Capital de John Lanchester
ISBN 978-84-339-7863-9
PVP con IVA 24.90 €
Nº de páginas 608
Colección Panorama de narrativas
Traducción Antonio-Prometeo
Moya
Todos viven o trabajan
en una calle de Londres; algunos se conocen, otros no, pero casi todos acabarán
cruzándose. Roger Yount es un banquero de la City que espera una prima anual
suficiente para pagar su segunda vivienda; ya tiene dos coches y también
quisiera tener dos mujeres.
Y que la segunda fuera menos manirrota que la oficial, que no da golpe. Antes de conseguir lo que sueña, se queda sin trabajo, cargado de deudas y al cuidado de su hijo menor, porque su todavía única mujer lo abandona temporalmente. Ahmed es un pakistaní que tiene una tienda y dos hermanos, uno vago y fundamentalista, otro trabajador y demócrata. Cuando llega su madre de Pakistán, está dispuesta a criticarlo todo menos al hijo enloquecidamente religioso... También está Petunia, una anciana que no sabe que en su casa hay escondido medio millón de libras. Y Zbigniew, el albañil polaco, y Smitty, un artista del escándalo y cuyo verdadero nombre nadie conoce, y sólo sabemos que es nieto de Petunia...
Y que la segunda fuera menos manirrota que la oficial, que no da golpe. Antes de conseguir lo que sueña, se queda sin trabajo, cargado de deudas y al cuidado de su hijo menor, porque su todavía única mujer lo abandona temporalmente. Ahmed es un pakistaní que tiene una tienda y dos hermanos, uno vago y fundamentalista, otro trabajador y demócrata. Cuando llega su madre de Pakistán, está dispuesta a criticarlo todo menos al hijo enloquecidamente religioso... También está Petunia, una anciana que no sabe que en su casa hay escondido medio millón de libras. Y Zbigniew, el albañil polaco, y Smitty, un artista del escándalo y cuyo verdadero nombre nadie conoce, y sólo sabemos que es nieto de Petunia...
Entretanto, la crisis
económica acecha a Londres, y al mundo, y cada uno de los vecinos de la calle
recibe una postal entre amenazante y siniestra que dice «Queremos lo que usted
tiene». ¿Será su vivienda, sus tesoros escondidos, sus deseos, los confesados y
los inconfesables? Capital combina una gran novela de «vidas cruzadas»,
como lo hicieran en el pasado Joseph Roth, John dos Passos o Stefan Zweig, con
grandes frescos contemporáneos, y el resultado es un microcosmos espléndido,
irresistible, que sólo una gran novela, o la vida, pueden contener.
«Leer Capital es como
estudiar un curso intensivo sobre la transformación de las costumbres y las
diferencias de clase de los británicos» (The New York Times).
«Asombrosamente buena;
dudo de que este año haya una novela mejor» (Andrew O’Hagan).
«Rebosante de
perspicacia, empatía y entusiasmo, su retrato del mestizaje de la metrópolis
es, desde todo punto de vista, un gran logro» (Peter Kemp, The Sunday Times).
«Un abigarrado,
irresistible relato de la vida en Londres, un retrato precrisis de codicia,
miedo y dinero... Lanchester mueve los hilos de todas estas vidas cruzadas con
una pericia infinita. Y la veta de ironía, de ingenio, de comicidad que recorre
todo el libro, hace que sea una delicia leerlo» (The Times).
«Capital procede
de una gran tradición de novelas llenas de noticias del aquí y ahora, en las
que las complejidades del momento presente son observadas con inteligencia y
gusto, y brillantemente dramatizadas. Y es evidente que su inteligencia, sus
personajes, su comprensión de la realidad, la amplitud de su visión, fascinaran
también a los lectores del futuro» (Colm Toibín).
«La gran novela del
Londres del siglo XXI» (Leo Robson, New Statesman).
Petunia
no se creía mujer que lo hubiera «visto todo». Pensaba que había tenido una
vida limitada y monótona. A pesar de todo había vivido dos terceras partes de
la historia de la calle y había visto mucho, fijándose en muchas más cosas de
las que admitía y juzgando lo menos posible. Sobre este particular opinaba que
Albert había emitido juicios suficientes por los dos. La única laguna
detectable en sus vivencias de Pepys Road se refería al momento en que había
sido evacuada durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, ya que
había pasado de 1940 a 1942 en una granja de Suffolk. Era una época en la que
prefería no pensar, no porque nadie la hubiera hecho sufrir –el granjero y su
señora fueron de lo más amable, todo lo amables que el incesante trabajo manual
les permitía ser–, sino porque echaba de menos a sus padres y su agradable vida
familiar, con jornadas jalonadas por el momento en que el padre volvía del
trabajo y el té que tomaban juntos a las seis. Lo irónico fue que a pesar de
ser evacuada para que no la alcanzaran las bombas, había estado allí la noche
de 1944 en que una V-2 había caído diez casas más abajo. Había sido a las
cuatro de la madrugada y Petunia recordaba aún que la explosión había sido más
una sacudida física que un estruendo: la echó con fuerza de la cama, como un
compañero cansado de dormir con ella pero que no quiere lastimarla. Aquella
noche murieron diez personas. El funeral, celebrado en la enorme iglesia del
parque, fue terrible. Era mejor celebrar servicios fúnebres los días lluviosos,
cuando no se viera el cielo, pero aquel día fue despejado, soleado y luminoso y
Petunia no pudo dejar de pensar en él durante meses.
Apareció
una furgoneta en la calle, redujo la velocidad y se detuvo delante de la casa.
El motor diésel roncaba con tanta fuerza que los cristales vibraban. ¿Sería
aquélla? No, la furgoneta reanudó la marcha, avanzó por la calle y dio un
brinco al llegar a los badenes. En teoría estaban allí para aligerar el tráfico
de la calle, pero lo único que conseguían era aumentar el ruido y la
contaminación, porque los coches reducían la velocidad al llegar a los resaltos
y luego aceleraban para alejarse. Desde que los habían puesto allí no había día
en que Albert no se quejara de ellos: literalmente ni un solo día, desde que
reabrieron la calle al tráfico hasta su repentina muerte.
