viernes, 4 de mayo de 2012

Novedades, mayo de 2012: Tusquets

V de venganza de Sue Grafton

POLICIACOS (F). Abecedario del crimen
Mayo 2012
Andanzas 111V
ISBN: 978-84-8383-409-1
País edición: España
512 pág.
19,23 € (IVA no incluido)

La detective Kinsey Millhone se enfrenta a un complicado y peligroso entramado de casos. Mientras una mujer de turbio pasado se suicida en circunstancias extrañas, un chico consentido acuciado por las deudas de juego cree poder burlar al sistema, y la vida de una joven encantadora está a punto de partirse en mil pedazos. Pero, además, Kinsey se topa con una red de ladronas profesionales que trabajan para la mafia; con un marido infiel, rico y despiadado; con un policía corrupto tan afianzado en su cargo que se ha vuelto inmune a las denuncias; con un gángster siniestro, brutal y sin conciencia; y con un viudo solitario que llora la muerte de su amante, desesperado por obtener respuestas que podrían ser mucho peores que el dolor de su pérdida. Para colmo, como regalo al cumplir treinta y ocho años, Kinsey recibe un puñetazo que le destroza media cara.


Phillip se encontró con Dante en el despacho que éste tenía en el centro de Santa Teresa. Eran unas oficinas impresionantes, con grandes ventanales de cristal y muebles de teca brillante, sillones tapizados en cuero y moqueta gris claro. La recepcionista lo recibió calurosamente y anunció su llegada por el interfono. Una morena muy sexy, enfundada en vaqueros ajustados y calzada con tacones de aguja, fue a buscarlo al vestíbulo. Pasaron frente a diez despachos interiores antes de llegar a una gran sala esquinera ubicada al final del pasillo. Todos los empleados que pudo ver eran jóvenes e iban vestidos con ropa informal. Phillip había supuesto que el prestamista contaría con un equipo de abogados tributarios, además de contables, genios de las finanzas, asistentes legales y auxiliares administrativos. Habían imputado a Dante por su pertenencia al crimen organizado, de modo que Phillip esperaba encontrar un ambiente tenso y siniestro. Se había puesto una americana cara como muestra de respeto, aunque nada más entrar en el edificio cayó en la cuenta de que proyectaba una imagen equivocada. Todo el mundo vestía prendas informales, elegantes pero sencillas. Se sintió como el niño que se pone el traje de su padre con la esperanza de que lo tomen por un adulto.
La morena lo hizo pasar al despacho. Dante se inclinó hacia delante desde detrás de su escritorio para estrecharle la mano, y a continuación le indicó que se sentara. Phillip se sorprendió al ver lo atractivo que era. Dante rondaría los cincuenta y era un tipo alto —de alrededor de metro noventa— y guapo: ojos marrones de mirada profunda, pelo rizado gris, hoyuelos en las mejillas y mentón partido. Parecía estar en forma. Para romper el hielo, hablaron de la reciente licenciatura de Phillip en Princeton, de su doble titulación (administración de empresas y económicas) y de sus perspectivas laborales. Dante lo escuchaba con aparente interés, y le hacía alguna que otra pregunta. A decir verdad, aún no se había materializado ningún empleo, pero cuanto menos hablaran de ese tema, mejor. El muchacho explicó sus opciones, sin mencionar que se había visto obligado a volver a casa de sus padres. Se moría de vergüenza sólo de pensarlo. Comenzó a relajarse, aunque le continuaban sudando las palmas de las manos.

Baile con serpientes de Horacio Castellanos Moya

NARRATIVA (F). Novela
Mayo 2012
Andanzas CA 782
ISBN: 978-84-8383-410-7
País edición: España
176 pág.
14,42 € (IVA no incluido)

Un buen día aparece estacionado en una calle de la ciudad un Chevrolet amarillo de los años cincuenta. En ese coche vive Jacinto Bustillo, un indigente hosco y harapiento que despierta las suspicacias de los vecinos. Uno de ellos, llamado Eduardo Sosa, decide averiguar quién es Jacinto y cómo ha llegado a esa situación. Quizá por la soledad que lo rodea, el indigente acaba resignándose a la compañía de Eduardo Sosa y le permite inmiscuirse en sus miserables jornadas y averiguar cómo se gana la vida. Pero, de pronto, Jacinto muere degollado en el curso de una reyerta. Del interior del Chevrolet emergen entonces unas peligrosas serpientes que, sumidas en un frenesí de destrucción, siembran el terror en un crescendo imparable que tendrá en vilo a toda la ciudad y traerá de cabeza al subcomisionado de policía Lito Handal y a la reportera Rita Mena.


