Este mes la revista Historia National Geographic trae,
además de diversas noticias y artículos, un interesante reportaje centrado en
la figura de Pericles, en sus escarnios por tratar de liderar a Atenas hasta los
errores cometidos en su mandato y que le llevaron, irremediablemente, a la
guerra.
(…) El decreto de Mégara no era una
cuestión menor. Pericles exhortó a sus conciudadanos: «Que ninguno crea que
haríamos la guerra por una pequeñez… Si cedéis en esto, enseguida recibiréis
otras órdenes de mayor importancia, pues creerán que esta vez habéis obedecido
por miedo». Otros, en cambio, pensaban que lo que le movió en el fondo fue la
voluntad de mantener su prestigio personal, «un noble orgulloso» según sus
partidarios, «una especie de terquedad y afán de salirse con la suya para hacer
ostentación de su fuerza», según sus adversarios.
Pero Plutarco refiere todavía otro
argumento, «el peor motivo de todos y el que cuenta con más testigos en su
favor»: que Pericles provocó la guerra para superar la impopularidad que lo
amenazaba. En efecto, aunque la mayoría de los ciudadanos adoraba a Pericles y
lo apoyaba sin condiciones, había también grupos que desconfiaban de su poder.
Esta oposición era la que había criticado, aunque sin éxito, su ambicioso
programa de obras públicas y el trato abusivo hacia los aliados. La
aristocracia, en particular, muy inclinada por su ideología a Esparta y, por
tanto, contraria a la guerra, le acusaba de haber corrompido al pueblo con el
dinero de los espectáculos y con los sueldos de los cargos públicos. (…)
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