POLICIACOS
(F). Abecedario
del crimen
Mayo 2012
Andanzas 111V
ISBN: 978-84-8383-409-1
País edición: España
512 pág.
19,23 € (IVA no incluido)
Mayo 2012
Andanzas 111V
ISBN: 978-84-8383-409-1
País edición: España
512 pág.
19,23 € (IVA no incluido)
La detective Kinsey
Millhone se enfrenta a un complicado y peligroso entramado de casos. Mientras
una mujer de turbio pasado se suicida en circunstancias extrañas, un chico
consentido acuciado por las deudas de juego cree poder burlar al sistema, y la
vida de una joven encantadora está a punto de partirse en mil pedazos. Pero,
además, Kinsey se topa con una red de ladronas profesionales que trabajan para
la mafia; con un marido infiel, rico y despiadado; con un policía corrupto tan
afianzado en su cargo que se ha vuelto inmune a las denuncias; con un gángster
siniestro, brutal y sin conciencia; y con un viudo solitario que llora la
muerte de su amante, desesperado por obtener respuestas que podrían ser mucho
peores que el dolor de su pérdida. Para colmo, como regalo al cumplir treinta y
ocho años, Kinsey recibe un puñetazo que le destroza media cara.
Phillip se encontró con Dante en el
despacho que éste tenía en el centro de Santa Teresa. Eran unas oficinas
impresionantes, con grandes ventanales de cristal y muebles de teca brillante,
sillones tapizados en cuero y moqueta gris claro. La recepcionista lo recibió
calurosamente y anunció su llegada por el interfono. Una morena muy sexy,
enfundada en vaqueros ajustados y calzada con tacones de aguja, fue a buscarlo
al vestíbulo. Pasaron frente a diez despachos interiores antes de llegar a una
gran sala esquinera ubicada al final del pasillo. Todos los empleados que pudo
ver eran jóvenes e iban vestidos con ropa informal. Phillip había supuesto que
el prestamista contaría con un equipo de abogados tributarios, además de
contables, genios de las finanzas, asistentes legales y auxiliares
administrativos. Habían imputado a Dante por su pertenencia al crimen
organizado, de modo que Phillip esperaba encontrar un ambiente tenso y
siniestro. Se había puesto una americana cara como muestra de respeto, aunque
nada más entrar en el edificio cayó en la cuenta de que proyectaba una imagen
equivocada. Todo el mundo vestía prendas informales, elegantes pero sencillas.
Se sintió como el niño que se pone el traje de su padre con la esperanza de que
lo tomen por un adulto.
La morena lo hizo pasar al
despacho. Dante se inclinó hacia delante desde detrás de su escritorio para
estrecharle la mano, y a continuación le indicó que se sentara. Phillip se
sorprendió al ver lo atractivo que era. Dante rondaría los cincuenta y era un
tipo alto —de alrededor de metro noventa— y guapo: ojos marrones de mirada
profunda, pelo rizado gris, hoyuelos en las mejillas y mentón partido. Parecía
estar en forma. Para romper el hielo, hablaron de la reciente licenciatura de
Phillip en Princeton, de su doble titulación (administración de empresas y
económicas) y de sus perspectivas laborales. Dante lo escuchaba con aparente
interés, y le hacía alguna que otra pregunta. A decir verdad, aún no se había
materializado ningún empleo, pero cuanto menos hablaran de ese tema, mejor. El
muchacho explicó sus opciones, sin mencionar que se había visto obligado a
volver a casa de sus padres. Se moría de vergüenza sólo de pensarlo. Comenzó a
relajarse, aunque le continuaban sudando las palmas de las manos.
Baile con serpientes de Horacio Castellanos Moya
NARRATIVA (F). Novela
Mayo 2012
Andanzas CA 782
ISBN: 978-84-8383-410-7
País edición: España
176 pág.
14,42 € (IVA no incluido)
Mayo 2012
Andanzas CA 782
ISBN: 978-84-8383-410-7
País edición: España
176 pág.
14,42 € (IVA no incluido)
Un buen día aparece
estacionado en una calle de la ciudad un Chevrolet amarillo de los años
cincuenta. En ese coche vive Jacinto Bustillo, un indigente hosco y harapiento
que despierta las suspicacias de los vecinos. Uno de ellos, llamado Eduardo
Sosa, decide averiguar quién es Jacinto y cómo ha llegado a esa situación.