Petunia
oyó que la furgoneta se detenía más abajo. Una entrega, aunque no de
comestibles y no para ella. Era una de las principales cosas que había
advertido en la calle aquellos días: las entregas. Sucedía con creciente
frecuencia conforme aumentaba el postín de la calle, y allí estaba Petunia
ahora, esperando una entrega para ella. Había una antigua expresión para
describirlo: clientela selecta. Recordaba que su madre hablaba de «la clientela
selecta». Hacía pensar en hombres con sombreros de copa y en coches de
caballos. Ser parte de la clientela selecta, a mis años, pensó Petunia. La idea
la hizo sonreír. Lo que había comprado era su comida y era un experimento de su
hija Mary, que vivía en Essex. A Petunia empezaba a costarle ir de tiendas, no
en exceso, pero sí lo suficiente para que la pusiera nerviosa el ir a la
avenida y volver con más de una cesta. Así que Mary se había encargado de que
le entregaran a domicilio una serie de productos básicos, de modo que una vez a
la semana, todos los miércoles a la misma hora, entre las diez y mediodía, le
llegaban los artículos más grandes y pesados. A Petunia le habría gustado más,
mucho más, que Mary o Graham, el hijo de Mary, que vivía en Londres, la
acompañaran a hacer la compra y la ayudasen personalmente; pero esta opción no
se había tenido en cuenta.
Volvió
a oírse un motor de furgoneta, un motor más ruidoso esta vez, y la furgoneta
pasó de largo, aunque no fue muy lejos; la oyó detenerse más abajo. Vio el
logotipo por la ventana: ¡Tesco! Un hombre se acercó a su jardín delantero
cargado con un palé y se las arregló hábilmente para abrir la verja con la
cadera. Petunia se levantó despacio, apoyándose con ambas manos, y se detuvo un
instante para no perder el equilibrio. Abrió la puerta.
Los hermanos Sisters de Patrick deWitt
ISBN 978-84-339-7865-3
PVP con IVA 18.90 €
Nº de páginas 336
Colección Panorama de narrativas
Traducción Mauricio Bach
Charlie y Eli Sisters
viven en Oregon City y trabajan para el Comodoro, un magnate y quizá aspirante
a político que mueve muchos hilos en las sombras y tiene múltiples y variados
negocios. Los hermanos, todo hay que decirlo, son sus matones y a veces sus
verdugos. Y ahora van rumbo a Sacramento, en California, a cumplir un nuevo
trabajo para su jefe, acabar con Hermann Kermit Warm, un buscador de oro.
Porque la novela transcurre en 1851, en plena fiebre del oro. No se sabe muy bien
en qué río aurífero se encuentra Warm, y el comodoro ha enviado por delante a
Morris, el dandy, que también trabaja para él y tiene que averiguar su paradero
y seguirlo, para entregárselo a los Sisters.
Y la novela no es sólo
la historia del encuentro con el excéntrico, sabio y aventurero Hermann Kermit
Warm, a quien no saben por qué deben matar, sino que es también el camino, la
cambiante relación entre los dos hermanos y los encuentros y aventuras que en
esa deriva por el lejano Oeste se suceden: vagabundos, locos, burdeles, putas y
hasta una peculiar contable que fascina a Eli, el menor de los hermanos, un
moralista transitoriamente amoral a quien a veces le pesan su oficio y su
soledad.
Una novela muy
seductora, negra y divertida. Los críticos han comparado a su autor con Cormac
McCarthy, pero éste es más bien hijo de Faulkner, mientras que deWitt es
sobrino de Mark Twain y primo hermano de los hermanos Coen, si de parentescos
literarios se trata.
«DeWitt ha escrito una
novela del lejano Oeste que subvierte el género, emocionante, divertidísima e
inesperadamente conmovedora» (Publishers Weekly).
«El autor cabalga por
un sendero paralelo a la huella de Cormac McCarthy, pero se desvía con
frecuencia al territorio de lo cómico para producir una narración salvajemente
divertida, estremecedoramente violenta e iluminada a veces por la tristeza»
(Ron Charles, The Washington Post).
«Una escritura
soberbia, cada capítulo es un cuento en sí mismo, apoyado en la fascinación por
los aforismos de Eli... En Los hermanos Sisters, una diabólica combinación de
Laurel y Hardy y Butch Cassidy and the Sundace Kid (con un toque de don Quijote
y Sancho Panza, para enfatizar la altísima apuesta literaria), deWitt ha creado
otra pareja de ficción inolvidable» (Catherine Taylor, The Telegraph).
«Un western con una
audaz y hermosa estructura de novela picaresca… La novela es a menudo
conmovedora, siempre divertida y, sobre todo, muy original» (New Statesman).
«Estremecedora... algo
así como Valor de ley contada por Tom Waits» (Tom Chiarella, Esquire).
«Bienvenidos al salvaje
y estrepitoso Oeste de la chispeante, imprevisible fábula de Patrick deWitt.
Exquisitamente original, arrebatadoramente divertida, la novela te seduce desde
la página uno y quisieras que la última cabalgata hacia el sol poniente no
llegara nunca» (Boston Globe).
Aparté
la botella y le pregunté por los detalles del trabajo. Teníamos que ir a California
para encontrar y matar a un buscador de oro llamado Hermann Kermit Warm.
Charlie sacó del bolsillo de su chaqueta una carta del sabueso del comodoro, un
petimetre llamado Henry Morris que solía ir en avanzadilla para reunir
información: «He estado vigilando a Warm durante varios días y puedo decir lo
siguiente con respecto a sus hábitos y carácter: es en esencia un solitario,
pero pasa muchas horas en las cantinas de San Francisco, leyendo sus libros de
ciencia y matemáticas o haciendo dibujos en los márgenes. Lleva esos libros
atados con una correa, como si fuese un colegial, lo cual provoca burlas. Es
bajito, lo cual lo hace todavía más ridículo, pero, cuidado, no se le pueden
hacer bromas sobre su tamaño. Le he visto pelear varias veces, y aunque habitualmente
pierde, no creo que ninguno de sus contrincantes quiera volver a pelear con él.
Entre otras cosas, por ejemplo, muerde. Es calvo, con la barba pelirroja,
brazos largos y desgarbados, y un vientre prominente digno de una embarazada.
Se lava muy de tarde en tarde y duerme donde buenamente puede: establos,
portales e incluso en la misma calle. Cuando entabla una conversación, sus
maneras son bruscas y poco agradables. Lleva una cría de dragón metida en una
faja atada a la cintura. No bebe muy a menudo, pero cuando por fin se decide a
empinar el codo, lo hace hasta acabar completamente borracho. Paga su whisky
con pepitas de oro que guarda en una bolsita de cuero que lleva colgada de un
cordel y oculta entre los pliegues de las varias capas de ropa con las que
viste. No ha abandonado la ciudad ni una sola vez desde que yo estoy aquí y no
sé si planea volver a su concesión, que está a unos quince kilómetros de
Sacramento (adjunto mapa). Ayer en la cantina me pidió fuego dirigiéndose a mí
con amabilidad y por mi nombre. No tengo ni idea de cómo lo ha averiguado, ya
que nunca ha parecido percatarse de que lo seguía. Cuando le pregunté cómo
sabía quién era yo, se puso agresivo y opté por marcharme. No me preocupa,
aunque hay quien dice que posee una mente inusitadamente privilegiada. Admito
que es singular, pero tal vez sea lo más cercano a un piropo que puedo decir
sobre él.»
