sábado, 5 de mayo de 2012

Fragmentos Nº27: Paseos con mi madre


Javier Pérez Andújar
Paseos con mi madre

Desde la barandilla que rodea a la cúpula del observatorio contemplaremos las luces de la ciudad, su noche encendida de bloques y edificios. Barcelona parecerá ir alejándose de nuestro promontorio como llevada por el mar. A nuestros pies, se arquearan los árboles hundiéndose en la niebla. La noria y la atalaya de las atracciones del Tibidabo serán, a nuestras espaldas, dos sombras de hierro que se han quedado fosilizadas en su edad de los metales. De vez en cuando los faros de algún coche que circula solitario por la montaña proyectan fugazmente sus luces sobre nuestra noche astronómica, y como en una película de fantasmas va a recortarse entre sombras el aleteo de los murciélagos. A la salida del observatorio, se yergue frente a un níspero una vieja columna de piedra. La pusieron allí cuando se construyó el edificio y servía para alinear el telescopio con el meridiano terrestre. Era el antiguo y rudimentario método con que se calculaba la velocidad de las nubes.

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