Gracias a la editorial Impedimenta por cederme un ejemplar de Mapp y Lucía.
Emmeline
Lucas ha vuelto, esta vez con un pesar muy grande a sus espaldas que poco a
poco afrontará para dar un nuevo aire a su ajetreada vida, por ello, es por lo
que decide ir a Tilling, un hermoso pueblo donde decide ir a descansar junto
con su inseparable Georgie. Tras un curioso tableaux
representando a la reina Isabel, con todo tipo de detalles y algún que otro
accidente se marchan a sus vacaciones al idílico pueblo.
Allí
encontrará a todo tipo de personas, Irene, una artista sin ningún tipo de
complejos ni siquiera en sus cuadros; El señor y la señora Wyse, un matrimonio
que no sale de casa sin su Rolls-Royce; Diva, una señora sin pelos en la lengua
adicta a los cotilleos despiadados; el Padre, un vicario de Birmingham siempre
con su acento medieval escocés; Isabel, con su moto y sus curiosa manera de
pensar y hablar; el mayor Benjy, un señor que coge por la mayoría de las
mañanas el tranvía para ir a jugar al golf. Todos ellos se verán envueltos en
la guerra que tendrán Lucía y la señorita Mapp por dejarse en evidencia la una
la otra. Elizabeth Mapp es una señora que tiene al pueblecito bajo un yugo,
allí ella es la Reina Mapp, hasta que llega la señora Lucas y se da cuenta de
que tiene mucho por hacer en el pequeño lugar.
Benson
vuelve a para alegrarnos con sus divertidos diálogos, siempre tan originales, frescos y divertidos pese a la época y
situación en la que fueron escritos, pues como dice el prólogo
de José C.
Vales: Y en medio del caos político y
social, en medio del desastre humano y de la obligada búsqueda de nuevos
modelos literarios para el nuevo mundo del siglo XX, E. F. Benson comienza a
escribir una serie de novelas en las que no se aprecia, en absoluto, ninguna de
las preocupaciones que laten en Woolf, Lawrence o Joyce. En Benson no existe la
angustia por el paso del tiempo, ni el caos del mundo o la contingencia humana
le preocupan lo más mínimo, ni hay ningún interés por la política, la economía,
la sociedad o la tecnología, ni sus personajes prestan atención ninguna a las
pasiones y el sexo… En definitiva, a ojos del lector moderno, en las novelas de
Benson no pasa absolutamente nada. O, peor aún, pasan cosas que avergozarían a
cualquiera, y todo ello cargado de frivolidad, trivialidad, superficialidad y
vacuidad. Y aquí, de nuevo es necesario repetir la pregunta: ¿cómo es posible
que, en el ambiente político y cultural del periodo de entreguerras, un autor
se dedicara –en serio– a narrar las aventuras vacacionales de
unos esnobs relamidos de provincias?
Los
personajes que describe Benson de la alta sociedad de los pueblos ingleses y
sus costumbres (que hacen dudar que sean de esa sociedad) están descritos con
todo lujo de detalles, desde los lugares por los que transitan hasta las
conversaciones más casuales. Las gentes de Tilling están descritas de una
manera satírica y feroz, y esto a su vez los convierte en inolvidables y
entrañables. La guerra que da comienzo en el pequeño pueblo no les deja
indiferente y el autor los convierte a todos ellos en fichas de ajedrez para
uso y disfrute de las dos damas que la habitan en pueblo: Mapp y Lucía. En
definitiva, la novela es una crítica mordaz, sincera y satírica de las gentes
que por aquel entonces paseaban cerca del autor que no dudo en plasmarlas en
esta saga, de la cual esta novela se sitúa en la cuarta parte de un total de seis.
