¡La exclusiva! de Annalena McAfee
ISBN 978-84-339-7846-2
PVP
con IVA 19.90 €
Nº
de páginas 400
Colección
Panorama de narrativas
Traducción Marta
Salís
Honor Tait, famosa
periodista casi octogenaria que fuera descrita en sus días de gloria como «alto
cociente intelectual con escote bajo», prepara la escena para recibir a una
colega mucho más joven que viene a entrevistarla y hace desaparecer todo
aquello que pueda dar pistas sobre su larga y agitada vida pública y privada.
Porque se dice de ella que se casó demasiadas veces y que iba a las fiestas de
Hollywood cuando Hollywood era una fiesta. La entrevistadora es Tamara Sim,
veintisiete años, trabajadora free lance en una revista del corazón, que no ha
pisado la universidad pero compensa su ignorancia con ambición e ingenio. Y
sobre los encuentros y desencuentros de estas dos mujeres de diferentes
generaciones y clase social, con una ética profesional y una visión del mundo
muy diferentes, se despliega esta espléndida «novela de periodistas», que va de
la sátira a la intriga policiaca, de la comicidad a la desolación.
«Una farsa muy
literaria, muy inteligente, con momentos a lo Nancy Mitford o Helen Fielding...
Negra y exquisitamente divertida» (The Independent).
«Una fábula
efervescente, aunque a veces golpee con mano dura, que revela el talento de la
autora para la sátira» (Michiko Kakutani, The New York Times).
«Una ironía tan
refinada como venenosa» (Annabella d’Avino, Il Messagero).
Se quedó en el centro de la
habitación: una anciana frágil e inquieta, con el pelo despeinado y una bata
raída de seda y cachemira. Recientemente, había empezado a tener un tic
esporádico, cierto temblor de la cabeza que parecía acentuarse cuando estaba
nerviosa, como ahora, y que transmitía una aprobación entusiasta siempre que
ocurría lo contrario. Agarró con la mano izquierda el respaldo de uno de los
preciados sillones de orejas de Tad y, recobrando el equilibrio, se volvió
lentamente, entrecerrando sus llorosos ojos azules, e intentó mirar el cuarto
como si lo viera por primera vez, para leerlo como si escudriñara de manera
ilícita el diario íntimo de otra persona.
Empezó por las paredes: cuadros y
fotografías. ¿Cuánto tiempo llevaba sin mirarlos realmente? Esa acuarela de
olas color verdín y montañas cubiertas de barro. ¿Antrim? ¿El oeste de Escocia?
En cualquier caso, no el lago Buidhe. Era demasiado salvaje y abierto para esa
cañada tan protegida. Otra de las compras impulsivas de Tad; impecablemente
antibiográfica y escandalosamente inútil. A la joven entrevistadora de Honor no
le sería fácil sacar conclusiones desdeñosas de aquella vulgar marina, a menos
que fuera una entendida en arte, lo cual, dado el nivel de la mayoría de los
periodistas actuales, por no decir de la mayoría de los jóvenes, era muy poco
probable. Para el traficante de estereotipos precipitados el cuadro podría
reflejar cierto gusto por la pintura convencional de un aficionado o la
melancolía celta. Una interpretación errónea por completo, pero inocua.
El aparentemente sencillo grabado
al aguatinta de Tristán e Isolda podía ser más problemático. Tad se había dado
cuenta de eso. Primero había tenido ganas de destruir el dibujo, romperlo en
dos con sus manazas, o al menos dejarlo donde estaba, entre un montón de
papeles abandonados de Honor en Glenbuidhe. Pero el marido posesivo, irritado
porque su mujer, con la que se había casado cuando ambos eran personas maduras,
hubiera estado alguna vez cerca de otra persona, acabó claudicando por su
respeto típicamente americano a la fama. Al final fue Tad quien eligió el
pesado marco de ébano, después de unos niveles de contemplación y diálogo que
no habrían desacreditado al propio Platón, y quien colocó el cuadro sobre la
repisa de la chimenea del apartamento, donde seguía colgado. El pintor había
unido a los amantes en un solo trazo, y si la entrevistadora examinaba el
dibujo sin ser vista –cuando, por ejemplo, Honor estuviera preparando té en la
cocina–, podría descubrir la dedicatoria, escrita verticalmente con una letra
clara y diminuta sobre la línea del vestido de Isolda: Para Honor de Jean. Un
beso.
