Stella
Gibbons
Flora
Poste y los artistas
–Pues
sí. Los científicos esos vinieron a rondar por acá y a rondar por allá, y
empezaron a suplicar y a chinchar, y al señorito Micah y al señorito Reuben (yo
estaba por aquí, buscando mi tesoro perdido, y pude escuchar lo que decían) les
corrían las lagrimas por esa cara de falsos y de malos que tenían. Hablaban
así, muy serios y solemnes, como si mismamente estuvieran en el banco de la
iglesia, cuando no estaban más que dándole al pico junto a la charca de los
patos, y el señorito Micah y el señorito Reuben los dos estaban así con la cara
rabiosa, pero esos no dijeron ni pío.
–Pero
si tanto les molestaba, ¿por qué permitieron que se llevaran a Gran Negocio?
–Fue
el Ministerio, fue él quien mandó a esos científicos malvados a Cold Comfort;
¿y quién se atreve a decirle que no al Ministerio? Pues sí, y esas gentes les
pusieron la cabeza como un bombo al señorito Micah y al señorito Reuben con
toda clase de frases aduladoras. Les decían que tenían una tremendísima
responsabilidad. Que los animales verdaderamente superiores, les decían para
convencerlos, deberían diseminar sus bondades por el mundo. Y así, con las
cosas del Ministerio y adulándolos con sus zalemas, pues el señorito Reuben y
el señorito Micah dejaron que Gran Negocio se marchara. ¡Y esa es la vergüenza
que cayó sobre esta casa, porque el animal hasta entonces había disfrutado de
sus asuntos amorosos en privado y eso a Casquivana le partió el corazón!
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