domingo, 16 de junio de 2013

Fragmentos Nº116: El pantano de las mariposas



Federico Axat
El pantano de las mariposas


Tres veces por semana, acudía en mi bicicleta a casa de los Meyer para leerle y hacerle compañía a Joseph, mientras su esposa Collette aprovechaba para visitar a sus amigas o reunirse con los del club de lectura.
Cuando le pregunté a ella por Lolita me aclaró que en su momento había sido un libro controvertido, que narraba la historia de un hombre maduro que se obsesionaba con una muchachita muy joven llamada Dolores. Se lo pedí, y ella accedió a prestármelo, advirtiéndome que no sería una lectura que Amanda aprobaría. La señora Meyer, lectora compulsiva y posiblemente escritora frustrada, sabía de mi incipiente afición por la escritura y cuando me entregó el ejemplar me dijo: «Sam, sé que tienes la madurez suficiente para disfrutar de un gran libro. Y éste lo es». Le dije que tendría cuidado con él y que se lo devolvería lo antes posible.
—¿Un libro? —preguntó Randy, y todos se volvieron hacia él. Mi protegido no entendía cómo alguien podía interesarse por un libro teniendo la televisión.
Amanda apoyó violentamente el libro sobre la mesa.
—¡Allí! —gritó señalando la pequeña biblioteca junto a la puerta—, allí mismo tenéis libros adecuados para iniciaros en la lectura. ¡Y están todos muriéndose de risa! Hemingway, Twain, Dickens, Salgari, Verne. ¡Clásicos! Además, sabéis que podéis acudir a la biblioteca pública, donde el señor Petersen os asesorará gustoso.
Yo apenas la escuchaba. Mis pensamientos se arremolinaban. Amanda acababa de decir algo muy cierto: en la granja de los Carroll la lectura no era un pasatiempo popular. Fuera de las lecturas obligadas de la Biblia, casi nadie elegía pasar el rato en compañía de una buena historia. Ya podía sentir las miradas de sospecha dirigidas hacia mí.
—Hace unas horas he ido a la biblioteca —dijo Amanda achicando los ojos; algo se traía entre manos—, y he hablado con Petersen...
Dejó la frase en suspenso. Petersen, al que todos los niños de Carnival Falls conocían como Stormtrooper por su  palidez y su gusto por vestirse con jerséis ajustados blancos o beige —o una combinación de ambos colores—, era un esbirro de Amanda que la pondría sobre aviso si alguno de nosotros retiraba un libro «inapropiado».
—Me ha dicho que este libro no pertenece a la biblioteca —continuó Amanda—, lo cual supuse al no encontrar el sello. Pero voy a averiguar de dónde ha salido. Y cuando eso suceda, el o la responsable se arrepentirá. Os lo voy a preguntar por última vez, ¿a quién pertenece este libro?
 

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