Su
protagonista es un joven japonés que se muda a Alemania y allí conoce a una
bella joven de forma súbita e inesperada. Este se presta a ayudarla y se
encamina con ella en un largo camino el cual le traerá desgracias además de
situaciones inesperadas de las que, siempre de forma meditada, analizará y
actuará en consecuencia.
Elise,
la bailarina, en cambio es una joven que, debido en gran medida a su profesión,
se encuentra en una mala situación a todos los niveles pero que, tras conocer
al protagonista, su vida dará un enorme cambio en el que los dos estarán
envueltos debido a su romance casi prohibido.
La
novela trata de cerca las relaciones amorosas entre diferentes mundos, el
japonés del protagonista y el alemán de la bailarina, muy diferentes entre sí.
El autor analiza las consecuencias que trae su relación en sus vidas, desde la
profesional hasta la diaria las cuales sufrirán por su complejo romance. Mori
logra emocionarnos con su relato con una voz profunda y emotiva, además, gracias
a sus descripciones sabremos como fue la vida del joven protagonista y los
duros comienzos a los que se tenía que enfrentar.
Mori
nos narra una dura y fría historia con alma, un relato que nos descubre una
realidad singular entre los jóvenes japoneses de la época, la de su
protagonista y su enamoramiento con Elise, aún más único para aquellos que
podían salir de su propio país. En la introducción de Fernando Cordobés habla
sobre la originalidad de la obra en cada una de sus perspectivas: «La bailarina (1890) fue una obra que en el
momento de su publicación se consideró sumamente moderna. Mezclaba un lenguaje
y un modo de expresión muy antiguos con unos sentimientos violentamente
actuales. Los lectores estaban perplejos. Estamos ante uno de los primeros
intentos en Japón de adecuar el lenguaje escrito al lenguaje hablado, un camino
que seguirían todos los demás autores posteriores a él. La traducción de la
obra a un español actual no permite apreciar las discrepancias ni la tensión
entre el vocabulario, la gramática y el tono general del lenguaje escrito de
Mori y esos sentimientos nuevos que el autor expresa con notable acierto. Por
primera vez en la literatura japonesa, el autor- protagonista de la obra habla
en primera persona y expresa sus propias emociones, algo que hasta ese momento
no se hacía, sencillamente. La relación sentimental del joven japonés con una
chica alemana constituía un auténtico “sueño” para infinidad de jóvenes de
aquella época que ansiaban ir a estudiar al extranjero y vivir una experiencia
como la descrita en el libro. Si la posibilidad de salir de Japón y residir en
un país europeo ya estaba fuera del alcance de una inmensa mayoría, la
posibilidad de que una chica rubia de ojos azules se enamorase de un chico
normalmente bajo de raza asiática proveniente de un país en vías de desarrollo,
parecía directamente ciencia ficción. Quizás esa fue unas de las razones por
las que la obra fue tildada en su momento de exquisita.» Una novela breve
pero intensa, de fácil lectura con una historia sencilla, sutil y a la vez
capaz de enternecernos con sus breves diálogos y su narrativa sutilmente
descriptiva. Un relato sobre las trabas que el destino y el ser humano pone
para llegar a ser felices.
Recomendado
para aquellos que quieran descubrir la realidad y la situación de los japoneses
de aquella época, también para aquellos que les gusta descubrir nuevos autores
asiáticos, Ōgai Mori es un escritor que se expresa con delicadeza y es crítico
con la época en la que vivió. Por último para aquellos que tengan curiosidad
sobre cómo una persona puede descuidarse y encontrarse junto a un inesperado
presente.
Extractos:
En diversas situaciones, mi
carácter tendía al aislamiento más absoluto. Tenía por costumbre observar a
esas mujeres que esperaban clientes sentadas en los cafés. Sus rostros estaban
muy maquillados y vestían ropas chillonas, pero jamás reuní el valor necesario
para acercarme a ninguna de ellas. Tampoco tuve valor suficiente para unirme a
esos grupos de hombres que pululaban por la ciudad ataviados con sus sombreros
de copa, sus quevedos y ese acento nasal tan peculiar de los prusianos. No
tenía ánimo para tales cosas y era perfectamente consciente de que me resultaba
imposible mezclarme con mis compatriotas más festivos. Por culpa de esa
distancia que yo parecía interponer entre nosotros, comenzaron a albergar
cierto resentimiento contra mí. Después empezaron a inventar motivos para mi
comportamiento e, incluso, llegaron a acusarme de delitos que yo no había
cometido. No me quedó más remedio que soportar muchas calumnias y pasar
dificultades durante un cierto tiempo.
Después de desayunar, Elise solía
acudir a sus ensayos en el teatro y cuando tenía un día libre se quedaba en
casa. Yo solía ir a un café de la Königstrasse que disponía de una sala de
lectura de periódicos, escondida tras su estrecha fachada y su largo y oscuro
interior. Allí, en una habitación iluminada por la luz del sol, adquirí la
costumbre de leer todos los diarios de la mañana y aprovechaba para recopilar
material con el que escribir un artículo o dos con un lapicero. El café lo
frecuentaban jóvenes sin empleo fijo, hombres mayores que vivían alegremente
prestando el poco dinero que tenían y comerciantes, que acudían a descansar un
instante en los escasos ratos libres que les dejaban sus negocios y a estirar
un poco las piernas. Me preguntaba qué pensarían del extraño japonés que se
sentaba entre ellos, que iba y venía incesantemente hasta la pared donde
estaban colgados los periódicos en sus soportes de madera y escribía con aire
ocupado sobre la fría mesa de mármol, ajeno por completo al hecho de que la
taza de café que le llevaba la camarera se le quedaba fría. Cuando Elise tenía
ensayos, pasaba por allí a recogerme alrededor de la una del mediodía, en su
camino de regreso a casa. Había quienes nos miraban con desaprobación cuando
salíamos juntos del café. A aquella grácil chica, que daba la impresión de ser
capaz de bailar sobre la palma de la mano, y a mí.
Editorial: Impedimenta
Autor: Ōgai MoriPáginas: 80
Precio: 9,95 euros
Book trailer:
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