, hay esa salita destinada a los
empleados, un cuarto donde descansar un rato, o tomarse un té, a la que voy de
vez en cuando.
»Cuando llegué a la planta, se
abrieron las puertas del ascensor y salí al pasillo, como siempre. No estaba
pensando en nada. A todo el mundo le ocurre, ¿no? Cuando estás acostumbrada a
algo o vas a menudo a cierto lugar, te mueves como un autómata, ¿verdad? Yo di
un paso hacia delante, con toda naturalidad... Bueno, seguro que pensaba en
algo, pero no recuerdo en qué... El caso es que estaba de pie en el pasillo,
con las manos en los bolsillos del abrigo, y de pronto todo estaba negro a mi
alrededor. Oscuro como boca de lobo. Me di la vuelta, sobresaltada, pero las
puertas del ascensor se habían cerrado. Supuse que habría habido un apagón.
Pero era imposible. Para empezar, el hotel cuenta con un generador eléctrico
que, en caso de apagón, entraría en funcionamiento de manera automática y de
inmediato. Al instante, seguro. Lo sé porque hicimos varios simulacros.
Por lo tanto, en principio, el apagón queda descartado. En segundo lugar,
aunque el generador estuviera averiado, están las luces de emergencia del
pasillo, que permanecen siempre encendidas. Siempre tiene que haber una luz
verde. Es así, ocurra lo que ocurra.
»Sin embargo, ese día el pasillo
estaba negro. Las únicas luces eran las del indicador de la planta encima del
ascensor, unos números digitales en rojo, y el botón de llamada. Por supuesto,
le di al botón. Pero el ascensor iba hacia abajo y no volvía. Resignada, decidí
inspeccionar la zona. Tenía miedo, por supuesto, pero al mismo tiempo empecé a
agobiarme por todo el problema que eso representaba, ¿lo entiendes?
Negué con la cabeza.
Cuervos de John Connolly
NARRATIVA (F). Novela
Septiembre 2012
Andanzas CA -787
ISBN: 978-84-8383-427-5
País edición: España
384 pág.
19,23 € (IVA no incluido)
Septiembre 2012
Andanzas CA -787
ISBN: 978-84-8383-427-5
País edición: España
384 pág.
19,23 € (IVA no incluido)
Para la policía del
estado de Maine, el supuesto secuestro de un menor debe considerarse homicidio
tres horas después de que se denuncie su desaparición. Tan terrible medida
tendrá que aplicarse en la pequeña y aislada localidad de Pastor’s Bay, donde
una madre ha alertado de la desaparición de su hija adolescente, llamada Anna.
De inmediato, la policía lanza a todos sus efectivos en su busca. La
investigación deparará muchas sorpresas, pues en Pastor’s Bay se ocultan
algunos hombres de pasado inconfesable. Entre ellos se cuenta Randall Haight,
quien empieza a recibir acusaciones anónimas y fotografías comprometedoras.
Sabe por qué lo amenazan, pero no quién, y para averiguarlo decide contratar al
detective privado Charlie Parker. La presencia del FBI en el pueblo confirma a
Parker que la desaparición de Anna encubre un entramado criminal tan peligroso
y complejo que tendrá que pedir ayuda a sus amigos Ángel y Louis. La cuenta
atrás ha empezado, bajo la ávida mirada de los cuervos.
Sólo los cuervos permanecieron
allí. El sol fue finalmente engullido por el horizonte, y la verdadera
oscuridad empezó a imponerse. Los cuervos pasaron a formar parte de ella, absorbidos
por ella y absorbiéndola a su vez, porque su negrura era más profunda que
cualquier noche.
Al cabo de un rato la hembra de
armiño regresó. Pendía de sus dientes el cuerpo grueso y flácido de un ratón de
campo muerto, y percibía en la boca el sabor de su sangre. De buena gana lo
habría despedazado nada más matarlo, pero instintivamente supo que debía controlar
sus impulsos. No obstante, esa contención se vio recompensada, porque cuando
volvía al nido, un ratón menor se cruzó en su camino, y fue ése el que devoró
parcialmente, para ocultar después los restos. Quizá los recuperara más tarde,
una vez que estuviera a buen recaudo la presa mayor.
No oyó acercarse al cuervo. Sólo tomó
conciencia de que lo tenía encima al notar en el lomo el impacto de sus garras,
que le traspasaron la piel y se le hincaron en la carne. El cuervo la
inmovilizó contra el suelo y empezó a clavarle lentamente el largo pico,
abriendo limpios agujeros en su cuerpo. Pero no se la comió, se limitó a martirizarla
hasta la muerte, recreándose en su agonía. Cuando la redujo a una masa de
sangre y pelo, dejó allí el cuerpo sin vida para los carroñeros y regresó junto
a sus compañeros. Aguardaban a que se iniciase la cacería y sentían curiosidad
por el cazador que se presentaría allí.
No, en realidad era el que los
había mandado allí quien sentía curiosidad por ese cazador, y los cuervos
vigilaban en su nombre.
Ya que él era el mayor depredador
de todos.
Lo que no está escrito de Rafael Reig
NARRATIVA (F). Novela
Septiembre 2012
Andanzas CA - 788
ISBN: 978-84-8383-428-2
País edición: España
296 pág.
17,30 € (IVA no incluido)
Septiembre 2012
Andanzas CA - 788
ISBN: 978-84-8383-428-2
País edición: España
296 pág.
17,30 € (IVA no incluido)
Carlos, padre
divorciado, recoge a su hijo Jorge de catorce años para pasar un fin de semana
de excursión en la sierra y, como por descuido, le deja el manuscrito de una
novela que acaba de terminar a su ex mujer, Carmen. La lectura de ese
manuscrito, una novela negra de extorsión y bajos fondos, que Carmen no podrá
soltar en esos dos días, será para ella, sin embargo, muy reveladora de las
intenciones de su ex marido. Carlos, a su vez, tiene que superar los problemas
de comunicación con su hijo, un adolescente asustadizo, y también las primeras
dificultades de la excursión, que ponen en evidencia sus propias carencias.
Entretanto, crecen los temores de Carmen y su angustia por lo que pueda suceder
en la sierra. ¿O es la lectura del manuscrito la que lo provoca? «Al vivir con
alguien, como al escribir, uno se delata», piensa uno de los protagonistas.
También al leer, cuando acabamos interpretando lo que no está escrito.
Así que por fin lo había logrado,
había escrito la novela de la que siempre hablaba, la que tal vez les había
costado a los dos su matrimonio y la que tal vez lograría redimir la vida de
Carlos.
Antes de meter el manuscrito en la
cartera, sólo tuvo tiempo de mirar un par de páginas al azar y el título: Sobre
la mujer muerta.
Acabáramos: otra policiaca. El
problema con las policiacas era ya mucho peor que la falta de originalidad:
cada vez se vendían menos. Si alguien lo sabía era Carmen, que era subdirectora
comercial del grupo Osiris, con ocho sellos editoriales, desde infantil a
ensayo, pasando por dos de novela y uno de poesía, Galatea, donde había
conseguido que se publicara en 2002 La luz azulada, la obra poética de Carlos
Mendoza, entonces su marido. Se vendieron 57 ejemplares. Al fin y al cabo era
un libro de poemas y la poesía no se vende, pero da prestigio. Lo peor fue que,
aunque se enviaron 110 ejemplares a «prensa y personalidades», sólo apareció
una minúscula reseña en un periódico de provincias. Nadie se dio por enterado.
Ante un fracaso tan rotundo, se preguntó si la nota de Carlos sería menos
amable que rencorosa. Tal vez sólo quería decirle: esta vez no te pido nada, ya
me las arreglo por mi cuenta, muchas gracias.
