Claire
DeWitt es una detective poco común, sigue el I Ching, el método chino de
adivinación a través de monedas; sigue las señales de sus sueños; toma todo
tipo de drogas y, si es necesario, utiliza el vudú; además de seguir a
rajatabla los consejos de Silette en su libro Détection, un libro de ayuda al
detective con todo tipo de consejos para descubrir enigmas y misterios.
Su
pasado la servirá de ayuda para resolver el Caso del Loro Verde, como llama a
la investigación de la desaparición de Vic Willing durante la inundación de
Nueva Orleans que se originó tras el paso del huracán Katrina. Por ello también
recuerda a Constance, una detective que murió hace unos años y que ayudó y
enseñó a muchos detectives del elitista club que formaba parte junto con
Claire.
Sara
Gran ha logrado una novela divertida, adictiva, con una trama original
ambientada en Nueva Orleans sobre gente que trata de salir adelante con poco o
nada. Sus personajes se mueven en un ambiente de delincuencia en el que imperan
los asesinatos, las drogas y la soledad. Su autora ha logrado impregnarnos con
los miedos y, al mismo tiempo, con la sensación agobiante de inseguridad al
caminar su protagonista por las calles. Mientras pasamos los capítulos nos
acercamos más a la trágica historia de la protagonista y su pasado en Nueva
York, el cual esconde una oscura historia, lo que aporta dinamismo al
transcurso de la novela y profundidad al personaje central. En definitiva una
novela fresca, original y diferente, con una trama entretenida y dinámica con
una protagonista inolvidable por su forma de dialogar, también por su forma de
resolver el caso y por su forma de mirar a la vida, tan mística, un libro que
te engancha por su acción y su oscuro escenario.
Recomendado
para aquellos que les gusten los policiales diferentes, en esta novela
encontraran una original protagonista que se deja llevar por lo que ocurre a su
alrededor y no por lo escrito o mandado. También para aquellos que quieran
saber las consecuencias tras el huracán Katrina, en esta novela encontraran una
sociedad rota y desolada que trata de salir adelante como puede. Y por último
para aquellos que creen que en el género policial está todo dicho, aquí
encontraran una original trama cargada de sarcasmo, cercanía y sencillez.
Extractos:
El centro de acogida era una gran
habitación deprimente en Canal Street, cerca de Claiborne. Había sido un
supermercado y el linóleo del suelo todavía mostraba las marcas de las neveras
y los congeladores. En un rincón goteaba una tubería y se había formado un
charco de agua sucia. Había sillas y mesas de plástico barato por todas partes,
de esas que entregan las instituciones y que han pasado de mano en mano
demasiadas veces. En otra mesa había café, agua dulce coloreada y donuts,
mientras que en un rincón habían puesto un cubo con ropa y zapatos viejos. Dos
chicas lo estaban revolviendo, riéndose e inspeccionando la ropa como si
estuvieran comprando en un centro comercial.
Los chicos del centro se habían
organizado por grupo de afinidad: punks blancos, gamberros negros, gamberros
blancos, transexuales y chicos homosexuales, y un grupo de chicas de distintas
razas que eran evidentemente prostitutas callejeras. Algunos de los chicos
acudían allí con sus propios hijos, bebés y más mayorcitos. Cuando entramos
Mick y yo, la mitad de los chicos nos saludó y algunos se nos acercaron.
Una chica joven, una de las
prostitutas callejeras, se estaba aguantando las lágrimas, pero cuando Mick le
tendió una mano se echó a llorar. Todo el mundo se quedó mirándola.
Hizo una bola estrujando el trozo
de papel y la tiró hacia el árbol. El chaval amartilló la pistola y le disparó.
Eso era todo sobre la coartada de
Andray. Me metí en la furgoneta y regresé a donde había visto la plataforma
elevadora. Se había ido, pero esas cosas no van a más de cuarenta con viento de
cola y sabía que no podía estar muy lejos.
Me puse a dar vueltas en forma de
ochos amplios, zigzagueando por Dryades Street, conocida a la sazón como
bulevar Oretha Castle Haley, arteria principal del barrio y cercana al centro
geográfico de la ciudad. Central City era el corazón de la zona intermedia y
Dryades solía ser una bulliciosa calle comercial en la que compraban los
negros, los judíos, los asiáticos y cualquiera que no fuese suficientemente
blanco para Canal Street. Era difícil creer que antes hubiera sido así: casi
todos los escaparates tenían las persianas bajadas y selladas. Los únicos
sitios abiertos de toda la avenida eran la oficina de una cooperativa, una
verdulería mugrienta, algunas galerías de arte atraídas por los alquileres
bajos, comedores comunitarios que parecían pesadillas y lugares con nombre como
¡Poder Comunitario!, ¡Prosperidad! Y Programa de la Alianza Alimentaria. Frente
a este último había una larga cola, que se estiraba hasta dar la vuelta a la
esquina de la manzana, de hombres, mujeres y niños que intentaban cargarse de
paciencia. Sin embargo, es difícil ser paciente cuando tienes hambre. Por las
esquinas merodeaban chicos en grupos de tres, de cuatro o de cinco, y gente en
furgonetas grandes como la mía se paraba para comprar lo que estaban vendiendo.
Algunos de los chicos se reían, pues al fin y al cabo eran chicos, mientras que
a otros se los veía serios y sombríos, como intentado mandar un mensaje.
Dryades Street tomaba su nombre de
las ninfas que vivían en los árboles y eran hermanas de las musas de unas
cuantas manzanas más abajo. Pero incluso las ninfas se habían marchado al
Barrio Francés para divertirse, o al menos para tomar una copa.
Editorial: Destino
Autor: Sara GranPáginas: 392
Precio: 18 euros
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