Rendidos de Chang-rae Lee
ISBN 978-84-339-7847-9
PVP
con IVA 22.90 €
Nº
de páginas 475
Colección
Panorama de narrativas
Traducción Benito
Gómez Ibáñez
June Han se ha forjado
una vida a miles de kilómetros del lugar donde nació: ha montado su negocio en
Nueva York. Pero en su pasado hay secretos de los que no ha hablado jamás con
nadie, y treinta años después de escapar de una Corea destruida por la guerra,
ha llegado la hora de enfrentarse a ellos. Hector Brennan, «un fracasado de
principio a fin», es el hombre que hace ya mucho tiempo salvó la vida de June.
Y entre June y Hector está la historia de la hermosa y desgarrada Sylvie
Tanner, cuyo amor perseguían ambos. En una travesía que los lleva desde una
Corea en ruinas hasta un antiguo campo de batalla italiano, June y Hector van
en busca de su pasado, unidos por un legado de espanto, violencia y amor.
Chang-rae Lee propone una profunda meditación sobre la naturaleza del heroísmo
y el sacrificio, el poder del amor y la posibilidad de salvarnos, de rendirnos
el uno al otro.
«Una escritura
brillante... Una novela en más de una ocasión conmovedora» (James Wood, The New
Yorker).
«Hermosa, punzante,
imposible de olvidar» (Kate Christensen, Elle).
«Magistral, poderosa y
conmovedora, de lectura compulsiva, pero impregnada de un profundo sentido
moral» (Publisher’s Weekly).
June remetió bien la manta en torno
a ellos, sujetando los raídos extremos bajo sus pies. Empezaban a salir las
estrellas, que iban cobrando brillo mientras el cielo se oscurecía. En otra
época, en otra vida, le habrían parecido bonitas, puede que hubiera despertado
a sus hermanos para que contemplaran su despliegue, pero tal como estaban las
cosas sólo podía considerarlas como increíblemente lejanas y perfectas. Siempre
indiferentes. Cuando el tren arrancó con una sacudida, Hee-Soo calló de pronto,
mientras Ji-Young seguía roncando ligeramente; el chico siempre dormía bien, a
pesar de las circunstancias. June confiaba en que ella también acabaría
durmiéndose, al menos durante unas horas, para tener fuerzas suficientes al día
siguiente. Pero era inútil. Estaba enteramente agotada y tenía la sensación de
que sus extremidades eran tan frágiles y viejas como los brazos de la mujer del
campesino, delgadas como ramitas de árbol; y sin embargo su mente seguía
funcionando por la noche a toda velocidad, como un motor alimentado por
gasolina, corriendo sin parar un solo instante, acelerando de tal modo que todo
lo olvidaba salvo aquella actividad, que era su única razón de existir.