Por la mañana tuvo dos reuniones
seguidas y a las dos y media tenía una comida con el jefe de compras de una
cadena de supermercados, el poderoso señor Ortigosa. Fueron en el coche de su
jefe, el director comercial, Miguel Caturla, con quien Carmen mantenía una
relación intermitente que a ambos les parecía muy europea, casi escandinava:
higiene sexual sin complicaciones sentimentales; expectativas limitadas y
explícitas, cero exigencias; puro nervio, sin gota de grasa.
Así lo veían ellos y así se lo
decían el uno al otro.
El día era otoñal, parecía que aún
estuvieran en septiembre. Miguel iba de traje gris. Carmen llevaba una blusa de
manga corta y un traje sastre de un azul tenue y dubitativo. Dobló la chaqueta
con el forro hacia fuera y la dejó en el asiento de atrás. El bolso lo apretaba
sobre los muslos, como si quisiera protegerlo o protegerse.
Poesía reunida (1972-2012) de Juan Gustavo Cobo
Borda
POESÍA (NF). Poemarios
Septiembre 2012
Marginales M - 277
ISBN: 978-84-8383-429-9
País edición: España
336 pág.
18,27 € (IVA no incluido)
Septiembre 2012
Marginales M - 277
ISBN: 978-84-8383-429-9
País edición: España
336 pág.
18,27 € (IVA no incluido)
Escrita desde una serenidad
gozosa y una lúcida ironía, la obra poética del colombiano Juan Gustavo Cobo
Borda ha buscado siempre la sonoridad y la precisión, la cadencia y la
claridad, sin abandonar el tono coloquial que críticos y estudiosos reconocen
como inconfundible. Como ha dicho de él Álvaro Mutis, «Cobo Borda se interna
por las regiones del corazón, del placer y del olvido. Allí es un maestro»,
para concluir: «Un poeta impar, sin antecedentes en nuestra frondosa historia
literaria».
Este volumen, cuyos
originales están depositados en la Biblioteca de la Universidad de Princeton,
reúne los cuatro libros de poesía que Cobo Borda ha publicado hasta la
actualidad: El animal que duerme en cada uno, La musa inclemente, Los poetas
mienten y Cuando papá perdió la guerra, a los que se añaden ahora algunos
poemas inéditos.
En el conjunto de su
obra, consagrada a una cotidianidad trascendida y a la conciencia de existir,
destacan las composiciones dedicadas al sentimiento amoroso en todos sus
instantes, desde la pasión más carnal hasta el desengaño y el rencor. Son
poemas que revelan el dominio de muy diferentes tonos por parte de un autor de
sólida trayectoria, y nos hablan de su poesía como de un equilibrado acto de
exaltación y carencia, de furia y compasión, de amor y lucidez.
POESÍA Y NATURALEZA: RELACIONES
OBLICUAS
La naturaleza, qué monótono almacén
de prados y árboles, qué banal exhibición de mares y montañas
[...] la naturaleza, sempiterna
vieja chocha.
HUYSMANS, À rebours
ESCRIBIR como se nos dé la gana,
sin laúd,
un idioma para ladrar desde las
tablas del escenario.
No esta literatura, como dijo
Martín Adán,
que huele a ropero de vieja
con vagos efluvios de tomillo,
llena de vagos pecados que no
llegan a cometerse.
¿Pero se puede acaso escribir sin
censura,
vale la pena decir todo?
Se hizo la pregunta a sí mismo
pero era en realidad una pregunta
retórica.
Antes de proseguir dijo:
Allí están las cosas, exigiéndonos
ser justos.
Allí están las cosas, reclamando
ser violadas.
Sólo que él ya no tenía imaginación
—reconoció, apenado;
apenas una memoria insomne,
poblando el mundo de citas.
¿Y cuál era el mundo?
El primer beso ocurrió en un
potrero, sembrado de trigo.
La primera caricia, bajo una
cascada.
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