Solo puedo imaginar la indignación del gobernador
cuando miró un retrato de estudio de la familia Jordan durante las últimas
vacaciones de Navidad de sus vidas, pocas semanas antes de su muerte brutal.
Clarence Jordan, con su sonrisa tímida y bondadosos ojos grises, estaba vestido
con un traje festivo de color verde oscuro y un chaleco a cuadros, su esposa,
Gloria, sentada a su lado, una joven poco agraciada con el pelo castaño oscuro
peinado con raya en medio, comedida con su vestido de terciopelo verde y volantes.
Los gemelos de cinco años están sentados a cada lado de sus padres. Rubios, con
las mejillas sonrosadas y grandes ojos azules. Josh vestido igual que su padre,
Brenda como su madre. Hay más fotos, y las voy pasando, y capto muy bien la
intención de sumergir a quien mira en la pesadilla que comienza en la página
diecisiete de la transcripción.
Niebla roja
Patricia Cornwell
(II)
Esa noche sus
hijos se fueron con sus mujeres a disfrutar de la noche y sus tres nietos
dormían en una habitación de su chalet situado en Griñón. Por la noche pasó Papá
Noel para dejar sus regalos en el abeto natural que estaba situado en el salón
a un metro y medio de la chimenea.
Se dirigió a
la comisaria de Madrid en su viejo Seat de color azul oscuro y bastante
antiguo. Era una mañana heladora del día 25 de diciembre, a su paso pudo
comprobar como las basuras estaban repletas de cartones de juguetes con dibujos
de todos los colores y electrodomésticos relucientes además de toda clase de
papeles de mil colores.
–Hola Sargento.
Tenemos nuevas pistas sobre el Caso Cuatro Vientos.
–¿Y sobre el
caso de las mujeres muertas?¿Qué sabéis?
–De momento
nada pero estamos trabajando en ello, por cierto el caso pasa a llamarse
oficialmente Caso de los Cuchillos, es como lo han decidido llamarlo en los
medios y hemos puesto el mismo nombre en los informes.
–De acuerdo,
me voy a mi despacho a investigar, avisarme si hay alguna novedad.
Pasaron unas
horas hasta que llegó una agente de policía y le comunico que habían encontrado
otro cuchillo ensangrentado en las afueras de Parla, pero esta vez sin ninguna
victima. Venia en una bolsa transparente y por lo que veía habían tratado de
recoger huellas pero seguro que habían obtenido el mismo resultado que en los
otros, nada importante. Esta pista podría no tener que ver con el sospechoso
pero dudaba, debido a ello la situó como prueba en el caso.
La cuarta
mujer muerta pero se preguntaba una y otra vez dónde se encontraría el cadáver,
parecía que el psicópata había aprendido a borrar del mapa a las victimas que
caían en sus redes.
Llegó la hora
de marcharse a casa, cenó las sobras de la cena del día anterior, vió una de
sus series preferidas sobre asesinatos y se fue a la cama, no tenia ganas de
hablar con nadie, no le gustaba los días infructuosos y este había sido uno de
ellos. Leyó un par de capítulos de la última novela de Cornwell y se fue a
dormir volviendo a pensar en las mujeres muertas a manos de ese loco que
parecía ser como la niebla que se introduce entre los recovecos de los edificios
y, que cuando te fijas en ella no esta.
Esa noche tuvo
una pesadilla, ya estaba mayor para soñar y las pesadillas le cansaban el
doble. En esta aparecía una enorme torre que poco a poco se le venia encima,
desde abajo aparecía un ser parecido a una persona empujándolas con una fuerza
sobrehumana. Al caer las rocas provocaban un estruendo ensordecedor por ello
era incapaz de escuchar a su mujer que en lo alto de otra torre, en una terraza
que se cernía sobre él, le gritaba algo que no era capaz de entender.
Abrió los ojos
encontrando la nada más absoluta en la oscuridad hasta que las pupilas se
acostumbraron a la poca luz. Ahora todo le parecía una fotografía en sepia
envejecida, tanto que el color amarillento reinaba en su memoria y de momento
permanecía la sensación de inseguridad. Fue al baño a tomar un vaso de agua y
volvió a tratar de conciliar el sueño aunque a dos horas de despertarse eso
seria casi imposible y más que probable.
Aún permanecía
en su memoria aquella imagen en la que unos jóvenes agentes sonreían a una
vieja cámara. En esa época parecía feliz pero ahora, todo eso cambió, de forma
inesperada, pero casi irreparable. Parece que nunca va a cambiar nada por más
que pasara el tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario