Flora
Poste tiene que volver a Cold Comfort Farm, las últimas noticias que tiene del
lugar dicen que allí ya no habitan más Starkadders y se la envía su antigua
amigo Mybug, un escritor centrado en el sexo. Debido a ello y al llegarle una
invitación para ir a una reunión de artistas de todo tipo llamada Grupo
Internacional de Intelectuales.
Al
llegar a la estación se encuentra con todos ellos, los extravagantes artistas
deciden montar en caballo para llegar a la gran granja, excepto alguno que otro
que prefiere ir a pie. Cuando se encuentra con el edificio se da cuenta de que
ya no hay vacas, ni yerba creciendo libremente, ni está Pequeño negocio, el añorado toro. Todo ello ha desaparecido porque
se lo ha llevado el Ministerio el cual ha dejado el lugar repleto de macetas
con coloridas flores y carteles de cada zona del lugar como por ejemplo el
Granero Grande.
Otra versión de la portada |
Gibbons
vuelve tiempo después con está critica dura y satírica de los intelectuales de
la época. Gracias al prólogo y a las notas debajo del texto comprendemos y
admiramos más la lectura de la genial autora londinense además añade un
glosario con todos los personajes de la saga. Stella escribió un libro sincero,
entrañable (como su anterior parte) y con personajes carismáticos, inolvidables
por su forma de ser. José C. Vales además de la traducción añade una
introducción a modo de resumen pero también para explicarnos el fondo histórico
en el que Stella Gibbons escribió esta secuela que como nos dice: Dieciséis años después, Stella Gibbons
emprende la tarea de redactar las nuevas aventuras de su singular heroína. Pero
las cosas han cambiado mucho, y no solo Flora Poste. El personaje puede
considerarse feliz, pues se casó con su querido Charles Fairford, tuvo cinco
hijos y ahora vive apaciblemente en una rectoría en Londres, frente a Regent’s
Park. El mundo real, sin embargo, ha sufrido transformaciones más dramáticas:
se ha visto sacudido por el horrendo espectáculo de la Segunda Guerra Mundial
(en la novela, «los Recientes Acontecimientos»). Londres vive una
espantosa posguerra de hambre y miserias («Segunda Edad Oscura») y el orgullo
británico se siente humillado recibiendo la beneficencia americana. La nueva
novela de Stella Gibbons no va a prescindir del humor. Pero ahora ya no brilla
con la alegría «de los lejanos y frívolos años veinte»; ahora se acumula en sus
paginas cierta amargura y ciertos tonos de resentimiento contra el ser humano
tiñen las descripciones del relato: «Conociéndolo, lo sorprendente sería que
todo fuera bien». En Flora Poste y los artistas la autora va dejando caer todos
los reproches que tiene para con su mundo, especialmente para con los políticos
y los científicos, y no escatimará los sarcamos a filósofos, pintores y
escritores.
Recomendado
para los fieles a la literatura inglesa a sus autores, Stella Gibbons es un
clásico de esa literatura por su curiosa y realista forma de narrar. También
para los que leyeron La hija de Robert
Poste, la precuela de esta novela. Las dos son sarcásticas y tienen humor a
borbotones. Y por último para aquellos que necesiten tener un por qué para reír
a pesar de las Edad Oscura en la que estamos.
Extractos:
El señor Mybug continuó leyendo en este mismo
plan durante cerca de tres cuartos de hora, interrumpido únicamente por
murmullos que exclamaban «¡Soberbio!», y por ocasionales y pícaras risillas
apreciativas. Luego, después de que el señor Mybug hubiera concluid, y de que
hubieran cesado los fervientes aplausos que había inspirado su lectura,
mademoiselle Avaler se puso en pie con aire de ser perfectamente comestible,
cubierta con un vestido de muselina color crema adornado con cintas grises
brillantes, y comenzó la lectura de un poema escrito aparentemente en una
mezcla de inglés y alemán por un poeta existencialista italiano residente en
Padua. Decía así:
Envuelto en la nada el Dasein está,
Geworfen como algo inservible;
Valores antitéticos
de salvación y pecado
cedieron a los dialécticos…
(etcétera…).
Flora no pudo detectar ningún indicio de
irritación o aburrimiento en el auditorio, y decidió que aquello se debía, al
menos parcialmente, a que algunos de ellos en realidad entendían lo que
significaba el poema (y eso les hacía sentir bien, pensó). Aunque también podía
ser que los caballeros, al menos disfrutaban contemplando los crueles encantos
propios de las veinte primaveras de mademoiselle Avaler.
Cuando andaba por Ticklepenny pensó que sería
buena idea desviarse para inspeccionar el pozo. Al parecer, le habían adosado
un curioso arco por encima, una tapadera,
un poyo con un fragmento de una poesía cincelada en letras góticas que
trataba, cómo no, sobre pozos, y una estatua de aspecto industrial de un santo
que –evidentemente–
no era otro que O. C. Wells. De hecho, en el pozo había de todo lo que uno
pudiera imaginarse en un pozo, excepto agua. Cuando Flora arrojó una piedra
a su interior, de allí no salió más que
un seco golpecillo, al que siguió un ligero tufo a moho.
Flora negó tristemente con la
cabeza mientras dejaba caer todo su peso sobre el poyo de piedra. Algo que
había que hacer, y si Reuben no se acercaba a ella pronto a pedirle ayuda,
tendría que hacer algo al respecto sin contar con su primo.
Editorial: Impedimenta
Autor: Stella GibbonsPáginas: 215
Precio: 17,90 euros
Book trailer:
Ya el título me llamó la atención. Se ve realmente interesante, y además este libro no lo conocía.
ResponderEliminar¡Buena entrada!
Muchas gracias, a me ha gustado mucho, este y La hija de Robert Poste son geniales, lo ha pasado muy bien con los dos
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