Su padre había sido el primero. La
última vez que lo vio, sangraba por boca y nariz, por los ojos, arrodillado en
el suelo con las manos atadas a la espalda, un oficial del ejército surcoreano
erguido sobre él en una postura desenfadada, apretando el cañón de
una pistola contra su
cabeza. Los demás, menos
su hermano mayor, iban en la parte de atrás de un enorme camión de transporte,
conducidos a otra parte con las familias de otros hombres que habían caído en
la redada. No les habían dicho adónde los llevaban. Todo había ocurrido en un
instante, en el transcurso de una tarde, una semana después de estallar la
guerra; en su rápida retirada las fuerzas de Corea del Sur pasaban desordenadamente
por los pueblos e imperaba un pánico general, todo el mundo temiendo lo que los
comunistas podrían hacer mientras el frente se desplazaba hacia el sur, la
gente cargando frenéticamente cuanto podía en carros tirados por bestias,
carretillas o coches si los tenían. Pero, según resultó, el ejército de la
República de Corea del Sur sembraba tanta desgracia como los soldados del
Norte, y tal vez más. Aquella mañana la familia de June estaba haciendo el
equipaje cuando el jefe de policía del pueblo, también oficial del ejército
surcoreano, y dos soldados armados irrumpieron en el patio interior de la casa
y ordenaron a su padre que los acompañara a comisaría. Al principio él se
limitó a asentir con la cabeza, como si el hecho de verlos no tuviese nada fuera
de lo corriente. Cuando lo cogieron para llevárselo estalló de pronto,
exigiendo saber lo que estaban haciendo, por qué lo detenían, pero no se lo
dijeron. Al resistirse, un soldado lo golpeó en la cara con la culata del fusil
y lo derribó al suelo. Le aplastó la nariz. Su hermano mayor, Ji-Hoon, que
tenía catorce años, se lanzó con furia contra el soldado, pero lo dominaron con
facilidad y jugaron cruelmente con él antes de confinarlo en el asiento trasero
de un coche, junto a su padre semiinconsciente. June lo presenció desde la
casa, tras haber recogido la poca ropa que llevaría consigo, el resto de la
familia reunida abajo, en el pequeño patio interior, y el hecho de que
golpearan a su padre no le pareció un acontecimiento real, ni siquiera posible.
Tuvo la impresión de que gritaba y chillaba igual que su madre y su hermana
mayor (los mellizos pequeños sollozaban), pero a la semana siguiente, en la
calma de un momento de descanso, su hermana mayor le preguntó cómo podía
haberse mostrado tan tranquila y desapasionada. «¿Qué es lo que te pasa?», le
había dicho, casi con desesperación, su tono sugiriendo que la falta de
reacción de June más que una sorpresa constituía la confirmación de su
carácter.
Apuntes de un vendedor de mujeres de Giorgio Faletti
ISBN 978-84-339-7848-6
PVP
con IVA 19.90 €
Nº
de páginas 392
Colección
Panorama de narrativas
Traducción Juan
Manuel Salmerón
1978. Mientras Italia
vive los dramáticos días del secuestro de Aldo Moro, una Milán dominada por los
conflictos políticos y el crimen organizado se prepara para convertirse en la
ciudad de moda de los años 80. En este mundo de restaurantes de lujo,
discotecas, garitos clandestinos y cabarés, hace sus negocios un hombre
enigmático al que todos conocen como Bravo. Trabaja con mujeres. Las vende. Su
existencia es una larga noche insomne que pasa en compañía de desesperados. La
aparición inesperada de una chica, Carla, revive dolorosamente sensaciones que
Bravo creía olvidadas para siempre. Pero marca también el principio de una
pesadilla en la que se verá perseguido al mismo tiempo por la policía, los
servicios secretos, el crimen organizado y las Brigadas Rojas.
«La novela más hermosa
de esta temporada, y tal vez en mucho más tiempo» (Giovanni Pacchiano, Il Sole
24 Ore).
«El más grande de los
escritores italianos sigue llamándose Faletti... Os sorprenderá, os dejará sin
aliento, os conmoverá» (A. D’Orrico, Corriere della Sera).
«Un thriller explosivo
pero también sutil, escrito por uno de los nuevos maestros mundiales del
género. Una lectura apasionante» (Scott Turow).
–Ciento ochenta mil.
–¿Quieres ganar ciento cincuenta
mil en un par de horas?
Ella comprende enseguida. Me espero
una bofetada que no llega. Lo cual es muy significativo. Quizá no es la primera
vez que recibe esta clase de propuestas. Quizá está pasando un
momento particularmente apurado.
O quizá es que ha visto, en un
instante, el modo de salir del suburbio, de la comida congelada, de la ropa
barata de UPIM. Las hipótesis son muchas y ninguna me importa.
Queda por aclarar una cosa y lo
hace ella.
–¿Con quién?
Señalo hacia atrás con la cabeza.
Ella identifica a Daytona, que sigue en la acera de enfrente. Y me mira con
cierta decepción. Antes de contestar baja los ojos.
–No es Robert Redford.
Pongo cara inocente, como se pone
ante lo obvio.
–Si lo fuera, yo no estaría aquí
hablando contigo.