Junto
al mapa de la concesión de Warm, Morris había dibujado un emborronado retrato
del tipo; tan tosco y confuso que si de pronto lo tuviera a mi lado, no lo
reconocería. Se lo comenté a Charlie, que dijo:
–Morris
nos espera en un hotel de San Francisco. Él nos señalará a Warm y nosotros
haremos nuestro trabajo. He oído que es un buen sitio para matar a alguien.
Cuando no están ocupados incendiando la ciudad entera, están distraídos con la
inacabable reconstrucción.
–¿Y
por qué no lo mata el propio Morris?
–Siempre
preguntas lo mismo y yo siempre te contesto lo mismo: no es su trabajo, es el
nuestro.
–No
tiene ni pies ni cabeza. El comodoro me recorta el salario pero le paga a ese
inepto sus honorarios y sus gastos sólo para que Warm se percate de que lo
están vigilando.
–No
puedes llamar a Morris inepto, hermano. Es la primera vez que comete un error,
y lo ha reconocido abiertamente. Creo que el hecho de que lo haya descubierto
dice más de Warm que de Morris.
–Pero
ese tipo pasa la noche en la calle. ¿Qué le impide a Morris pegarle un tiro
mientras duerme?
–¿Qué
te parece el pequeño detalle de que Morris no es un asesino?
–¿Y
entonces para qué lo envía allí? ¿Por qué no nos envió a nosotros hace un mes?
–Hace
un mes nosotros estábamos con otro trabajo. Te olvidas de que el comodoro tiene
muchos intereses y preocupaciones y sólo puede hacerse cargo de ellos de uno en
uno. Un trabajo precipitado es un mal trabajo, son sus propias palabras. Sólo
tienes que admirar su éxito para darte cuenta de que está en lo cierto.
Cómo ser mujer de Caitlin Moran
ISBN 978-84-339-7870-7
PVP con IVA 19.90 €
Nº de páginas 360
Colección Panorama de narrativas
Traducción Marta Salís
No hubo nunca mejor
época que ésta para ser mujer: tenemos el voto y la píldora, y desde 1727 ya no
nos envían a la hoguera por brujas. Pero, ¿cómo ser mujer? Esa es precisamente
la gran, eterna pregunta a la que Caitlin Moran se propone responder en una
obra que aborda a calzón quitado –a veces literalmente–, con inteligencia,
desvergüenza e ironía y también una salvaje franqueza, los principales aspectos
de la condición femenina. Mezcla de libro de memorias y de divertida
vociferación, apoyándose siempre en sus experiencias como mujer, feminista e
hija de una familia numerosa y proletaria, Caitlin Moran se describe con una
sinceridad y una audacia militantes, y habla con absoluta sinceridad de su
relación con su cuerpo. Y con la comida, con los hombres, con el trabajo, la
sexualidad, la maternidad, el aborto. Pero también escribe sobre la importancia
de Lady Gaga, y los errores y horrores de la depilación más íntima, o el botox.
Y sobre mucho más.
Así, alternando
provocativas observaciones sobre la vida de las mujeres con historias
ferozmente divertidas sobre sí misma, desnuda, deconstruye y arroja al fuego la
imagen políticamente correcta de la mujer del siglo XXI. Y nos descubre página
tras página esos secretos que se cuentan en voz baja las amigas verdaderas, y
no esas equívocas colegas que jamás se quitan la máscara de la feminidad
perfecta.
«El feminismo, sostiene
Caitlin Moran, es demasiado importante para que se lo dejemos a los académicos.
Y su libro, tan brillante y tan necesario, tan implacablemente cómico y tan
serio, es precisamente lo que el feminismo estaba esperando» (Frances Wilson,
Times Literary Supplement).
«Digámoslo de entrada:
este libro es un bombazo. Hay frases que os harán reír a carcajadas,
situaciones reales como la vida misma, y en las que os reconoceréis,
asombradas. Y es muy, muy divertido... El gran mérito de Cómo ser mujer es que
contribuye a la confianza en sí misma de las mujeres. Y nos recuerda que el
sexismo, y todo lo que va unido a él, no sólo es represivo, sino aburrido y
estúpido» (Miranda Sawyer, The Observer).
«Una crónica ocurrente
y atrevida de la feminidad contemporánea... Una escritora con talento,
verdaderamente original» (Germaine Greer, The Times).
«Muestra el lado
irónico del feminismo más feroz y provocativo» (Paola Sara Battistioli, Tu
Style).
–¡Sólo
nos quedan seis horas de DIVERSIÓN! –digo–. Seis horas de FIESTA DE CUMPLEAÑOS.
¿Quién SABE lo que puede pasar? Después de todo, ¡ésta es una CASA DE LOCOS!
Mi
optimismo, por lo general, no tiene límites. Poseo todo el entusiasmo de una
idiota. Ayer anoté en mi diario: «He cambiado la freidora de encimera, ¡y queda
GENIAL!»
En
mi lugar favorito del mundo, la playa sur de Aberystwyth, desemboca un caudal
de aguas residuales.
Estoy
absolutamente convencida de que la estúpida perra nueva es la reencarnación de
nuestro perro anterior, aunque ella naciera dos años antes de que muriese él.
–¡Son
los ojos de Sparky! –insisto, mirando a nuestra estúpida perra nueva–. ¡Sparky
NUNCA NOS DEJÓ!
Poniendo
los ojos en blanco con desdén, Caz me da su felicitación. Es una fotografía mía
en la que ha dibujado una nariz que ocupa aproximadamente tres cuartas partes
de la cabeza.
«Recuerda:
prometiste marcharte de casa al cumplir dieciocho años para que yo pueda
quedarme con tu cuarto», ha escrito en su interior. «¡Sólo quedan cinco años!
¡A no ser que te mueras antes! Besos, Caz.»
Weena
tiene nueve años. En su felicitación también habla del día en que me vaya y le
ceda mi cuarto: sólo que en su caso lo dicen unos robots, y eso lo hace menos
«personal».
El
espacio está muy solicitado en nuestra casa, como prueba el hecho de que yo
siga sin encontrar dónde sentarme. Estoy a punto de hacerlo sobre mi hermano
Eddie cuando aparece mamá con un plato lleno de velas encendidas.
