viernes, 28 de diciembre de 2012

Nochebuena roja y blanca Navidad - Segunda parte: Blanca Navidad (V)



Clavé en el intruso vicario una mirada poco amistosa; pero Holmes se quitó la pipa de los labios y se irguió en su silla, como un viejo sabueso que oye el grito de “¡Zorro a la vista!” Señaló el sofá con el dedo, y el palpitante vicario, con su agitado compañero, se sentaron en él, uno junto al otro. Mr. Mortimer Tregennis se dominaba más que el sacerdote, pero el crispamiento de sus manos delgadas y el brillo de sus ojos oscuros delataban la emoción que compartía con éste.

El pie del diablo
Arthur Conan Doyle


(V)

Día de los Santos Inocentes, de bromas y de sorpresas, quizá de algún disgusto además de pegar monigotes de papel en tu espalda si tienes mala suerte y te cruzas con un bromista incansable, en la comisaría nada difiere a los demás días. No hay risas ni bromas ni siquiera artilugios de esos que venden en la Plaza Mayor rondando por ahí. Sólo seriedad.
El día 28 se adelantó al curso del caso pues apareció una mujer cosida cerca de la tercera costilla, hasta ahí todo correcto hasta que llegó a hablar con la policía que tomaba declaración. Daniela Harbour. Ella normalmente se encargaba de la administración y la burocracia. Le llamo para comunicarle la situación, Daniela le dijo que tenia información interesante para el caso, además no parecía una mentirosa por ello la mando que pasara inmediatamente al despacho del Sargento para hablar con ella y escuchar de primera mano las palabras de una victima, de paso aprovechó para decirle que había sacada buenas notas en los exámenes de la carrera de abogacia.
Lo que más le llamo la atención cuando apareció tras la puerta fue la facilidad al hablar, no tenia miedo de que su agresor pudiera estar tras las paredes como le pasaba a la mayoría, todas estaban incomodas sentadas en la fría silla de oscura madera.
Buenos tardes señora…
—Coralina Capote, llámeme Coral, es lo que hace todo el mundo.
—Estupendo, Coral, Explíqueme que ha sucedido.
—Haber, todo comenzó cuando, al salir por la noche de la casa de una amiga, sobre las once y media, quise cruzar un paso de cebra junto al que hay un solar totalmente oscuro. Estaba a punto de llegar al otro lado cuando alguien me agarró por detrás, me apretaban. Tenía una estatura normal, ni alto, ni bajo. Pude ver sus ojos, eran azules que me miraban con rabia porque trataba de huir, cuando sacó un cuchillo de cocina, curiosamente, estaba muy afilado si quiere le enseño el costado.
—No gracias, confío en usted. Si quiere pasar al despacho de enfrente puede describirlo mejor para que hagan un retrato robot.
—Si. Además me gustaría denunciarlo…
—No se preocupe, allí podrá hacerlo.
La chica se levantó y se dirigió al despacho, después de una hora dio por terminada su descripción. Se fue cojeando por el dolor y el hielo de la acera que quedó del día anterior el cual, de vez en cuando, hacía que un viandante resbalase, pese a ello los policías de guardia que se encontraban frente a las puertas los ignoraban aunque avisaban para que el barrendero de la zona echará sal por la zona, excepto si era una persona mayor, entonces, la ayudaban a incorporarse e incluso la preguntaban que tal se encontraban. Pero si eras lo que ellos llamaban una persona joven tenían una escusa para echarse unas risas esa mañana.

Al terminar de incluir la fotografía del retrato robot en el informe e incluir la declaración de Coral se marchó a su casa, cruzó las carreteras de Madrid alumbradas por las luces plateadas o rosas-ambarinas de forma de estrella llegó a su casa. Cenó un plato de sopa recalentada en el microondas con una cerveza y un trozo de pan de leña, leyó un par de capítulos de un libro y trató de dormir. Sentía que estaba más cerca del asesino, como tocándole con unos dedos invisibles a punto de ceñirse sobre su espalda. El sueño le venció, no tuvo sueños, durmió tranquilo toda la noche.

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