Gracias a la editorial Impedimenta por cederme un ejemplar de Una oración por Kateřina Horovitzová
Kateřina
Horovitzová es una joven judía que junto con sus padres y hermanos van a ser
llevados a un campo de concentración polaco que es salvada en último momento.
Además de ella otros hombres judeoamericanos acaudalados que serán utilizados
para un intercambio entre prisioneros alemanes, que a cambio de su libertad,
correrán con todos los gastos de la operación.
Herman
Cohen, el portavoz del grupo de acaudalados decide salvar a la joven muchacha
antes de ser gaseada, y paga su libertad. Una sinagoga será el lugar donde se
decida el curso de estos veinte hombres y el de Kateřina todo ello frente a un
frío y despiadado oficial de las SS que no dudará en engañarles para cumplir
con sus crueles y despiadados propósitos. Un tren les llevará hasta su destino,
un barco donde se procederá al cambio de prisioneros frente al general y sus
militares que están vigilando a los pasajeros del tren.
Lustig
muestra la crueldad del ser humano de una forma inquietante y agobiante, las
descripciones de los sucesos serian increíbles si no fuera porque el escritor
se baso en hechos reales para escribir la novela, además, la frialdad de las
palabras de los soldados y generales de las SS es tan realista que da
escalofríos en la propia lectura. También descubrir los pensamientos de las
victimas de estos últimos hace de esta novela una dura lectura emotiva,
descriptiva en detalles nimios, cruda en sucesos y pensamientos e
imprescindible para conocer más sobre lo ocurrido en aquellos horribles años de
pena y dolor. La novela está dividida en tres partes en las cuales va
incrementando el nivel de angustia al leer las atrocidades y mentiras que se
van sucediendo sin tregua. Es la primera vez que se traduce al castellano la
obra maestra de Arnošt que fue escrita en 1974. Ganador del Premio Franz Kafka
en el 2008, además de haber conseguido ser nominado varias veces para el Premio
Nobel de Literatura. Lustig nos plantea dónde hay que trazar la línea entre la
inocencia frente a la muerte y la justicia a través del dinero para decidir
quien vive o muere en los campos de concentración. Una emotiva y desgarradora
historia que conseguirá emocionarnos, con una narración repleta de diálogos complejos
y de descripciones de paisajes desolados, áridos y oscuros. Un texto
inquietante e imposible dejar de leer a pesar de la desgarradora historia que
nos cuenta Arnošt.
Recomendado
para aquellos que quieran descubrir hechos desconocidos para nosotros y que su
autor se baso para escribir esta pequeña gran novela inolvidable. También para
aquellos que tengan curiosidad por conocer a nuevos escritores que escribieron
sobre el sufrimiento judío. Y por último, para aquellos que quieran conocer a
un autor desconocido hasta el momento capaz de emocionar en cada una sus
frases, de hacernos participe del sufrimiento de los personajes del texto, en
definitiva, un clásico sobre el Holocausto.
Extractos:
—Esperemos que sus aviones no los bombardeen (y
a mí tampoco, claro está).
—Si se comunica a tiempo cuál va a ser nuestro
itinerario, es seguro que no lo harán —dijo el señor Cohen.
—Aún no se sabe con certeza por dónde
discurrirá nuestro trayecto, si por tierra o si por mar. Por el contrario, debo
reconocer que a día de hoy esa cuestión es para nosotros bastante incierta. —Cayó
en la cuenta de que sus palabras habían despertado en Herman Cohen cierto
resquemor, como cuando antes había consignado sumas ridículas de francos de oro
en concepto de electricidad y comida—. El mar está ahora sembrado de minas por
todas partes, más que de peces —dijo como si tal cosa—. No se trata solo de ataques
aéreos. ¡Y hay más! Quizá podríamos pedir a nuestra marina que despejara por
anticipado el itinerario.
—No le entiendo…
—Eso, no obstante, significaría un aumento de
los costes —continuó el señor Brenske, como si no le hubieran interrumpido—.
Vaya, debería usted consultarlo con los caballeros y darnos su opinión con
tiempo suficiente.
Con esa frase puso fin a cualquier objeción
posible antes de que empezaran. Extendió la mano con una pitillera sobre su
palma. El señor Cohen le dio las gracias: no fumaba. Todo un atrevimiento. El
señor Brenske continuó:
—Su pueblo siempre ha sabido lo que resulta más
provechoso. Después de todo, es cierto: el humo nunca le ha hecho bien a nadie.
A mi tampoco. Se dice que la gente muere a causa de sus propios pecados. Puede
que sea cierto… y puede que no. Al menos, no siempre.
Parecían que se estaban aproximando al andén,
donde habían estado ya una vez aquella misma jornada, antes del mediodía. Había
allí estacionados unos cuantos trenes con vagones de mercancías. A ambos lados
de la vías se alzaban hacía el ocaso alas columnas de hormigón y torres de
vigilancia parecidas a pilares; los huecos entre ellas se extendían casi hasta
donde no alcazaba la vista… Veinticinco metros más allá estaban perfectamente
acordonados por una alambrada de alta tensión (diez mil voltios) con aislantes
de porcelana blanca sin mácula. La alambrada había sido tensada como la cuerda
de un instrumento musical, pero no parecía que de ella pudiera emanar nota
alguna. De los edificios, semejantes a fábricas o crematorios, seguían
ascendiendo, rugiendo igual que antes, llamaradas de fuego. No parecía lógico,
sin embargo, que hubiera tal cantidad de crematorios uno al lado del otro. Una
humareda caliginosa se extendía por todas partes, y ni siquiera el color carmín
del fuego era capaz de teñirla. Podía tratarse de fábricas de ladrillos, de una
curtiduría, o de un quemadero.
Editorial: Impedimenta
Autor: Arnošt LustigPáginas: 168
Precio: 16,95 euros
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