–¡Cumpleaños
feliz! –me cantan todos–. Fui al ZOO. Vi un MONO GORDO y ¡creí que eras TÚ!1
Mamá
se agacha hasta el suelo, donde estoy sentada, y sujeta el plato delante de mí.
–¡Sopla
las velas y pide un deseo! –exclama alegremente.
–No
es una tarta –digo–. Es una baguette.
–Rellena
de queso Philadelphia –responde mamá, divertida.
–Es
una baguette –repito–. Y sólo tiene siete velas.
–Eres
demasiado mayor para una tarta –dice mamá, y sopla ella las velas–. ¡Y cada
vela cuenta por dos!
–Eso
sumaría catorce.
–¡No
seas tan quisquillosa!
Me
como mi baguette de cumpleaños. Está deliciosa. Me encanta el queso
Philadelphia. ¡Qué rico! ¡Tan bueno! ¡Tan cremoso!
Nacimiento de un puente de Maylis de Kerangal
ISBN 978-84-339-7868-4
PVP con IVA 19.90 €
Nº de páginas 288
Colección Panorama de narrativas
Traducción Jaime Zulaika
El puente de Coca, en
una California imaginaria, es el sueño de cemento y acero de un alcalde
megalómano. Un proyecto que surge tras una estancia en Dubái, donde el político
experimenta un rapto místico ante la proliferación de rascacielos, se contagia
de la fiebre del progreso y decide propagarla en su ciudad. Pero la novela
narra también la historia de todos aquellos que entretejen sus vidas con la
construcción de la faraónica obra. Entre ellos, un minero chino de diecisiete
años, una intendenta rusa, unos buscadores de oro, un conductor de grúas... Y,
al mando, el jefe de obra, un ingeniero ególatra y alcohólico que surca el
planeta de proyecto en proyecto en su afán de domesticar el espacio. Al ritmo
de la construcción del puente, con el que el alcalde pretende acabar con el aislamiento
económico del lugar, la novela discurre vital y violenta como la lucha entre
los hombres y la naturaleza que éstos tratan de conquistar. Galardonada con el
Premio Médicis y el Franz Hessel.
«Un texto magnífico,
trepidante, singular» (Raphaële Rérolle, Le Monde).
«Original, palpitante,
a menudo sorprendente, esta obra de arte acerca de una “obra” de arte es total»
(B. Quiriny, Le Magazine Littéraire).
«Un libro ambicioso y
vibrante… Una verdadera obra de arte… ¡literario!» (Delphine Peras, L’Express).
El
15 de agosto de 2007, el New York Times anunció en sus páginas de «Business» la
construcción de un puente en tres líneas breves en caja baja y letras de cuerpo
12 que en otros tan sólo suscitó cejas arqueadas; pensaron: vaya, hay gente que
va tener trabajo; o bien, ya está, se relanzan mediante una política de grandes
obras públicas, eso es todo. Pero las empresas de ingeniería hundidas en el
fango de la crisis económica se pusieron en marcha mucho más rápido: sus
equipos se apresuraron a buscar informaciones, a establecer contactos dentro de
las empresas que habían suscrito los contratos, a infiltrar topos en ellas,
todo con objeto de ocupar un buen puesto en la lista de candidatos y proveerlas
de personal, de máquinas, de materias primas y servicios de todo tipo. Pero era
demasiado tarde, la partida ya estaba jugada, los acuerdos firmados. Eran fruto
de un proceso de selección lento y delicado que, aunque acelerado como si
hubiese sido objeto de un procedimiento especial, tardó dos años en plasmarse
en párrafos oficiales al pie de contratos de como mínimo ciento cincuenta
páginas. Un calendario que parecía una carrera de vallas: septiembre de 2005,
el municipio de Coca convoca una licitación abierta a participantes
internacionales; febrero de 2006, se preseleccionan cinco empresas y, por
añadidura, definen la licitación; 20 de diciembre de 2006, entrega de
expedientes; 15 de abril de 2007, se designa a las dos empresas finalistas para
la última etapa de selección; 1 de junio de 2007, el presidente de la CPNC
(Comisión para el Puente Nuevo de Coca) proclama el nombre del vencedor:
Pontoverde –agrupación de sociedades francesa (Héraclès Group), americana
(Blackoak, Inc.) e india (Green Shiva Entr.)– se lleva el pastel.
El
concurso había impuesto un calendario infernal y sometido a presión a
centenares de personas en todo el mundo. Hubo excitación y hubo gresca. Los
ingenieros trabajaban duro quince horas al día y el resto del tiempo vivían con
la BlackBerry o el iPhone pegado a la oreja, metido por la noche debajo de la
almohada, y subían el volumen cuando entraban en la ducha o se machacaban en el
squash o el tenis, ponían el vibrador a tope cuando iban al cine, e iban muy
poco porque sólo pensaban en eso, en ese puto puente, esa puta licitación que
les obsesionaba, les excluía de la vida. Pasaban las semanas, los niños se
alejaban, las casas se ensuciaban y pronto no tocarían más cuerpos que el suyo.
Hubo agotamientos nerviosos, depresiones, abortos espontáneos y divorcios,
escarceos sexuales en los open spaces,
pero no eran divertidos, no eran lúdicos, una simple ocasión al vuelo, y la
incapacidad de resistirse a una promesa de placer cuando la nuca cruje y te has
quemado las pestañas durante doce horas con los gráficos de Excel, accesos de
fiebre convertidos en coitos rápidos, cualquier cosa, y finalmente, aunque
atrozmente frustrados al anunciarse el ganador, a los rechazados les alivió no
seguir adelante: habían envejecido, estaban agotados, muertos, sin más jugo que
el de las lágrimas de cansancio vertidas en cuanto estaban solos en el coche al
volver del trabajo, cuando la radio emitía una melodía de rock, un fragmento
pletórico de juventud y de ganas de juerga, Go Your Own Way de Fleetwood Mac o
cualquier cosa de los Beach Boys, y cuando anochecía y aparcaban en el garaje
no se apeaban inmediatamente, sino que se quedaban en la oscuridad, con los
faros apagados y las manos sobre el volante, y de pronto proyectaban
abandonarlo todo, vender el piso, pagar los créditos y en marcha, todo el mundo
descalzo dentro del coche hacia California.
La misma ciudad de Luisgé Martín
ISBN 978-84-339-9763-0
PVP con IVA 13.90 €
Nº de páginas 136
Colección Narrativas hispánicas
El día 10 de septiembre
de 2001, Brandon Moy se encontró en Nueva York con un antiguo amigo que le hizo
recordar todos aquellos sueños que habían compartido en la juventud y que él
nunca había cumplido. Moy tenía una esposa a la que amaba, un hijo ejemplar, un
apartamento envidiable en Manhattan y un trabajo de éxito, pero al recordar
todo lo que había querido hacer en la vida sintió que había fracasado. A la
mañana siguiente de ese encuentro, mientras él iba camino de su trabajo en las
Torres Gemelas, los aviones de Al Qaeda las derribaron. Brandon Moy creyó que
el destino le ofrecía una segunda oportunidad.
La misma ciudad es la
historia de esa segunda oportunidad. La historia de Brandon Moy en busca de sí
mismo a lo largo de una geografía a veces tenebrosa. Un viaje a través de lo
ilusorio de los sueños y del valor de la aventura como fuente de riqueza
existencial. La misma ciudad, con un protagonista de muchas caras, es una
novela brutal y refinada al mismo tiempo, que reúne la quintaesencia del mundo
narrativo de Luisgé Martín.
Después de La mujer de
sombra, su novela anterior, que obtuvo una unánime y extraordinaria acogida
crítica como una obra maestra «por el filo del abismo» (Enrique Turpin, La
Vanguardia), Luisgé Martín nos brinda La misma ciudad, una joya literaria que
lo confirma como uno de los mejores y más sólidos escritores de su generación.
A
partir de ese momento, su vida fue apacible. Gracias a su reputación
profesional pudo cambiar de trabajo en tres ocasiones y alcanzar una posición
financiera desahogada. Con la herencia de su suegro, que murió en un accidente,
su esposa y él decidieron mudarse a un apartamento más grande, al lado de
Central Park, y más tarde, en el año 1999, compraron una casa pequeña en Long
Island para pasar allí las temporadas de vacaciones. Trataron de engendrar otro
hijo antes de que a ella se le descompusiera el organismo por la edad, pero no
fueron capaces de hacerlo. Como alternativa, compraron un cachorro de mastín
que, pocos meses después, tenía un tamaño gigantesco y atronaba la casa con sus
ladridos. La vida de Moy, de ese modo, se convirtió enseguida en un transcurso
plácido e insustancial. Tenía casi todo lo que un hombre de su posición puede
desear, pero ahora que lo había conseguido no comprendía muy bien cuáles eran
sus provechos. Amaba a Adriana, su esposa, y nunca tenía con ella disputas
comprometidas, pero a menudo se aburría cuando estaban juntos, de modo que si
salían a cenar a algún restaurante o iban al teatro, él hacía todo lo posible
para que algún otro matrimonio amigo les acompañara. El amor que sentía por su
hijo Brent era aún mayor y de una naturaleza extraña, atávica, pero a pesar de
ello no dejaba de pensar, a veces, que para cuidarle había tenido que renunciar
a muchas de las costumbres que le habían hecho feliz durante la juventud:
cuando nació, Adriana y él dejaron de ir a fiestas y a discotecas, guardaron en
el trastero la tienda de campaña con la que se escapaban algunos fines de
semana a las montañas de Catskill, cerca de Nueva York, y cancelaron los planes
que habían hecho para viajar a los países de Europa que no conocían y al sur de
la India, adonde él, que tenía un hermano mayor de modales hippies, había
soñado siempre con peregrinar. El empleo que desempeñaba, resolviendo los
asuntos legales de una compañía de servicios financieros, no le satisfacía ya,
y el jefe a cuyas órdenes debía trabajar había llegado a convertirse para él,
con el paso del tiempo, en una especie de ogro sanguinario y pánfilo que le
atormentaba. Para triunfar profesionalmente y hacer fortuna con la abogacía
había abandonado hacía años el ejercicio de la literatura, que en la época
universitaria, cuando conoció a Adriana, era su mayor pasión. También había ido
desinteresándose poco a poco de sus aficiones: ya no tocaba el saxofón nunca,
salvo en alguna solemnidad especial en la que se lo rogaban, ni participaba en las
reuniones de un círculo de debates políticos de Brooklyn del que era miembro.
En su existencia, en fin, sólo había ya acontecimientos sin emoción y rutinas
confortables.
Todos
los lunes, al salir del despacho, iba a una piscina climatizada de la calle 51
Oeste y nadaba durante casi dos horas para desentumecer los músculos del
cuerpo, que después de la haraganería del fin de semana solían estar tiesos y
doloridos. Luego regresaba a casa caminando, cenaba algo con Adriana y se
tumbaba en la cama a leer algún libro hasta que le llegaba el sueño. El lunes
diez de septiembre de 2001 tuvo que asistir en las oficinas de un pleiteador a
una reunión de urgencia que se alargó mucho, pero a pesar de ello fue a la
piscina y nadó durante dos horas, como solía, hasta que los pensamientos le
desaparecieron de la mente y, rendido por el esfuerzo, el cuerpo se le templó.
Era más tarde de lo habitual, pero no quiso tomar un taxi para volver a casa.
Telefoneó a Adriana para avisarla del retraso y caminó con calma por Lexington
Avenue, hacia el norte, y después por la calle 60, donde vivía. En ese camino,
que era el que recorría todos los lunes un poco más temprano, pasó por delante
del restaurante Continental, que al parecer en aquella época era uno de los más
apreciados de la ciudad o tenía, al menos, una reputación exclusiva entre un
cierto grupo de clientes distinguidos y modernos. Cuando viajé a Nueva York en
junio de 2011, paseé por esas calles, siguiendo el recorrido de Brandon Moy, y
busqué el Continental para ver cómo era, pero ya no existía. Según Moy, que
nunca había llegado a entrar, el local tenía dos amplios ventanales
descubiertos a ambos lados de la puerta, y a través de ellos, en el interior,
se podía contemplar a los comensales con sus celebraciones. La luz era tenue y
el ambiente, a pesar de la formalidad que reinaba, parecía siempre bullicioso y
festivo. Alguna vez, al pasar por delante, Moy había pensado que podría llevar
allí a Adriana para sorprenderla, pero luego nunca encontraba la ocasión de
hacerlo.
