lunes, 17 de diciembre de 2012

Fragmentos Nº94: After Dark

Haruki Murakami
After Dark


—Hace dos años hubo un caso de asesinato e incendio en Tachikawa. Un hombre mató a un matrimonio anciano con un hacha, les robó la cartilla de ahorros y el sello, y prendió fuego a la casa para destruir las pruebas. Aquella noche hacía mucho viento y ardieron cuatro casas. Lo condenaron a muerte. Una pena normal en los anales judiciales de Japón. Casi todos los casos de doble asesinato acaban en pena de muerte. En la horca. Además, estaba lo del incendio provocado. Aquel hombre era un caso perdido. Era un sujeto muy violento, ya había estado antes en la cárcel varias veces. Su propia familia renegaba de él, era drogadicto y, cada vez que lo habían soltado, había vuelto a reincidir. Tampoco mostraba el menor arrepentimiento. Aunque hubiera presentado una apelación, no cabía la menor duda de que se la habrían denegado. Incluso su abogado defensor, un abogado de oficio, sabía desde el principio que no tenía ninguna posibilidad. De manera que a nadie le sorprendió que lo condenaran a muerte. A mí tampoco. Mientras el presidente del tribunal leía la sentencia y yo tomaba notas, pensaba que eso era lo más lógico. Al acabar el juicio tomé el metro en la estación de Kasumigaseki y me fui a casa, pero en el preciso instante en que me senté a la mesa y empecé a pasar a limpio mis notas, sentí una terrible desesperación. Era, ¿cómo te diría?, parecía que se hubiera producido una bajada de tensión en la energía eléctrica de todo el mundo. Todo se volvió un punto más oscuro, un punto más frío. Yo empecé a temblar, no pude evitarlo. Se me cayeron algunas lágrimas. Pero ¿por qué? No consigo explicármelo. ¿Por qué me había afectado tanto que condenaran a aquel hombre a muerte? Aquel tipo era un caso perdido, no tenía salvación. Entre él y yo no había ningún punto en común, no nos unía lazo alguno. ¿Por qué me había conmovido hasta tal extremo?
Esta duda permanece como duda durante unos treinta segundos. Mari espera a que él prosiga.
Takahashi continúa hablando:
—Lo que quiero decir es esto. Que un ser humano, fuera el tipo de persona que fuese, había sido atrapado por los tentáculos del gigantesco pulpo e iba a ser engullido por las tinieblas. Y eso, bajo cualquier circunstancia, es una escena insoportable.
Él contempla el vacío sobre la mesa, exhala un profundo suspiro.
—Total que, a partir de aquel día, empecé a pensar así. Que quería estudiar derecho en serio. Porque quizás ahí encontraría lo que estaba buscando. Estudiar derecho no es tan divertido como tocar música, pero ¡qué le vamos a hacer! La vida es así. Y crecer es eso.
Silencio.
—¿Ésta es tu explicación talla mediana? —pregunta Mari.
Takahashi asiente.

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