Mira a las otras, que parecen
esperarla en grupo a unos pasos de
distancia. Desde que
empezamos a hablar han estado observándonos y comentando.
Risillas y ojeadas. No descarto que alguna de esas ojeadas sea de envidia. Carla
vuelve a mirarme, con cierta expresión desafiante en sus ojos avellana.
Habla en
voz baja, como
si fuese una
idea que se le
escapa. Propone una alternativa.
–Contigo me iría gratis...
Sacudo levemente la cabeza negando
toda posibilidad en ese sentido.
El lenguaje del juego de Daniel Sada
ISBN 978-84-339-9752-4
PVP
con IVA 16.90 €
Nº
de páginas 200
Colección
Narrativas hispánicas
La familia Montaño vive en el norte
de México. El padre, Valente, ha cruzado ilegalmente la frontera
en dieciocho ocasiones, pero ya nunca más, porque ha juntado suficiente dinero
y está dispuesto a poner un negocio en su pueblo: una pizzería en un mundo de
tortillas. La llevarán él y sus hijos Candelario y Martina. Pero Candelario no
ve claro lo de invertirlo todo en tal negocio: él sabe que en el pueblo ya
asoma la inseguridad. Allí mismo aún no ha pasado nada, pero corren rumores de
gente muerta y colgada en los alrededores. Y entonces se inaugura la pizzería,
y cuando todo empieza a ir muy bien, Candelario se decide a probar lo
prohibido, la marihuana que cultiva en su huerto su antiguo amigo Monico
Zorrilla, hijo del cacique Virgilio Zorrilla, amigo de uno de los capos del
narco, y enemigo de otro...
«¿Sobra decir que El
lenguaje del juego es extraordinaria? Sada nos legó su deslumbrante explicación
personal de la violencia a la mexicana» (Martín Solares, El Informador).
«Sada es a Juan Rulfo
lo que Beckett a Joyce, sólo que al revés... El maximalismo de Sada fue la
respuesta de éste al insuperable minimalismo de Rulfo» (Francisco Goldman, The
Paris Review).
De las dieciocho veces que Valente
cruzó el dizque peligroso límite fronterizo, sólo en una ocasión recibió un
macanazo en las meras costillas por parte de un supuesto policía americano.
Supuesto porque el vato era moreno y no hablaba español y pobrecito, pues.
Supuesto mexicano, por lo tanto. Chicano mamarracho o cómo definirlo, o chicano
orgulloso por no ser tamalero, pero tampoco güero fumigado. Total que el
susodicho traía en la cara notas del himno nacional: casi, de veras sí, lo cual
es un decir porque pues cómo. Además policía con suficiencia, haciendo gala de
poder torcido. Vergüenza debía darle, no por tener trabajo hecho y derecho,
sino por su vileza represora. También hay que decir que la violencia bien
podría ser tan sólo palabrera, sutileza que duele al doble que la física,
aunque si es gringa pasa, se perdona, debido a que el inglés es una lengua
rápida y nomás el que entiende sabe qué. Un insulto, por ende, parece un vil
chorreo desordenado, así que no hay por qué sentirse tanto. Lo otro, lo
mexicano por completo, eso sí era un cohete. Cada vez que Valente regresaba a
su patria, la policía de acá lo detenía. Cuánto dinero traes. Así la
consecuencia inevitable: tienes que darnos todo, si no te refundimos en la
cárcel. Uh, nada de resistirse, porque de paso hasta lo golpearían. Cosa que
sucedió muy al principio. Dólares a volar: gorda cuantía que sí. Despojo
tremebundo. Nada en las bolsas: huy. Lo que hizo que Valente limosneara en
Tijuana: nomás para el boleto de regreso a su pueblo. Juntar: cuánto: difícil
situación. También para comer algo de algo. Vagancia, de resultas, en aquella
ciudad. El goteo de monedas de uno, cinco o diez pesos: la hartura, el
sonadero, nunca hubo un billete de veinte o de cincuenta. Total: una semana entera
de dormir en la calle afuera de cantinas o burdeles, donde tantos borrachos
comprensivos se apiadaban de él, siendo que al puro cálculo Valente supo cuándo
emprender su viaje de regreso. Rabioso aprendizaje, desde luego, más la
derivación: una embestida así no debía repetirse. Tiempo después los mismos
ilegales le informaron con lujo de detalles de un procedimiento muy mañoso.