Yo era el vecino ideal para fisgonear a ese individuo. Desempleado, sin posibilidades reales de conseguir un trabajo decente en estos nuevos tiempos, vivía en el apartamento de Adriana, mi hermana menor, y de su marido Damián. Les pagaba una cuota, un tanto simbólica, de los dólares que eventualmente me enviaba desde Estados Unidos mi hermana Manuela, la mayor, la que me había criado, la que más me quería. Y es que mi situación resultaba harto difícil: mis estudios de sociología (una carrera que a esas alturas ya había sido borrada en varias universidades) no me servían para nada en lo relativo a la consecución de un empleo, pues había una sobreoferta de profesores, las empresas no necesitaban sociólogos y la política —último terreno en que hubiera podido aplicar mis conocimientos— era un oficio ajeno a mis virtudes.
De ahí que pasara la mayor parte del tiempo en el apartamento, dedicado a la lectura de los periódicos (no perdía la esperanza de encontrar ese anuncio clasificado que cambiaría de rumbo mi vida) y a ver la televisión; también ayudaba a Adriana a hacer algunos mandados y, cuando se presentaba la oportunidad, visitaba a tipos solemnes que, luego de recibir mi currículum, me pedían que los llamara por teléfono en un par de días —llamada a la que, por supuesto, nunca contestaban.

Lobisón de Ginés Sánchez

NARRATIVA (F). Novela
Mayo 2012
Andanzas CA 783
ISBN: 978-84-8383-411-4
País edición: España
312 pág.
17,31 € (IVA no incluido)

Adrián es un adolescente muy peculiar. No sólo por los marcados rasgos autistas de su comportamiento sino porque es un séptimo hijo, lo que, en la tradición de la sierra, lo convierte en Lobisón. Ello, sumado a los extraños ataques que sufre algunas noches, provoca la incomprensión de todos, salvo de algunos familiares. Por eso se ha ido del pueblo y ahora vive con su hermano Zenón, la novia de éste y Compañero, su perro, en una furgoneta con la que vagan por España. Ellos van buscándose la vida con negocios que bordean lo permisible, él alterna su colección de piedras y tebeos con su obsesión por un perro negro con el que reconstruir, y tal vez zanjar, las vivencias terribles de su niñez, marcadas por la confusa y violenta personalidad de su padre, Zacarías Zárate. Y mientras intenta encontrar su lugar en el mundo de los adultos, Adrián se iniciará en el amor y el sexo.


Y me acuerdo de que la furgoneta azul estaba aparcada en una ciudad que tenía una calle muy larga y también muchos árboles. Por ahí íbamos andando Compañero y yo. También me acuerdo de que luego ya no había tantos árboles ni tantos coches y sí muchos camiones y un sitio grande que olía a mierda de cerdo. Entonces Compañero y yo fuimos andando hasta que se acabó la ciudad y empezó el campo y salieron las vías del tren. Cuando ya estaban las vías del tren entonces ya no había ni ciudad ni casas ni tampoco nada. Solo la tierra blanca y algunos árboles que estaban por encima de una montaña pequeña. Luego se hizo de noche. Por la noche Compañero y yo nos paramos al lado de un árbol y Compañero se puso a dormir. Yo me puse a contar las cosas de mi bolsa. Las conté doce veces. Luego pasó un tren. Luego otro. Pasaron cuatro trenes. Todos tenían una luz muy grande que les iba por delante y hacían mucho ruido. También había mucho viento y nubes azules por el cielo que eran como cuando se iba a poner a llover. Pero luego al final no llovió y se hizo de día y no había nada para comer.
Y me acuerdo de que otra vez Compañero y yo nos pusimos a andar por la carretera y que salió el sol y que entonces yo vi que la furgoneta azul estaba viniendo hacia nosotros.

