Barcelona
es la protagonista de esta novela, además de su autor pues está escrita de una
forma autobiográfica lo que permite ver la ciudad y los sucesos como si
fuéramos caminando con él en esos caminos. Descubriremos la historia de los TBO
y sus autores, las gentes que se mueven por la ciudad condal e incluso leeremos
sobre las famosas chimeneas de la central térmica.
Este
texto habla de una ciudad que podía ser también la nuestra o la de cualquier
parte del mundo pues lo descrito en ella es lo que está ocurriendo en nuestra
dura actualidad. También nos narra su relación con los fantasmas del pasado,
sus antiguos amigos y vecinos que pasean y o se encuentran con él o la historia
que ha recorrido la ciudad y sus alrededores.
Javier
nos narra una Barcelona desde todos los ángulos posibles, vistos desde una
persona de barrio, con recuerdos pintados en cuadros borrados por el paso del
tiempo y la historia, con libros difíciles de olvidar en los viajes al trabajo
de ida y vuelta, con realidades difíciles de digerir pero aun así tan concretas
y existentes como la vida que nos descubre el autor en esta novela. Barcelona
se vuelve melancólica en las palabras de Pérez Andújar a veces por algo que
pudo ser y no fue; otras por las descripciones cargadas de sentimientos
encontrados pero paralelos; y otras por las duras vivencias del escritor.
Recomendado
a todos aquellos que vivan en Barcelona, en el extrarradio de esta, en esta
novela se encontraran con paisajes familiares, comunes. También para aquellos
que sientan nostalgia por haberse mudado de su ciudad natal, aquí encontraran
sentimientos encontrados con el autor y su dura historia. Y por último para
aquellos que hayan leído la obra de Pérez Andújar, este titulo es
imprescindible e imposible de olvidar porque cuando salimos a la calle vemos
las crudas descripciones de los edificios que se encuentra en paseos.
Extractos:
Los pintores que le rodean son profesionales de
los concursos, de la pintura rápida, del trazo efectivo. Saben que los
ayuntamientos quieren algo representativo del pueblo para colgarlo luego en los
despachos o en las asociaciones de vecinos. En Toni Disco la pintura no es un
lenguaje para hablar con los ayuntamientos sino el monólogo interior de quien
no encuentra la forma de explicarse de
la misma manera que no da con su sitio. Toni Disco pilla y se va al primer
descampado que encuentra, porque lo que le gusta es lo árido, lo deshumanizado,
acaso porque no soporta lo que de inhumano en la gente. Se pone en los solares
más apartados, donde le está dando el sol todo el rato y lo que lleva al lienzo
son las latas tiradas, la tierra agrietada, las torres eléctricas, las pilas de
tubos de hormigón de las conducciones subterráneas, las matas, los hierbajos.
Si hace el retrato de una persona busca también sus parajes desolados y por
ejemplo va a representar a Van Gogh revólver en mano un momento antes de
pegarse el tiro, o a e. e. cummings tendido en la cama, en posición fetal, en
calzoncillos blancos y camiseta de tirantes, y con unos calcetines negros hasta
las pantorrillas, y a este cuadro lo llamará Descanso el poeta.
Mi amigo Toni Disco se quedará contemplando a
una pareja de viejos a la puerta de un edificio. Frágiles y solmenes, erguidos
y temblorosos, el hombre lleva un bastón, y Toni Disco va a cogerme del codo y
me dirá que tendría que pintarlos porque son nuestro gótico americano. Pero al
final Toni Disco se ha puesto en la plaza Roja de Ciutat Meridiana. Muchos
lugares en Barcelona tienen su plaza Roja, que es el nombre que le daban los
comunistas a las plazas de sus barrios en cuanto salían elegidos concejales.
Todas estas plazas Rojas tienen en común lo feas que son, su falta de verde y
de ecologismo. Plazas planas de cemento y hierro. Tienen más de medalla que de
plaza. La plaza Roja era una insignia que se ponían los barrios conforme iban
avanzando por el terreno de la democracia. En los solares donde se construían
las plazas Rojas habían empezado las primeras concentraciones vecinales, de
esos lugares partirían las primeras manifestaciones, las primeras revueltas, se
darían los primeros mitines. Se llamaban así por la plaza Roja de Moscú, por supuesto; pero lo transcendental no es lo
de roja, sino lo de plaza. Nada Existe más revolucionario que una plaza. Es en
las plazas donde se forma la voluntad del pueblo. La plaza de Catalunya, la
Puerta del Sol. La plaza de la Bastilla, en Francia; la plaza de Tlatelolco en
México; la plaza de Timişoara, en Rumanía; la plaza de
Tian’anmen, en China; la plaza la Independencia, en Ucrania; la plaza de la
Kasbah, en Túnez; la plaza de Tahrir, en Egipto; la plaza Sitagma, en Grecia. Y
la plaza Roja de Sant Roc o esta plaza Roja de Ciutat Meridiana.
Editorial: Tusquets
Autor: Javier Pérez AndújarPáginas: 184
Precio: 15 euros
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