Quizá por la soledad que lo rodea, el indigente acaba resignándose a la
compañía de Eduardo Sosa y le permite inmiscuirse en sus miserables jornadas y
averiguar cómo se gana la vida. Pero, de pronto, Jacinto muere degollado en el
curso de una reyerta. Del interior del Chevrolet emergen entonces unas peligrosas
serpientes que, sumidas en un frenesí de destrucción, siembran el terror en un
crescendo imparable que tendrá en vilo a toda la ciudad y traerá de cabeza al
subcomisionado de policía Lito Handal y a la reportera Rita Mena.
Yo era el vecino ideal para
fisgonear a ese individuo. Desempleado, sin posibilidades reales de conseguir
un trabajo decente en estos nuevos tiempos, vivía en el apartamento de Adriana,
mi hermana menor, y de su marido Damián. Les pagaba una cuota, un tanto
simbólica, de los dólares que eventualmente me enviaba desde Estados Unidos mi
hermana Manuela, la mayor, la que me había criado, la que más me quería. Y es
que mi situación resultaba harto difícil: mis estudios de sociología (una
carrera que a esas alturas ya había sido borrada en varias universidades) no me
servían para nada en lo relativo a la consecución de un empleo, pues había una
sobreoferta de profesores, las empresas no necesitaban sociólogos y la política
—último terreno en que hubiera podido aplicar mis conocimientos— era un oficio
ajeno a mis virtudes.
De ahí que pasara la mayor parte
del tiempo en el apartamento, dedicado a la lectura de los periódicos (no
perdía la esperanza de encontrar ese anuncio clasificado que cambiaría de rumbo
mi vida) y a ver la televisión; también ayudaba a Adriana a hacer algunos
mandados y, cuando se presentaba la oportunidad, visitaba a tipos solemnes que,
luego de recibir mi currículum, me pedían que los llamara por teléfono en un
par de días —llamada a la que, por supuesto, nunca contestaban.
Lobisón de Ginés Sánchez
NARRATIVA (F). Novela
Mayo 2012
Andanzas CA 783
ISBN: 978-84-8383-411-4
País edición: España
312 pág.
17,31 € (IVA no incluido)
Mayo 2012
Andanzas CA 783
ISBN: 978-84-8383-411-4
País edición: España
312 pág.
17,31 € (IVA no incluido)
Adrián es un
adolescente muy peculiar. No sólo por los marcados rasgos autistas de su
comportamiento sino porque es un séptimo hijo, lo que, en la tradición de la
sierra, lo convierte en Lobisón. Ello, sumado a los extraños ataques que sufre
algunas noches, provoca la incomprensión de todos, salvo de algunos familiares.
Por eso se ha ido del pueblo y ahora vive con su hermano Zenón, la novia de
éste y Compañero, su perro, en una furgoneta con la que vagan por
España. Ellos van buscándose la vida con negocios que bordean lo permisible, él
alterna su colección de piedras y tebeos con su obsesión por un perro negro con
el que reconstruir, y tal vez zanjar, las vivencias terribles de su niñez,
marcadas por la confusa y violenta personalidad de su padre, Zacarías Zárate. Y
mientras intenta encontrar su lugar en el mundo de los adultos, Adrián se
iniciará en el amor y el sexo.
Y me acuerdo de que la furgoneta
azul estaba aparcada en una ciudad que tenía una calle muy larga y también muchos
árboles. Por ahí íbamos andando Compañero y yo. También me acuerdo de que luego
ya no había tantos árboles ni tantos coches y sí muchos camiones y un sitio grande
que olía a mierda de cerdo. Entonces Compañero y yo fuimos andando hasta que se
acabó la ciudad y empezó el campo y salieron las vías del tren. Cuando ya
estaban las vías del tren entonces ya no había ni ciudad ni casas ni tampoco
nada. Solo la tierra blanca y algunos árboles que estaban por encima de una
montaña pequeña. Luego se hizo de noche. Por la noche Compañero y yo nos
paramos al lado de un árbol y Compañero se puso a dormir. Yo me puse a contar
las cosas de mi bolsa. Las conté doce veces. Luego pasó un tren. Luego otro.