Tener contacto con... Los mormones hacían el gran favor (el envío de dinero)
siempre que les siguieran la corriente. Creer y convencerse de que ellos eran
unos salvadores, unos bien ejemplares, casi santos, decirles que eran eso o más
que eso: copiosa su verdad de todo a todo. La más grande bondad como
relajación, de tal suerte que sí: semana con semana darles dólares, darles la dirección
para que enviaran una orden de pago a un banco tal, el más cercano a... En
pesos el envío... Los familiares se enterarían
de dónde y cómo cobrar por medio de una carta, y de ahí
en adelante las albricias, sacándole la vuelta a la ladronería de esos policías
tan llenos de cagada por ser harto corruptos y malosos; aquellos fronterizos
enmierdados: ya nunca, ya tan lejos... Y otro procedimiento..., podía haber
muchos más para otras emergencias que a la buena de Dios se fueran presentando.
La urdimbre de los rezos podría servir de algo, pero ellos ¿rezadores?
Confusión todavía. Choque de religiones contra una hipocresía que al fin
apareciera como un disparate. Estrago subjetivo adquiriendo amplitud. No, nomás
la conveniencia de creer como un viso indirecto que de pronto se hiciera
espiritual, y espiritual el vuelo ¡inconcebible! El milagro que riñe con lo más
ominoso. Kilómetros irreales. Lo mormón revolvente que se va como brizna que
huye con la brisa de un tiempo inexistente, pero que ha de volver con más
necesidad, si de envío de dinero es el mentado asunto. Sin embargo, ¿otro
procedimiento?... en efecto, existe como hipótesis, aunque... desde hace muchos
años se sabe que los dueños de los centros agrícolas jamás permiten que sus
trabajadores ilegales tengan contacto con un consulado o con cualquier fulano
residente que pudiera ayudar a que un migrante
se quede en
Gringolandia tras adquirir
a ley la residencia o la ciudadanía. ¡No!, y para
ello esto que ahora viene: se contrata a ilegales nomás por temporada: que la
del aguacate o la manzana, que la de la naranja o de la fresa. Después, al
cabo de dos
meses, el regreso
en cajuelas de tráiler o camión: fácil el cruce dicho: ¡a
la chingada todos! Dejarlos de este lado en cualquier calle oculta, o inclusive
en el campo la dispersión alegre. Acaso alegre por merecimiento, teniendo en
cuenta el haber padecido una manida vida de resguardo jodido: dibújese el
oprobio: la metida en cuartitos demasiado apretados, tal como si vivieran en un
afable campo medio nazi. La cárcel temporal. La esclavitud benigna y dinerosa.
El cobro ¡PUES!, en San Gregorio, ¡ÓRALE!, Yolanda, la encargada de ir cada
semana a pellizcar dinero. Se hablará del ahorro cuando venga Valente a
arreglar tiquismiquis con la gente del banco: el único del pueblo.
Demonios íntimos de Xavier Rubert de Ventós
ISBN 978-84-339-9754-8
PVP
con IVA 18.90 €
Nº
de páginas 272
Colección
Narrativas hispánicas
En este libro, Xavier
Rubert de Ventós trata de cumplir el propósito enunciado en Oficio de Semana
Santa (1979), explicar sólo aquello que experimenta a flor de piel, hablar
desvergonzadamente de sus vergüenzas, cándidamente de sus manías y pasiones, envolver
mentiras y verdades hasta convertirlas en inextricables: «Yo sólo escribo»,
dice el autor, «cuando las sensaciones o ideas se me hacen demonios íntimos que
trato de ahuyentar con la literatura.» «Un entorno razonablemente sensual e
incluso una relativa gimnasia sexual ayudan sin duda al espíritu: lo que éste
no admite es ninguna atadura sentimental. Al cerebro no le roba energía el
amueblamiento sensual o el erotismo profiláctico, es decir, todo lo que
apacigua a un cuerpo que debe funcionar al mismo tiempo como su fuente de
energía y su instrumento. El pensamiento nos permite, pues, aquello que nos
estabiliza pero no lo que nos moviliza; tolera lo que nos gratifica pero no lo
que nos seduce. Más que en la represión, el pensamiento y la cultura se basan
en la frialdad, se levantan sobre el egoísmo y se mantienen a fuerza de
narcisismo. Nos perdonan quizá los placeres, pero nunca los amores.»