Pan de Knut Hamsun
ISBN 978-84-339-7619-2
PVP con IVA 14.90 €
Nº de páginas 168
Colección Otra vuelta de tuerca
Traducción Kirsti Baggethun y
Asunción Lorenzo
Una de las obras maestras
de juventud de Hamsun, Pan es un gran canto a la naturaleza del mágico
norte de Noruega, convertido en el marco de una historia de amor. El joven
teniente Glahn, un ser complejo, ermitaño, un enfermo incurable de spleen que
vive una suerte de unión panteísta con el cosmos, recuerda un verano en
Nordland, cuando vivía en una choza perdida en medio de la naturaleza, como
Pan, el dios de los bosques. Pero en una de sus salidas de caza el teniente
tropieza con la andrógina Edvarda. A partir de entonces, viven una apasionada
historia de amor. Edvarda no se toma muy en serio su relación con el teniente y
éste, el orgulloso convertido en pelele, utiliza a Eva, la sirvienta, como su
esclava de amor. Cuando finalmente Edvarda se casa con un barón, se precipita
la catástrofe.
«El teniente Glahn, el
héroe negativo de Pan… es un bárbaro que anhela volver a ser salvaje (Claudio
Magris).
«Una pequeña joya
literaria. Me atrevería a decir que también es una obra maestra»(Ernesto
Ayala-Dip, El Norte de Castilla).
«Una de las novelas más
hermosas que pueden leerse en esta vida» (Luis Alberto de Cuenca, Mercurio).
Perorata del apestado & Argos el ciego de Gesualdo
Bufalino
ISBN 978-84-339-7617-8
PVP con IVA 19.90 €
Nº de páginas 384
Colección Otra vuelta de tuerca
Traducción Joaquín Jordà
Rescatamos, con prólogo
de Jorge Herralde, dos novelas capitales en la obra de Gesualdo Bufalino. La
trama de Perorata del apestado transcurre en un sanatorio para
tuberculosos donde unos singulares personajes pelean débilmente consigo mismos
y con los otros, en espera de la muerte. En esta novela autobiográfica destacan
dos figuras memorables: el Gran Flaco, el impresionante médico del sanatorio, y
Marta la bailarina, la enferma con la que el protagonista vive una historia de
amor sin futuro. En Argos el ciego, el narrador, asediado por el
invierno en un hotel de Roma, evoca, para curarse de sus accesos de angustia,
antiguas aventuras en el corazón del Sur, en tiempos de su juventud. Resulta
así un desdoblamiento en dos ciudades y edades distintas, con máscaras
alternas. Un diario-novela que puede leerse como balada de las damas de antaño
o como mea culpa de un viaje que vanamente se obstina en elevar a leyenda.
«Perorata del
apestado impresionó por la calidad de la escritura y la intensidad de la
historia. Su segunda novela, Argos el ciego, confirma definitivamente el
talento del narrador» (Franco Marcoaldi, Panorama).
«Bufalino es un
escritor extraordinariamente literario, un estilista de excepcional rigor»
(Claudi Marabini, Il Resto del Carlino).
Se
había convertido realmente en un juego querer o desquerer la muerte, en aquel
verano del cuarenta y seis, en la habitación siete bis de la Rocca, adonde
había llegado desde muy lejos, con un lóbulo del pulmón dañado por el hambre y
por el frío, después de haber arrastrado conmigo, de estación en estación, con
los dedos entumecidos en torno al metal del asa, una maleta de soldado,
minúsculo ataúd de abeto para mis veinte años desjarretados. No poseía otro
equipaje, ni contenía gran cosa dentro: un puñado de recuerdos secos, un
revólver descargado entre un par de libros, y las cartas de una mujer que ahora
estaba siendo devorada por la cal, entre Bismantova y el Cusna, bajo una mata
de flores que había oído llamar aquileñas. A mí me estaban prometidas unas
guirnaldas menos frígidas, apenas el permiso hubiera vencido y me hubiera
cansado de reunir a la defensiva, como una formación de veteranos, los
sentimientos supervivientes que me mantenían en vida. Ahora ya no faltaba
mucho: había desaparecido la incredulidad y la vergüenza de los primeros
momentos, cuando cualquier fibra sigue todavía convencida de que es inmortal y
se niega a olvidarlo. Pero sobrevivía el rencor, aunque fuera bajo la especie
de una locuaz piedad por mí mismo. Un rey forastero había venido a habitar bajo
mis costillas, un innombrable minotauro, al que ofrendaba día tras día el
tributo de una libra de mi vida. Era inútil que el corazón, que posee, no menos
que la vista, un precioso poder de acomodación, se empeñara en repetirme que
era yo quien había elegido aquel mal, para limpiar soberbiamente con mi sangre
la sangre que ensuciaba las cosas, y curar, inmolándome en lugar de todos, el
desorden del mundo. No servía. Nunca sirve, con el mero fin de consolarse de
él, ennoblecer un destino que es forzoso padecer. Y por consiguiente, aunque yo
me vanagloriara gustosamente de mi cristiana asunción de la culpa en unos
versos escritos sobre un cuaderno de papel barato, no cesaba, en un recoveco de
la mente, de estimarme un rehén provisional en manos del sanedrín, espiaba a
hurtadillas los recursos de huida, alzaba los brazos sólo para fingir. Pronto
acudirían a alancearme, bajo el patíbulo, unos sudorosos soldados, porque así
debían hacerlo. Pero era hermoso, mientras tanto, aceptar la evidencia del día,
el mandamiento de vivir que entonaban a porfía cada mañana las charangas de los
cien mil gallos de la Conca d’Oro. Cualquier demora, por otra parte, servía
para hacer cada vez más cavilosa y tierna la intimidad con el fin próximo,
hasta el punto de asemejarla un poco a una esgrima amorosa: las mismas añagazas
y negativas y astucias en la mirada y las mismas flaquezas de doncella, antes
de la definitiva capitulación en la oscuridad. Así que no había día o noche, en
la Rocca, en que la muerte no me exhalara encima su versátil y ubicua
presencia; que yo no vislumbrara, en una rendija de luz o en una nubecilla de
polvo, sus maquilladas facciones, ora de ángel ora de esbirro. Ella era el
reloj de sol que dibujaba sobre el techo de mis insomnios las pantomimas del
deseo; ella, el cepo que mordía mis talones; el mar de hojas que el sol
transmuta en hormigueo de monedas de oro; ella, el cráter de obús, el in pace,
las cuatro paredes del vientre donde nadie me busca.
