Beatriz de Moura ha sido entrevistada y ha dado su
opinión sobre la situación actual del sector del libro tras la absorción de la
editorial por Planeta, Carles Geli firma el artículo que se publicó
hace unos días para el diario El País, aquí el enlace de la casi apocalíptica
noticia.
Hace tiempo que De Moura vaticina la
necesidad de empresas como la suya de blindarse. «En un contexto de crisis como
la actual, la administración de una editorial mediana ha de ser muy fuerte;
además, la distribución se puede llevar la mitad de la inversión; por ello
necesitas un capital de cierta envergadura para aguantar las inversiones cuando
tú no estás generando dinero... La situación es caótica: hoy estamos con
tirajes de la época de Franco, de apenas 2.000 ejemplares, cuando no hace mucho
eran de 5.000».
Rodeada de una espectacular muestra
de su elegante colección de narrativa de tapas negras, la veterana editora es
consciente de que habla todo el rato de números, no de literatura. Pero es que,
admite, «la preocupación hoy es sobrevivir; lo prioritario es salvaguardar lo
que se ha hecho, intentar que lo que llevabas a cuestas, aunque esté maltrecho,
pase contigo a la otra era». ¿Otra era? «Sí, hoy me pregunto de qué servimos
los editores y los catálogos; la crisis ha llegado en un momento en que
coincide con un público que ha pasado a decidir él solo lo que quiere; y lo que
quiere es algo muy concreto, y de lo demás no desea nada de nada. Pero además,
se vende infinitamente menos que hace dos años».
Atribuye Beatriz de Moura está
situación, en parte, al cambio en el concepto del ocio. “Se ha deteriorado, o
mejor, entregado o sometido voluntariamente a las nuevas tecnologías, a lo
audiovisual; el ocio cultural ha desaparecido y si la gente no lo quiere, pues
no lo quiere”. El símil con lo literario no tarda: “Estamos un poco como en
Fahrenheit 451: no se queman los libros ni damos vueltas por un parque
recitándonos fragmentos pero sí está la atmósfera, la lectura va quedando para
unos pocos; no es menosprecio por el libro; simplemente, se ha dejado de
leer…”.
(…)
Paradójicamente, cree que las
editoriales pequeñas saldrán mejor paradas de la crisis… si solventan su
distribución. “Su mal está ahí, llegar bien al mercado: deberían crear una gran
distribuidora, un monstruo de distribución de los pequeños sellos”. Sonríe
consciente de la paradoja y de un pensamiento que verbaliza: “En Tusquets cometimos
un error de los pocos de los que me arrepiento: crecimos en los años 90.
Deberíamos habernos quedado en medio centenar de títulos”.
Dinámica, animosa, no cree que
entrar en la maquinaria de Planeta acabe desfigurando, con el tiempo, la
personalidad de Tusquets. “Si somos rentables, no hay miedo a que nos trituren;
tampoco nos piden que ganemos grandes sumas, solo quieren rentabilidad”. Pero
hay contrapartida: “El precio es no poder hacer cierto tipos de libros; pero
eso compensa poder seguir y hacer los otros proyectos”.
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