Recomendado
para todos aquellos que echen de menos el humor en la literatura actual,
también para aquellos a los que necesiten saber un poco más de Lucía y sus
extravagantes necesidades, además de conocerla más a fondo, en esta novela
conoceremos a una Lulú más aventurera y competitiva que en Reina Lucía. En
definitiva una obra casi indispensable de leer si te gusta el humor muy
británico.
Extractos:
–Eh, tú, Mapp –dijo–. ¿Qué,
almorzando con Lulú…?
–Qué dibujo tan bonito, querida
–respondió Mapp–. No solo una pequeña caminata a buen paso. No he estado
comiendo en Grebe hoy.
Irene se rio con voz ronca.
–No me parecía muy probable, pero
pensé que debía preguntarte –dijo–. Sí; estoy bastante satisfecha con mi
cuadro. Un aspecto sangriento en la luz del sol, ¿no?, como si el Día del
Juicio Final estuviera a punto de llegar. Voy a enviarlo a la exposición
invernal de la Sociedad Artística.
–Nena, querida, ¿a qué te refieres?
–preguntó Mapp–. No tenemos exposición universal.
–No, pero la vamos a tener –añadió
la nena–. Un nuevo comité de selección, ya sabes, rebosante de energía,
dinamismo y empuje. ¿No te han pedido que les envíes algo…? Por supuesto, el
espacio que tienen a su disposición es muy limitado.
Mapp se rio, pero lo hizo sin mucha
alegría. Aquel picajoso tonillo de Irene le estaba pareciendo de lo más desagradable.
–La primera noticia que tengo –dijo–.
Un gesto muy emprendendor, sin duda, por parte del señor Wyse y de la señora
Susan.
–No. Ha sido tu dulce Lulú –Informó
Irene–. En cuanto enviaste tu dimisión, le pidieron que fuera la presidenta.
–Qué bien para ella –contestó Mapp
con entusiasmo–. Le gustará sin duda. Tengo que ponerme a trabajar en algún
dibujito para enviárselo.
Lucía había regresado a Tilling la noche anterior, tras el sonoro éxito de la
festiva semana de Riseholme. Esa mañana, tras el desayuno, estaba sentada
frente a la ventana del cenador del jardín de la casa de la señorita Mapp. Un
marco incomparable para cualquiera que estuviera interesado en la vida, como
sin duda lo estaba Lucía. Cada mañana en Tilling había una marea de asuntos, que,
como no podía ser menos, debían cogerse con la pleamar. Como cada día, el
Rolls-Royce de la señora Wyse había bajado dando trompos por la calle, Diva había
salido con su cesta de la compra de casa de la Pintoresca Irene (de cual era
inquilina momentánea), y el jardinero de la señorita Mapp (ahora más conocida
como «Elizabeth»
a secas, a petición expresa de la susodicha) había transportado su cosecha
diaria de productos hortofrutícolas al verdulero en un carrito. Elizabeth en
persona había ido a visitarla para darle la bienvenida tras su regreso de
Riseholme y para felicitarla por el éxito de la fiesta, de la que todos los
periódicos ilustrados habían hecho amplísimas crónicas, y, paseando por el
jardín con ella había cortado con aire ausente algunas rosas (las de Diva
estaban afectadas por el pulgón); el Padre, pasando por delante del marco
incomparable, le había deseado buenos días, y finalmente el mayor Benjy había
salido de su casa con la intención de coger el tranvía que lo llevara al campo
de golf, donde al parecer vivía a lo largo de toda la semana. Lucía lo saludó
con un vigoroso «Quai-hai» en tonos argentinos, pues con ellos había conseguido
hacer grandes amigos en los pocos días que ya llevaba en Tilling, y aprovechó
para recordarle que estaba invitado a cenar aquella misma noche. Con gran
galantería, él se había quitado la gorra, y la había vociferado que aquel no
era el tipo de compromiso que corriera peligro de olvidar. Se despidió con un
au reservoir.
Editorial: Impedimenta
Autor: E. F. BensonPáginas: 440
Precio: 26,95 euros
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