La muerte una vez más de Miguel Ángel Velasco

POESÍA (NF). Poemarios
Mayo 2012
Marginales M 276
ISBN: 978-84-8383-414-5
País edición: España
320 pág.
18,27 € (IVA no incluido)

La repentina muerte (el 1 de octubre de 2010) de Miguel Ángel Velasco a los cuarenta y siete años conmovió tanto al mundo de la poesía como a la gente cercana que tuvo la suerte de su trato y compañía. Este volumen póstumo recoge la obra inédita de un poeta que, como afirmó Carlos Marzal en un homenaje reciente, «vivió la experiencia de la poesía como muy pocos han hecho: fue su destino, su interés primordial, su tabla de salvación (y también su hermana amarga, la hermanastra de los reproches y las peleas). A su manera sólo suya le dispensó la más alta consideración y le entregó sus trabajos y sus ocios, sus sueños y sus pesadillas». Recogidos bajo el título La muerte una vez más, y agrupados en cuatro libros: Espinas, Historia de las manos, La muerte una vez más y Circulaciones, se presentan aquí, editados por Isabel Escudero, los poemas que coronan una obra.

«La mirada que encontramos en sus últimos versos», ha escrito Vicente Gallego, «parece no tener dueño: a fuerza de enfocarse en el objeto, el sujeto se disuelve como agente. Las cosas nos hablan ahora sin la interferencia de un observador que las cargue con sus interpolaciones, y tenemos la sensación de que es su propia música interna la que las empuja y las declara. En la posibilidad de paladear ese misterio, se funda gran parte de la visión solar y sagrada del mundo.» Ya Agustín García Calvo se dirigió a él para agradecerle en 1998 sus altas artes poéticas y musicales: su cuidado del ritmo del lenguaje, el sonar de los versos al oído, en una carta-prólogo que continúa aquí, después de su muerte, como entrada a esta obra póstuma: «Tus versos me desplegaban tantas palpables maravillas…, la memoria viva de lo que se podía palpar y se nos roba de entre los dedos. Y, si la poesía estaba para descubrir la mentira de la realidad, puede que haya otras vías…; pero es tan inmediata y sensible ésa que se te ha dado de que en un grano cualquiera de la masa, vendida y despreciada, estalle la infinitud, el no saber en el sentir…».


Bien quisiéramos, pues, que así también él se escapara de nosotros, de este intento mortal de querer definirlo y atrapar su aliento que sigue vivo por ahí latiendo en cada cosa que nos hizo ver, las nubes, un pájaro, aquel perrillo de muerte temprana, las orejillas de las setas, el membrillo de luz tras la cerradura, la limosna de la luna... Que siga suelto en su sueño ese crío inalcanzable al que no abarca su nombre propio, y menos aún su nombre de autor consagrado desde la adolescencia por la Literatura de los literatos. Que estos versos, los que tienes ahora en tu mano, lector, digan ellos desnudamente lo que ellos dicen. Nosotros sólo hemos intentado aquí dar cuenta de ese atrevido y misterioso juego con que el poeta se jugaba a sí mismo en cada verso, día a día de su vida, sin futuro y sin miedo. Celebremos aquí desde estas líneas su no haber sido de este mundo, el no haber negociado con la realidad, la del dinero, la del trabajo y la fama, haber vivido a palo seco, desnudo e inseguro.
Que este libro sea leído en alta voz, en sola soledad o en soledad común; que se nos dé la gracia de oír de nuevo en otras bocas sus versos, su risa salvaje, sentir su infeliz felicidad, su despierta alegría, su niñez dormida. Que nos deje entrar en esa claridad suya que tanto le hermanaba a la claridad venida del cielo de su admirado Claudio Rodríguez. Claridad para ver y hacernos ver las palpables maravillas de las cosas y los umbríos recovecos de las almas, sentir ahí como un soplo su alma de vilano, a la par altivo y vulnerable, la mucha utilidad de su semilla sin destino, que cae a voleo y da fruto por igual al rico y al menesteroso, fruto sin amo, como sin amo era su mirada limpia. Respiremos en estos versos ese aire puro que Miguel Ángel Velasco nos ha dejado, ese aire colmado de augusta confianza que le entraba en el pecho para salir hecho canto.