Una música constante de Vikram Seth
ISBN 978-84-339-7718-2
PVP con IVA 9.90 €
Nº de páginas 456
Colección Compactos
Traducción Damià Alou
Michael Holme es un
violinista de gran talento, a quien su maestro auguraba una prometedora carrera
como concertista, y que ha acabado como segundo violín en el Cuarteto Maggiore,
una posición tan cómoda y sin expectativas como su propia vida, que transcurre
gris y melancólica en un Londres igual de triste y melancólico. Incompetente
para el mundo real, sólo dos pasiones le animan: Schubert y su violín, un
Tononi que le regaló su primera amiga y mentora, Mrs. Formby, quien de niño le introdujo
en los placeres de la música y la poesía. Pero el grueso caparazón que mantiene
su fría y rutinaria existencia se ve de pronto roto por el azar: una tarde, en
medio del bullicio de la ciudad, cree ver a Julia, una pianista a la que amó y
perdió diez años atrás debido a sus dudas y a su incapacidad de enfrentarse a
la realidad. A partir de ese momento Michael dedica todas sus fuerzas a
reencontrarla, como si ese viaje desesperado al pasado fuera lo único que
pudiera dar sentido a su vida. Y al hallarla, Michael descubrirá que el pasado
es otra caja de Pandora, y que el abrirla le llevará a un viaje interior por
los laberintos de la memoria y a otro viaje físico por Venecia y Viena en
compañía de Julia, quien le revelará un terrible secreto que afecta a lo más
íntimo de su ser y que es la cruel prueba de que nunca hay una segunda
oportunidad.
«Una de las novelas más
importantes de los últimos tiempos» (Ponç Puigdevall, Presència).
«Muy sutil e insólita
novela... Si la estructuración compleja de Un buen partido afirmaba el rotundo
talento de Seth, el cambio de registro viene a confirmarlo» (Robert
Saladrigas).
«Una fascinante
narración sobre la pasión por la música y la pasión amorosa» (La Vanguardia).
El secreto del mal de Roberto Bolaño
ISBN 978-84-339-7720-5
PVP con IVA 7.90 €
Nº de páginas 192
Colección Compactos
Este volumen viene a
ser el torso –o la armadura inevitablemente incompleta– del que iba a ser el
cuarto libro de relatos de Roberto Bolaño. El puñado de piezas y de esbozos
narrativos aquí reunidos tiene por base un archivo de texto muy tardío en el
que Bolaño estuvo trabajando hasta poco antes de su muerte. A él se han
agregado otros cuentos y fragmentos espigados entre el abundante material
almacenado en el ordenador del escritor, minuciosamente rastreado por Ignacio
Echevarría. El título que engloba el conjunto es el mismo que el de un cuento
que comienza así: «Este cuento es muy simple aunque hubiera podido ser muy
complicado. También: es un cuento inconcluso, porque este tipo de historias no
tienen un final.»
Palabras que ilustran
el carácter que en general comparten todas estas piezas, acerca de las cuales
escribe Echevarría: «La obra entera de Roberto Bolaño permenece suspendida
sobre los abismos a los que no teme asomarse. Es toda su narrativa, y no sólo
El secreto del mal, la que parece regida por una poética de inconclusión. En
ella, la irrupción del horror determina, se diría, la interrupción del relato;
o tal vez ocurre al contrario: es la interrupción del relato la que sugiere al
lector la inminencia del horror.»
Como ya ocurría en Putas
asesinas y en El gaucho insufrible, de nuevo se entremezclan aquí,
junto a relatos propiamente dichos, textos de naturaleza no narrativa –los dos
recogidos previamente en Entre paréntesis, pero acomodados aquí en un contexto
que les es más propio–, conforme a la cada vez más acusada tendencia de Bolaño
a confundir las fronteras genéricas, con el propósito de fecundarlas.
«Aborda uno de los ejes
centrales de la creación del autor chileno: la secreta naturaleza del mal» (La
Tercera, Chile).
Biografía del hambre de Amélie Nothomb
ISBN 978-84-339-7722-9
PVP con IVA 7.90 €
Nº de páginas 208
Colección Compactos
Traducción Sergi Pàmies
Nos hallamos ante un
libro resueltamente autobiográfico que también es una apología contagiosa del
apetito. La autora afirma que, aunque todo lo relatado es real, lo que
diferencia la novela de la realidad es la escritura. No obstante haber padecido
anorexia durante dos años, en el relato explica su vida a través del hambre y
reivindica una avidez y una glotonería en muchos registros: hambre de lenguas,
de libros, de alcohol, de chocolate, ansia de belleza y de descubrimientos...
Amélie Nothomb afirma que tiene «un apetito absoluto», un deseo jamás colmado,
que no parece tener fin y al que la autora asedia en este relato en todas sus
formas, del éxtasis al horror, con brío, dolor, amor, humor y lucidez, mientras
se dibuja en filigrana la complicada paradoja de existir. Biografía del hambre
es un libro en el que Amélie Nothomb se vuelca de una forma mucho más sincera
hacia su infancia, que ya había evocado en Metafísica de los tubos y El
sabotaje amoroso, prolegómenos de la extraordinaria experiencia de Estupor y
temblores.
«Amélie Nothomb es de
esos autores que crea adicción. El lector, en cuanto lee uno de sus libros,
queda atrapado por el universo subyugante de la autora y repite la experiencia
de sumergirse en cada una de las novelas que publica... La mirada limpia y toda
la crueldad propias de la inocencia de la infancia» (Ana María Moix).
«Esta obra conmovedora
e inquietante que es una autobiografía y la apología del disfrute» (Jesús
Aguado, El País).
«Amélie ataca de nuevo
y lo hace con una de sus obras más poderosas y usando su mejor registro.
Chapeau a este ejercicio autobiográfico. Bebamos una copa de champán a su salud
y paseemos de noche por París, como a ella le gusta» (M.ª Ángeles Cabré, La
Vanguardia).
«Su mejor novela»
(Jacinta Cremades, El Mundo).
Una novelita lumpen de Roberto Bolaño
ISBN 978-84-339-7724-3
PVP con IVA 7.90 €
Nº de páginas 160
Colección Compactos
En Una novelita
lumpen Roberto Bolaño abandona los territorios que han marcado su biografía
e imaginario personal para trasladarse hasta la ciudad de Roma. Éste es el
escenario por el que varios personajes extremos deambulan entre el desasosiego
y la locura. La joven protagonista, Bianca, tras la súbita muerte de sus padres
en un accidente automovilístico, inicia un decidido descenso a los infiernos.
Así, declara: «El futuro no me importaba, se me ocurrían ideas, pero esas
ideas, si lo pensaba bien, nunca se proyectaban hacia el futuro.» Y en un test
de la revista Donna Moderna, encontrada por azar, a la pregunta: «Si tuvieras
que matar a alguien, si no tuvieras ninguna otra opción, ¿a quién matarías?»,
contesta, con la implacable seriedad de un jugador: «A cualquiera. Me asomaría
a la ventana y mataría a cualquiera.» Y: «¿Cuántos hijos te gustaría tener?»
Respuesta: «Cero.»
Acompañada por su
hermano y dos hombres misteriosos, Bianca se adentrará en el universo adulto,
descubriendo las peores y más intrigantes facetas de la sexualidad y el engaño.
«Aunque publicada hace
casi una década, esta novelita ha sido una gran desconocida, demos gracias a
Anagrama por haber retomado este tesorito» (Ramón Chao, Le Monde
Diplomatique).
«Todo es fácil y
directo en Una novelita lumpen y sin embargo la novela trata de la
infelicidad y de las recompensas falsas dentro de la infelicidad, de la
valentía para cambiar de rumbo y de la lucidez súbita sobre el rumbo real de la
vida de cada cual: un pedazo de realismo inteligente sin sermón. Vibra sin notarse
la inteligencia sentimental del mejor Bolaño» (Jordi Gracia, El País).
«Bellísimo,
imprescindible y, con perdón, genial» (Diario montañés).
Mimoun de Rafael Chirbes
ISBN 978-84-339-7726-7
PVP con IVA 7.90 €
Nº de páginas 160
Colección Compactos
Un profesor de español
llega a Marruecos con el vago propósito de concluir una novela. Se instala en
Mimoun, un pueblo del Atlas, y allí se cierne sobre él un extraño tejido de
relaciones en el que los personajes se mueven, tropiezan y desaparecen como
bolas de un billar americano.
Francisco, Hassan,
Aixa, Rachida o Charpent son para Manuel, el narrador-protagonista, seres
enigmáticos sobre los que proyecta su propio desconcierto. Pero es Charpent, un
misterioso exiliado, quien, con su proceso autodestructor, le ofrece a Manuel
el contrapunto más exacto de su propio destino, resumido en las palabras de
Rilke: «Oh, Señor, concede a cada cual su propia muerte.»
El Marruecos de Mimoun
no es un marco exótico, sino un espacio palpitante y hostil donde los
personajes buscan la fuerza necesaria para seguir viviendo. Escrita en un
estilo contenido, más sugerente que indicativo, es al mismo tiempo una
narración tensa y pasional que no oculta su pretensión catártica. Veinte años
después de su primera edición, Mimoun, la primera novela de Rafael Chirbes, que
fue tan bien acogida por la crítica y los lectores, sigue brillando en su
narrativa como una joya de inquietante belleza.
«Chirbes ha sabido
inventar una nueva voz» (Álvaro Pombo).
«Hermosa e inquietante»
(Carmen Martín Gaite).
«Espléndida novela»
(Javier Goñi).
«Un debut
impresionante» (Publishers Weekly).
Crimen y castigo de Abraham B. Yehoshúa
ISBN 978-84-339-6123-5
PVP con IVA 14.90 €
Nº de páginas 96
Colección Literatura Infantil
Traducción Sonia de Pedro
Grandes escritores,
pequeños lectores, historias inmortales
Salvar a los clásicos
del olvido, con la ayuda de grandes escritores de hoy. Éste es el sentido de
«Save the Story», una colección ideada por Alessandro Baricco, al cuidado de la
Scuola Holden para futuros escritores, que el propio Baricco fundó y dirige, y
publicada por el grupo L’Espresso, en la que se contarán, en volúmenes de unas
cien páginas, grandes historias del patrimonio literario universal. Los autores
seleccionarán las escenas más emocionantes y significativas de los libros en
cuestión y las interpretarán con un lenguaje contemporáneo. Todos ellos
contarán con ilustraciones a cargo de diseñadores de gran talento.
Un objetivo básico es
acercar los clásicos a las nuevas generaciones, pero es un proyecto pensado
para toda la familia: para el lector culto, para uno más perezoso, y sobre todo
para que los padres lean el libro a los niños a partir de seis años.
Y con la idea, quizá un
poco loca, quizá sensata, de contar a los niños del Tercer Milenio, empachados
de televisión, internet y videojuegos, las historias que han fascinado a
nuestros bisabuelos.
La colección se inició
con cuatro clásicos de extraordinario interés contados por cuatro
celebradísimos autores contemporáneos: Don Juan explicado por Alessandro
Baricco, Los Novios explicado por Umberto Eco, Cyrano de Bergerac explicado por
Stefano Benni y La Nariz explicado por Andrea Camilleri. Ahora presentamos dos
volúmenes más:
La historia de Crimen y
castigo explicada por Abraham B. Yehoshúa, con special thanks a Fiódor M.
Dostoievski. Ilustrada por Sonja Bougaeva.
La historia de
Gilgamesh explicada por Yiyun Li, con special thanks a los sumerios. Ilustrada
por Marco Lorenzetti.
Gilgamesh de Yiyun Li
ISBN 978-84-339-6124-2
PVP con IVA 14.90 €
Nº de páginas 104
Colección Literatura Infantil
Traducción Daniel Najmías
Grandes escritores,
pequeños lectores, historias inmortales
Salvar a los clásicos
del olvido, con la ayuda de grandes escritores de hoy. Éste es el sentido de
«Save the Story», una colección ideada por Alessandro Baricco, al cuidado de la
Scuola Holden para futuros escritores, que el propio Baricco fundó y dirige, y
publicada por el grupo L’Espresso, en la que se contarán, en volúmenes de unas
cien páginas, grandes historias del patrimonio literario universal. Los autores
seleccionarán las escenas más emocionantes y significativas de los libros en
cuestión y las interpretarán con un lenguaje contemporáneo. Todos ellos
contarán con ilustraciones a cargo de diseñadores de gran talento.
Un objetivo básico es
acercar los clásicos a las nuevas generaciones, pero es un proyecto pensado
para toda la familia: para el lector culto, para uno más perezoso, y sobre todo
para que los padres lean el libro a los niños a partir de seis años.
Y con la idea, quizá un
poco loca, quizá sensata, de contar a los niños del Tercer Milenio, empachados
de televisión, internet y videojuegos, las historias que han fascinado a
nuestros bisabuelos.
La colección se inició
con cuatro clásicos de extraordinario interés contados por cuatro
celebradísimos autores contemporáneos: Don Juan explicado por Alessandro
Baricco, Los Novios explicado por Umberto Eco, Cyrano de Bergerac explicado
por Stefano Benni y La Nariz explicado por Andrea Camilleri. Ahora
presentamos dos volúmenes más:
La historia de Crimen
y castigo explicada por Abraham B. Yehoshúa, con special thanks a Fiódor M.
Dostoievski. Ilustrada por Sonja Bougaeva.
La historia de Gilgamesh
explicada por Yiyun Li, con special thanks a los sumerios. Ilustrada por
Marco Lorenzetti.
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