Pasaron cuatro trenes. Todos tenían una luz muy grande que les iba por delante
y hacían mucho ruido. También había mucho viento y nubes azules por el cielo
que eran como cuando se iba a poner a llover. Pero luego al final no llovió y
se hizo de día y no había nada para comer.
Y me acuerdo de que otra vez
Compañero y yo nos pusimos a andar por la carretera y que salió el sol y que
entonces yo vi que la furgoneta azul estaba viniendo hacia nosotros.
La muerte una vez más de Miguel Ángel Velasco
POESÍA (NF). Poemarios
Mayo 2012
Marginales M 276
ISBN: 978-84-8383-414-5
País edición: España
320 pág.
18,27 € (IVA no incluido)
La repentina muerte (el
1 de octubre de 2010) de Miguel Ángel Velasco a los cuarenta y siete años
conmovió tanto al mundo de la poesía como a la gente cercana que tuvo la suerte
de su trato y compañía. Este volumen póstumo recoge la obra inédita de un poeta
que, como afirmó Carlos Marzal en un homenaje reciente, «vivió la experiencia
de la poesía como muy pocos han hecho: fue su destino, su interés primordial,
su tabla de salvación (y también su hermana amarga, la hermanastra de los
reproches y las peleas). A su manera sólo suya le dispensó la más alta
consideración y le entregó sus trabajos y sus ocios, sus sueños y sus
pesadillas». Recogidos bajo el título La muerte una vez más, y agrupados en
cuatro libros: Espinas, Historia de las manos, La muerte una vez más y
Circulaciones, se presentan aquí, editados por Isabel Escudero, los poemas que
coronan una obra.
«La mirada que
encontramos en sus últimos versos», ha escrito Vicente Gallego, «parece no
tener dueño: a fuerza de enfocarse en el objeto, el sujeto se disuelve como
agente. Las cosas nos hablan ahora sin la interferencia de un observador que
las cargue con sus interpolaciones, y tenemos la sensación de que es su propia
música interna la que las empuja y las declara. En la posibilidad de paladear
ese misterio, se funda gran parte de la visión solar y sagrada del mundo.» Ya
Agustín García Calvo se dirigió a él para agradecerle en 1998 sus altas artes
poéticas y musicales: su cuidado del ritmo del lenguaje, el sonar de los versos
al oído, en una carta-prólogo que continúa aquí, después de su muerte, como
entrada a esta obra póstuma: «Tus versos me desplegaban tantas palpables
maravillas…, la memoria viva de lo que se podía palpar y se nos roba de entre
los dedos. Y, si la poesía estaba para descubrir la mentira de la realidad,
puede que haya otras vías…; pero es tan inmediata y sensible ésa que se te ha
dado de que en un grano cualquiera de la masa, vendida y despreciada, estalle
la infinitud, el no saber en el sentir…».
Bien quisiéramos, pues, que así
también él se escapara de nosotros, de este intento mortal de querer definirlo
y atrapar su aliento que sigue vivo por ahí latiendo en cada cosa que nos hizo
ver, las nubes, un pájaro, aquel perrillo de muerte temprana, las orejillas de
las setas, el membrillo de luz tras la cerradura, la limosna de la luna... Que
siga suelto en su sueño ese crío inalcanzable al que no abarca su nombre
propio, y menos aún su nombre de autor consagrado desde la adolescencia por la
Literatura de los literatos. Que estos versos, los que tienes ahora en tu mano,
lector, digan ellos desnudamente lo que ellos dicen. Nosotros sólo hemos
intentado aquí dar cuenta de ese atrevido y misterioso juego con que el poeta
se jugaba a sí mismo en cada verso, día a día de su vida, sin futuro y sin
miedo. Celebremos aquí desde estas líneas su no haber sido de este mundo, el no
haber negociado con la realidad, la del dinero, la del trabajo y la fama, haber
vivido a palo seco, desnudo e inseguro.
Que este libro sea leído en alta voz,
en sola soledad o en soledad común; que se nos dé la gracia de oír de nuevo en
otras bocas sus versos, su risa salvaje, sentir su infeliz felicidad, su
despierta alegría, su niñez dormida. Que nos deje entrar en esa claridad suya
que tanto le hermanaba a la claridad venida del cielo de su admirado Claudio
Rodríguez. Claridad para ver y hacernos ver las palpables maravillas de las
cosas y los umbríos recovecos de las almas, sentir ahí como un soplo su alma de
vilano, a la par altivo y vulnerable, la mucha utilidad de su semilla sin
destino, que cae a voleo y da fruto por igual al rico y al menesteroso, fruto
sin amo, como sin amo era su mirada limpia. Respiremos en estos versos ese aire
puro que Miguel Ángel Velasco nos ha dejado, ese aire colmado de augusta
confianza que le entraba en el pecho para salir hecho canto.
