Héctor Abad Faciolince, nos conduce en estos relatos por
diferentes lugares cada día de la semana, esta vez conocemos la historia de un
buscador de libros en México D.F. ayuda a encontrar un libro difícil de
encontrar, Informe contra mí mismo, Aquí os dejo el enlace al relato
completo.
Raquel Marín |
(…) “Te lo tengo, pero no sabes lo
que me ha costado. Y tampoco te imaginas lo que me ha dado. Te lo tengo, pero
no te lo tengo.
Abrazos, Sanseverino”. Este fue el primer mensaje que recibí de él, bastante ambiguo, el miércoles 10 de julio del presente año, enviado de afán desde su móvil. Al otro día me explicó lo sucedido: “Cuando llegué al Burro Culto, mi librería secreta en la Colonia Condesa, Max Ramos, el librero, no había abierto todavía, pero en el patio del conventillo había una muchacha venezolana bellísima, de nombre Maruela, que estaba esperando también a que abrieran. Es curioso, cuando nos presentamos yo insistía en decirle a ella Manuela, y ella insistía en llamar la librería el Burro Oculto. Mientras aclarábamos estas dudas fonéticas llegó Max. Y aquí viene la gran coincidencia: ¡Ella y yo estábamos buscando el mismo libro, aunque yo por tu cuenta: Informe contra mí mismo, de Eliseo Alberto!”.
Abrazos, Sanseverino”. Este fue el primer mensaje que recibí de él, bastante ambiguo, el miércoles 10 de julio del presente año, enviado de afán desde su móvil. Al otro día me explicó lo sucedido: “Cuando llegué al Burro Culto, mi librería secreta en la Colonia Condesa, Max Ramos, el librero, no había abierto todavía, pero en el patio del conventillo había una muchacha venezolana bellísima, de nombre Maruela, que estaba esperando también a que abrieran. Es curioso, cuando nos presentamos yo insistía en decirle a ella Manuela, y ella insistía en llamar la librería el Burro Oculto. Mientras aclarábamos estas dudas fonéticas llegó Max. Y aquí viene la gran coincidencia: ¡Ella y yo estábamos buscando el mismo libro, aunque yo por tu cuenta: Informe contra mí mismo, de Eliseo Alberto!”.
“Max es un hombre joven, de perilla
y pelo muy negros, al mismo tiempo adusto y risueño, y al ver la coincidencia
nos dijo: ‘Sé que tengo el libro, pero en un único ejemplar. El primero que lo
encuentre se lo lleva’. Maruela y yo nos miramos con falso odio, con un odio
teñido de simpatía y de complicidad —esas cosas se sienten—. Tengo que decirte
que la competencia fue desleal; yo voy casi todas las semanas al Burro Culto, y
en cambio para Maruela esta era la primera vez; quiero decir que yo sabía en
cuál de las salas de la librería buscar. Y efectivamente, después de menos de
diez minutos, ya tenía en mis manos el libro, tu libro”. (…)
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