Pero ¿cómo distraerme en esta casa
hecha trizas por dos adolescentes junto a sus amigos y ahora abandonada? Yo
necesito cierto orden donde encajar y depositar mi desorden. Aunque lo cierto
es que el mero deseo de orden me agota y me imposibilita crearlo. Trato,
entonces, de crearme un pequeño nicho, pero cada vez, cada semana, la cosa
resulta más difícil. Muebles de distintas series y cosechas se amontonan aquí y
allá con la tapicería gastada, sin rastro del buen o mal gusto de una mano
femenina que colonice la casa con fundas, tapetes o cortinas. Una confusión
estrafalaria, casi grotesca, en un ambiente cerrado y viciado. Un desbarajuste
de platos, cubiertos, zapatos (a menudo uno, el otro quién sabe debajo de qué
mueble ha ido a parar), paraguas rasgados y ceniceros sucios; un calcetín
desparejado en la barandilla de la escalera, el tic-tic de un grifo que gotea y
el hedor a basura. Sobre la mesa del comedor, una tirita usada con su mancha de
sangre en el centro.
En definitiva, un
batiburrillo que parecería provisional de no ser por el
redondel sin polvo que dejan los vasos sucios, o por la marca ya seca de los
vasos medio llenos. Montones más o menos estables de libros, piezas de ajedrez
y raquetas de bádminton; pilas de recibos, invitaciones, convocatorias, con
algunas camisetas intercaladas que se distribuyen estratégicamente por las
sillas, sobre el piano o simplemente en el suelo. Por supuesto, papel higiénico
no hay, y el bidet sigue atascado desde aquel día, ya lejano, en que Gino metió
por el desagüe una colección de lápices de colores Faber.
¿Qué hacer, pues? ¿Qué hacer para
no dejarse agobiar por esa confusión estratigráfica, por ese entrañable caos
doméstico? ¿Cómo escapar de la más convencional melancolía? Comiendo, quizá.
Comiendo todo lo que encuentre o como algunas señoras que, en situaciones
análogas, se hartan de bombones, se compran ropa o se van a la peluquería.
En todo caso, el panorama de la
nevera –la nevera de una casa de hombres– es sencillamente desolador. Dos latas
a medio consumir ya enmohecidas, tres ex huevos, tomates pochos, yogures
caducados, un tarro de mostaza rancia y, eso sí, nueve o diez de esos Bollycaos
que Gino almacena sistemáticamente. De forma maquinal, me llevo uno a la boca,
quizá por aquello de que el sabor evoca fácilmente a la persona a la que echas
de menos. Lo muerdo: ¡qué asco!
Genios. Un mosaico de cien mentes creativas y
ejemplares de Harold Bloom
ISBN 978-84-339-7615-4
PVP
con IVA 29.90 €
Nº
de páginas 944
Colección
Otra vuelta de tuerca
Traducción Margarita
Valencia
¿Qué es el genio?: ésta
es la pregunta que estructura este monumental estudio de cien mentes creativas
de la historia de la literatura emprendido por el crítico norteamericano más
importante del momento. Desde la Biblia hasta Sócrates, pasando por los
trascendentales logros de Shakespeare y Dante, y llegando a Hemingway, Faulkner
y Ralph Ellison, el autor señala las numerosas influencias de los escritores
escogidos y su relevancia durante los siglos. El perspicaz análisis de la
poesía de Milton, Shelley y Whitman, el teatro de Ibsen y Tennessee Williams y
los relatos de Melville y Tolstói, entre muchos otros, permitirán al lector ampliar
e iluminar el conocimiento y la apreciación de estas grandes obras de arte. Y
no podían faltar autores tan imprescindibles en lengua española como Cervantes,
García Lorca, Cernuda, Borges, Carpentier y Octavio Paz.
«La genialidad de Bloom
consiste en devolvernos la conciencia del misterio de la literatura» (New York
Times).
«Insuperable guía de
lectura» (Jordi Llovet, El País).
«Este libro, sobre
todo, nos anima a leer. En eso Bloom es impagable» (José María Pozuelo Yvancos,
ABC).
En_línea. Leer y escribir en la red de Daniel
Cassany
PVP
con IVA 19.90 €
Nº
de páginas 288
Colección
Argumentos
¿Cómo leemos y
escribimos en la red?, ¿cómo nos informamos y construimos el significado?,
¿igual que hacíamos con libros, papel y lápiz? Todavía más: ¿enganchados a la
pantalla y al teclado, aprendemos y enseñamos del mismo modo?, ¿sigue siendo
útil ir a clase si todo está en la red? Y en concreto: ¿nos podemos fiar de lo
que hay en la red?, ¿y del traductor automático?, ¿cómo se evalúa un blog o una
web? En definitiva: ¿qué ha cambiado con la llegada de internet?
Para responder a estas
preguntas, resumimos algunas investigaciones científicas y comentamos algunos
ejemplos de webs, blogs, chats y otros recursos didácticos. Con una mirada
multidisciplinar, crítica y clara, queremos entender cómo está cambiando
internet la educación lingüística, las prácticas de lectura y escritura y el
día a día en las aulas.
La metáfora sobre el contenido y el
continente es otro clásico, en varias versiones: el gas y la bombona, el arroz
y la paella o el vino y las botellas. Que el alfabeto (y el discurso) requiera
un soporte para producirse y distribuirse (piedra, pergamino, papel, etc.) a menudo
provoca confusión entre ambos: se confunde al autor con el impresor o se olvida
la terrible influencia que tiene el continente sobre el contenido. La irrupción
de internet ha cambiado las reglas de juego de la cultura basada en el papel,
ha facilitado la producción, la distribución y el acceso a los artefactos
auditivos, visuales y escritos de manera fácil, barata y universal, y esto está
provocando un terremoto comercial (desaparición de videoclubs, tiendas de
fotografía y discos, librerías), económico (cambio de modelo de negocio),
jurídico (discusión sobre las leyes de propiedad intelectual) y social (cambio
drástico de hábitos culturales).
Esta metáfora se ha usado para
satirizar a los empresarios de las discográficas y de las editoriales, cuando se
pone en su boca estas palabras: «Pensaba que trabajaba en el negocio de la
música, de la lectura y de la cultura (el vino) y ahora he descubierto que sólo
fabricaba botellas (soportes: discos, libros).» Pero también se puede aplicar
hoy en día a los informáticos, que a menudo creen que trabajan en cultura o
educación, cuando sólo construyen, montan y reparan las botellas...
Puesto que la red ha eliminado
buena parte de los procesos necesarios para producir y distribuir los
artefactos culturales, hoy los autores conectan directamente en línea con sus
audiencias sin intermediarios costosos, los consumidores se intercambian
música, cine y literatura entre sí también en línea, y en las calles cierran
poco a poco las tiendas de soportes de películas, música, libros, noticias,
etc. Los recientes cambios sufridos por la industria de música enlatada son un
precedente para el libro (cuadro 4).
Ya en el ámbito educativo, Colin
Lankshear y Michele Knobel (2006) usan esta metáfora para criticar otra
cuestión, la confusión entre el cambio tecnológico y el metodológico.
Consideran que muchos de los usos actuales de la lectura y la escritura digital
en la escuela son «vino viejo en botellas nuevas» o métodos viejos en
tecnologías nuevas. En concreto, para ellos –y también para muchos docentes–,
algunas de las propuestas de lectura y escritura en webquests, cazas del tesoro
o en plataformas de aprendizaje (Moodle) son una versión digital de las
prácticas en papel más convencionales, por lo que traicionarían el espíritu de
la web 2.0.
Emociónese así. Anatomía de la alegría (con
publicidad encubierta) de Eloy Fernández Porta
ISBN 978-84-339-6344-4
PVP
con IVA 19.90 €
Nº
de páginas 272
Colección
Argumentos
Lo comercial y lo
humano. La moral y los anuncios. El perverso y el consenso. Estas insólitas
parejas, y algunas más, protagonizan Emociónese así: una iluminadora
guía de la subjetividad en la sociedad de consumo, diáfana y dinámica pero
también caleidoscópica y musical. Combinando con soltura la sociología de las
emociones, la estética y la crítica cultural más incisiva, este libro
seriamente alegre explora la fabricación del sentimiento en el capitalismo.
Alternando iluminadoras definiciones con piezas de la mejor literatura
publicitaria, Emociónese así hace saltar por los aires las distinciones
que fundamentan nuestra comprensión del espacio social. Los objetos cobran vida
y se apoderan de sus dueños. Los publicistas se vuelven filósofos; los
pensadores, dibus. El arte, los cómics y el cine pueblan estas páginas,
ofreciendo una clara introducción a la cultura visual contemporánea.
La Nariz de Andrea Camilleri
PVP
sin IVA 14.33 €
PVP
con IVA 14.90 €
Nº
de páginas 104
Colección
Literatura Infantil
Traducción Xavier
González Rovira
Salvar a los clásicos
del olvido, con la ayuda de grandes escritores de hoy. Éste es el sentido de
«Save the Story», una colección ideada por Alessandro Baricco, al cuidado de la
Scuola Holden para futuros escritores, que el propio Baricco fundó y dirige, y
publicada por el grupo L’Espresso, en la que se contarán, en volúmenes de unas
cien páginas, grandes historias del patrimonio literario universal.Los autores
seleccionarán las escenas más emocionantes y significativas de los libros en
cuestión y las interpretarán con un lenguaje contemporáneo. Todos ellos
contarán con ilustraciones a cargo de diseñadores de gran talento.
Un objetivo básico es
acercar los clásicos a las nuevas generaciones, pero es un proyecto pensado
para toda la familia: para el lector culto, para uno más perezoso, y sobre todo
para que los padres lean el libro a los niños a partir de seis años.
Y con la idea, quizá un
poco loca, quizá sensata, de contar a los niños del Tercer Milenio, empachados
de televisión, internet y videojuegos, las historias que han fascinado a
nuestros bisabuelos.
La historia de La Nariz
explicada por Andrea Camilleri, con special thanks a Nikolái V. Gógol.
Ilustrada por Maja Calija.
Don Juan de Alessandro Baricco
ISBN 978-84-339-6118-1
PVP
sin IVA 14.33 €
PVP
con IVA 14.90 €
Nº
de páginas 104
Colección
Literatura Infantil
Traducción Xavier
González Rovira
Salvar a los clásicos
del olvido, con la ayuda de grandes escritores de hoy. Éste es el sentido de
«Save the Story», una colección ideada por Alessandro Baricco, al cuidado de la
Scuola Holden para futuros escritores, que el propio Baricco fundó y dirige, y
publicada por el grupo L’Espresso, en la que se contarán, en volúmenes de unas
cien páginas, grandes historias del patrimonio literario universal.Los autores
seleccionarán las escenas más emocionantes y significativas de los libros en cuestión
y las interpretarán con un lenguaje contemporáneo. Todos ellos contarán con
ilustraciones a cargo de diseñadores de gran talento.
Un objetivo básico es
acercar los clásicos a las nuevas generaciones, pero es un proyecto pensado
para toda la familia: para el lector culto, para uno más perezoso, y sobre todo
para que los padres lean el libro a los niños a partir de seis años.
Y con la idea, quizá un
poco loca, quizá sensata, de contar a los niños del Tercer Milenio, empachados
de televisión, internet y videojuegos, las historias que han fascinado a
nuestros bisabuelos.
La historia de Don Juan
explicada por Alessandro Baricco, con special thanks a Tirso de Molina,
Molière, Lorenzo da Ponte, Wolfgang Amadeus Mozart. Ilustrada por Aleesandro
Maria Nacar.
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