Mircea Cărtărescu
Lulu
Seguían
los periodos sin Lulu, de una bella normalidad. Delia, el perro, el Peugeot, la
obligación de escribir cinco páginas al día todos los días de mi vida… Listas
kilométricas con las cartas que tenía que enviar, con los teléfonos a los que
tenía que llamar, con invitaciones a simposios y mesas redondas, fechas de
entrega de artículos y libros. Vacaciones en la montaña, visitas al dentista,
gastos… derechos de autor… Las tachaba a medida que las iba resolviendo…
Después, las novelas. La investigación de los ambientes. El cálculo de las cronologías. La amalgama de las historias. El arte combinatorio de las situaciones vitales. Los personajes, cada uno con su psicología… ¡Dios mío, el sufrimiento de tener que escribir un libro más, al menos de vez en cuando! Nunca he odiado a nadie tanto como al coronel Dionisie Rădăuceanu, el que creó mi reputación y me reportó bienestar. ¡Una porquería de personaje en una porquería de novela! Espero no tener que acabar jamás esa trilogía, pero eso mismo digo en todos los periodos con Lulu…
Después, las novelas. La investigación de los ambientes. El cálculo de las cronologías. La amalgama de las historias. El arte combinatorio de las situaciones vitales. Los personajes, cada uno con su psicología… ¡Dios mío, el sufrimiento de tener que escribir un libro más, al menos de vez en cuando! Nunca he odiado a nadie tanto como al coronel Dionisie Rădăuceanu, el que creó mi reputación y me reportó bienestar. ¡Una porquería de personaje en una porquería de novela! Espero no tener que acabar jamás esa trilogía, pero eso mismo digo en todos los periodos con Lulu…
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