Améxica de Ed Vulliamy
HISTORIA (NF). Historia social
Mayo 2012
Tiempo de Memoria TM 92
ISBN: 978-84-8383-413-8
País edición: España
416 pág.
21,15 € (IVA no incluido)
Mayo 2012
Tiempo de Memoria TM 92
ISBN: 978-84-8383-413-8
País edición: España
416 pág.
21,15 € (IVA no incluido)
La frontera entre México y Estados
Unidos, que se extiende a lo largo de casi 3400 kilómetros desde
el Pacífico hasta el Golfo de México, es una de las zonas de mayor intercambio
comercial, con un continuo flujo de personas y mercancías. Pero desde hace unos
años, esta región, que el autor denomina Améxica, es también el escenario de
una guerra en la que se enfrentan entre sí los cárteles de la droga más
mortíferos –como el de Sinaloa o los Zetas–, numerosas bandas dedicadas al
tráfico de seres humanos o armas, y las diversas policías fronterizas y cuerpos
militares de elite de ambos países. Desde 2006 hasta 2010, este conflicto ha
provocado en México más de 24.000 muertos y en la actualidad ha alcanzado
insólitas cotas de crueldad, con decenas de cadáveres decapitados y expuestos
en la vía pública, hallazgos de fosas comunes masivas, inmigrantes clandestinos
extorsionados y asesinados y víctimas de secuestros torturadas y ejecutadas.
Durante varios meses,
el periodista y corresponsal de guerra Ed Vulliamy visitó las zonas más
violentas de Améxica: Tijuana (sede del cártel de Sinaloa), Ciudad Juárez (cuya
tasa de criminalidad es la más elevada del mundo) o los desiertos de Sonora y
Arizona (donde el narcotráfico se está haciendo con el control de la emigración
clandestina a Estados Unidos). Periodistas amenazados, activistas, líderes
indígenas, antiguos patrulleros y familiares de víctimas ofrecen en esta crónica el
descarnado testimonio de este infierno contemporáneo.
Los Zetas empezaron a «limpiar»
(por utilizar un término de otra guerra que cubrí en Bosnia) comunidades
enteras. En noviembre de 2010, irrumpieron en Ciudad Meir y expulsaron a la
mayoría de sus habitantes con una lluvia de disparos y explosiones, y a punta
de pistola, de modo que la población tuvo que huir a Ciudad Alemán, a la que,
en el libro, acudo a ver un partido de fútbol escolar. Dos meses después, los
Zetas irrumpieron en la propia Alemán, en lo que parece haber sido una
incursión punitiva, disparando indiscriminadamente contra civiles. El cártel
del Golfo por su parte devolvió el golpe, sometiendo brutalmente barrios de
Reynosa y Matamoros leales a los Zetas.
Durante la primavera de 2011, aparecieron
pruebas de atrocidades más espantosas: fosas comunes que contenían (en el
momento de escribir este texto) 167 cadáveres de personas que habían
desaparecido por todo México, desde hacía semanas y en algunos casos meses. Las
familias de los desaparecidos —en escenas que recordaban la posguerra de Bosnia
o de América Central— fueron obligadas a presentarse en la morgue de Matamoros,
dar su ADN y esperar en vano que el de sus seres queridos no coincidiera con el
de los cadáveres. Las autoridades mexicanas suponen que las víctimas eran pasajeros
de autobuses de largo recorrido secuestrados por los Zetas, que fueron
detenidos como parte de una infame campaña de reclutamiento. Los muertos eran,
se pensaba, aquellos que no quisieron trabajar como contrabandistas o lo que fuera
para los narcosoldados, o los que acabaron asesinados por cualquier otra razón.