Améxica de Ed Vulliamy

HISTORIA (NF). Historia social
Mayo 2012
Tiempo de Memoria TM 92
ISBN: 978-84-8383-413-8
País edición: España
416 pág.
21,15 € (IVA no incluido)

La frontera entre México y Estados Unidos, que se extiende a lo largo de casi 3400 kilómetros desde el Pacífico hasta el Golfo de México, es una de las zonas de mayor intercambio comercial, con un continuo flujo de personas y mercancías. Pero desde hace unos años, esta región, que el autor denomina Améxica, es también el escenario de una guerra en la que se enfrentan entre sí los cárteles de la droga más mortíferos –como el de Sinaloa o los Zetas–, numerosas bandas dedicadas al tráfico de seres humanos o armas, y las diversas policías fronterizas y cuerpos militares de elite de ambos países. Desde 2006 hasta 2010, este conflicto ha provocado en México más de 24.000 muertos y en la actualidad ha alcanzado insólitas cotas de crueldad, con decenas de cadáveres decapitados y expuestos en la vía pública, hallazgos de fosas comunes masivas, inmigrantes clandestinos extorsionados y asesinados y víctimas de secuestros torturadas y ejecutadas.

Durante varios meses, el periodista y corresponsal de guerra Ed Vulliamy visitó las zonas más violentas de Améxica: Tijuana (sede del cártel de Sinaloa), Ciudad Juárez (cuya tasa de criminalidad es la más elevada del mundo) o los desiertos de Sonora y Arizona (donde el narcotráfico se está haciendo con el control de la emigración clandestina a Estados Unidos). Periodistas amenazados, activistas, líderes indígenas, antiguos patrulleros y familiares de víctimas ofrecen en esta crónica el descarnado testimonio de este infierno contemporáneo.


Los Zetas empezaron a «limpiar» (por utilizar un término de otra guerra que cubrí en Bosnia) comunidades enteras. En noviembre de 2010, irrumpieron en Ciudad Meir y expulsaron a la mayoría de sus habitantes con una lluvia de disparos y explosiones, y a punta de pistola, de modo que la población tuvo que huir a Ciudad Alemán, a la que, en el libro, acudo a ver un partido de fútbol escolar. Dos meses después, los Zetas irrumpieron en la propia Alemán, en lo que parece haber sido una incursión punitiva, disparando indiscriminadamente contra civiles. El cártel del Golfo por su parte devolvió el golpe, sometiendo brutalmente barrios de Reynosa y Matamoros leales a los Zetas.
Durante la primavera de 2011, aparecieron pruebas de atrocidades más espantosas: fosas comunes que contenían (en el momento de escribir este texto) 167 cadáveres de personas que habían desaparecido por todo México, desde hacía semanas y en algunos casos meses. Las familias de los desaparecidos —en escenas que recordaban la posguerra de Bosnia o de América Central— fueron obligadas a presentarse en la morgue de Matamoros, dar su ADN y esperar en vano que el de sus seres queridos no coincidiera con el de los cadáveres. Las autoridades mexicanas suponen que las víctimas eran pasajeros de autobuses de largo recorrido secuestrados por los Zetas, que fueron detenidos como parte de una infame campaña de reclutamiento. Los muertos eran, se pensaba, aquellos que no quisieron trabajar como contrabandistas o lo que fuera para los narcosoldados, o los que acabaron asesinados por cualquier otra razón.
La mayoría de los fallecidos habían sido tiroteados, pero algunos fueron quemados vivos; las mujeres habían sido violadas antes de ser asesinadas. Sin embargo, lo más espantoso y ominoso de todo es el hecho de que tal es el control maligno que ejercen los Zetas sobre su territorio —y, aparentemente, el del cártel del Golfo sobre el suyo— que esas ejecuciones y entierros en masa se habían realizado a campo abierto, con carreteras apartadas llenas de cadáveres, sin que ni una sola palabra se filtrara a ninguna rama de la policía, las autoridades o el Ejército con la intención de que se investigara, y ni siquiera nadie entre la gente normal estuvo dispuesta a informar, ni las compañías de autobuses, aunque los equipajes sin reclamar de los muertos se amontonaban en la estación de destino en Matamoros.

Todos eran mis hijos de Arthur Miller

CINE, TEATRO Y RADIO (NF). Obras de teatro
Mayo 2012
Marginales M 275
ISBN: 978-84-8383-412-1
País edición: España
144 pág.
12,50 € (IVA no incluido)

Joe Keller es un acomodado empresario sin aparentes remordimientos ni más fantasmas en su pasado que la desaparición de Larry, uno de sus dos hijos, durante la segunda guerra mundial. A su antiguo socio, sin embargo, las cosas le han ido peor. Durante un reencuentro de la familia Keller, el pasado, que todos creían una herida casi cicatrizada, vuelve a supurar, trastocando los sueños y esperanzas de unos y desgarrando los velos de mezquindades sobre los que otros habían construido su vida.

Todos eran mis hijos, una de las primeras obras de Miller, dirigida en su estreno por Elia Kazan y puesta en escena innumerables veces en todo el mundo, condensa ya los motivos sobre los que volvería el autor a lo largo de su carrera: las conflictivas relaciones entre padres e hijos, la responsabilidad social e individual y la necesidad de vivir según unos principios. Un drama que adquiere una asombrosa actualidad en estos tiempos en los que rige el «sálvese quien pueda» y pocos son los dispuestos a asumir las consecuencias de sus actos.


FRANK: Para qué, no trae más que malas noticias. ¿Qué desgracia toca hoy?
KELLER: No sé, yo ya no leo las noticias. Me interesan más los anuncios por palabras.
FRANK: ¿Por qué, tienes intención de comprar algo?
KELLER: No, por curiosidad. Por ver lo que busca la gente y eso. Mira, aquí, por ejemplo, hay uno que anda tras dos perros terranova. Ya me dirás tú para qué querrá un par de perros terranova.
FRANK: Curioso, sí.
KELLER: O este otro: «Se compran diccionarios antiguos.
Pago muy bien». ¿Qué pensará hacer el hombre con un diccionario antiguo?
FRANK: Qué sé yo. Será coleccionista de libros.
KELLER: No me dirás que uno puede vivir de eso, ¿no?
FRANK: Claro, mucha gente lo hace.
KELLER (sacude la cabeza): Hay que ver la de negocios que hay por ahí. En mis tiempos te hacías abogado o médico o te metías a trabajar en una fábrica, no había más. Ahora...
FRANK: Pues yo iba para guarda forestal.
KELLER: ¿No te digo? En mis tiempos eso ni existía. (Escudriña la página, pasando el dedo por los renglones.) Cuando ves estas páginas te das cuenta de lo ignorante que eres. (En voz baja, ojeando la página con asombro.) ¡Psss!
FRANK (repara en el árbol): ¡Anda! ¿Qué ha pasado con el manzano?
KELLER: ¿Has visto qué lástima? El vendaval de anoche, que se lo llevó por delante. Lo oirías, ¿no?
FRANK: Sí, yo también tengo el jardín hecho un desastre. (Va hacia el árbol.) Qué lástima. (Se vuelve hacia Keller.) ¿Qué ha dicho Kate?
KELLER: Aún están todos acostados. Ya veremos cuando lo vea.
FRANK (cae en la cuenta de pronto): Lo que son las cosas...

2 comentarios:

  1. Me interesa el de Sue Grafton, he leido alguno de los del abecedario del crimen y me han gustado. Besos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A mi también, es que me gustan un monton los libros de Tusquets Editores, es que me los compraria todos.

      Eliminar

Pinterest

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...