La mayoría de los fallecidos habían
sido tiroteados, pero algunos fueron quemados vivos; las mujeres habían sido
violadas antes de ser asesinadas. Sin embargo, lo más espantoso y ominoso de
todo es el hecho de que tal es el control maligno que ejercen los Zetas sobre
su territorio —y, aparentemente, el del cártel del Golfo sobre el suyo— que esas
ejecuciones y entierros en masa se habían realizado a campo abierto, con
carreteras apartadas llenas de cadáveres, sin que ni una sola palabra se
filtrara a ninguna rama de la policía, las autoridades o el Ejército con la
intención de que se investigara, y ni siquiera nadie entre la gente normal estuvo
dispuesta a informar, ni las compañías de autobuses, aunque los equipajes sin
reclamar de los muertos se amontonaban en la estación de destino en Matamoros.
Todos eran mis hijos de Arthur Miller
CINE, TEATRO Y
RADIO (NF).
Obras de teatro
Mayo 2012
Marginales M 275
ISBN: 978-84-8383-412-1
País edición: España
144 pág.
12,50 € (IVA no incluido)
Mayo 2012
Marginales M 275
ISBN: 978-84-8383-412-1
País edición: España
144 pág.
12,50 € (IVA no incluido)
Joe Keller es un
acomodado empresario sin aparentes remordimientos ni más fantasmas en su pasado
que la desaparición de Larry, uno de sus dos hijos, durante la segunda guerra
mundial. A su antiguo socio, sin embargo, las cosas le han ido peor. Durante un
reencuentro de la familia Keller, el pasado, que todos creían una herida casi
cicatrizada, vuelve a supurar, trastocando los sueños y esperanzas de unos y
desgarrando los velos de mezquindades sobre los que otros habían construido su
vida.
Todos eran mis hijos,
una de las primeras obras de Miller, dirigida en su estreno por Elia Kazan y
puesta en escena innumerables veces en todo el mundo, condensa ya los motivos
sobre los que volvería el autor a lo largo de su carrera: las conflictivas
relaciones entre padres e hijos, la responsabilidad social e individual y la
necesidad de vivir según unos principios. Un drama que adquiere una asombrosa
actualidad en estos tiempos en los que rige el «sálvese quien pueda» y pocos
son los dispuestos a asumir las consecuencias de sus actos.
FRANK: Para qué, no trae más que
malas noticias. ¿Qué desgracia toca hoy?
KELLER: No sé, yo ya no leo las
noticias. Me interesan más los anuncios por palabras.
FRANK: ¿Por qué, tienes intención
de comprar algo?
KELLER: No, por curiosidad. Por ver
lo que busca la gente y eso. Mira, aquí, por ejemplo, hay uno que anda tras dos
perros terranova. Ya me dirás tú para qué querrá un par de perros terranova.
FRANK: Curioso, sí.
KELLER: O este otro: «Se compran
diccionarios antiguos.
Pago muy bien». ¿Qué pensará hacer
el hombre con un diccionario antiguo?
FRANK: Qué sé yo. Será
coleccionista de libros.
KELLER: No me dirás que uno puede
vivir de eso, ¿no?
FRANK: Claro, mucha gente lo hace.
KELLER (sacude la cabeza): Hay que
ver la de negocios que hay por ahí. En mis tiempos te hacías abogado o médico o
te metías a trabajar en una fábrica, no había más. Ahora...
FRANK: Pues yo iba para guarda
forestal.
KELLER: ¿No te digo? En mis tiempos
eso ni existía. (Escudriña la página, pasando el dedo por los renglones.)
Cuando ves estas páginas te das cuenta de lo ignorante que eres. (En voz baja,
ojeando la página con asombro.) ¡Psss!
FRANK (repara en el árbol): ¡Anda!
¿Qué ha pasado con el manzano?
KELLER: ¿Has visto qué lástima? El
vendaval de anoche, que se lo llevó por delante. Lo oirías, ¿no?
FRANK: Sí, yo también tengo el
jardín hecho un desastre. (Va hacia el árbol.) Qué lástima. (Se vuelve hacia
Keller.) ¿Qué ha dicho Kate?
KELLER: Aún están todos acostados.
Ya veremos cuando lo vea.
FRANK (cae en la cuenta de pronto):
Lo que son las cosas...
Me interesa el de Sue Grafton, he leido alguno de los del abecedario del crimen y me han gustado. Besos!
ResponderEliminarA mi también, es que me gustan un monton los libros de Tusquets Editores, es que me los compraria todos.
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