John
Rowland es un marinero que tiene varios secretos, va en el barco por el trabajo
hasta que se encuentra con su vieja prometida Selfridge, ambos se encontraran
en diferentes situaciones las cuales ocasionaran consecuencias imprevistas
incluso para el capitán del barco, un capitán que no duda en mentir o engañar
para beneficiarse y cubrirse las espaldas.
Titán
es el transatlántico en el que se encuentran, un enorme barco con todo lujo de
detalles, desde entretener a los pasajeros hasta para hacer las labores de las
entrañas del barco. Todo controlado hasta el último detalle. Hasta que en su
camino se cruza un colosal iceberg que provoca el hundimiento del mismo dejando
al protagonista sobre el frío hielo, allí tendrá que sobrevivir a las
temperaturas congelantes, a osos polares y conseguir que les localicen.
Robertson
escribió una historia profética hasta en detalles nimios como en el número de
botes o el tamaño de la embarcación hasta los gustos de los pasajeros. Su
protagonista también duda de su propia moralidad debido a la difícil situación
en la que se encuentra. Una historia dura, realista y escalofriante creada y
detallada hasta el último detalle. Una narración también emotiva por los
sucesos tan duros que ocurren a una pequeña que, sin quererlo será el centro de
atención. Un texto de lucha por la supervivencia, por el amor y por la verdad
en situaciones limites que define el estilo de la sociedad burguesa de aquellos
años.
Recomendado
para aquellos que quieran descubrir las consecuencias del hundimiento de un
transatlántico, también para aquellos que les gusten las novelas de
supervivencia y por último para los que quieran reflexionar y leer sobre el
suceso que cambió la vida de muchas personas.
Extractos:
—¡Rowland! —dijo el robusto
contramaestre, mientras los marineros de guardia se reunían en cubierta—,
encárguese de vigilar el puente de estribor.
—Ese no es mi sitio, contramaestre
—dijo Rowland, sorprendido.
—Órdenes del puente. Suba allá.
Rowland gruñó, como deben hacerlo
los marineros cuando son agraviados, y obedeció. El hombre al que relevó dio su
nombre y desapareció; el primer oficial se paseó por el puente, le dijo que
estuviera atento a la guardia y regresó a su puesto; el silencio y la soledad
de una guardia nocturna en el mar, acrecentados por el ruido constante de las
máquinas y mitigados tan solo por los lejanos ecos de la música y las risas
procedentes del salón, inundaron la proa del barco. El fresco viento del oeste
que venía hacia el Titán hacía que la cubierta estuviera prácticamente en
calma, y la espesa niebla, aunque iluminada por un cielo brillante y moteado de
estrellas, era tan fría que hasta el más locuaz de los pasajeros había huido en
busca de luz y vida en el interior.
Cuando sonaron tres campanadas —las
nueve y media— y Rowland había respondido con el consiguiente «Sin novedad», el
primer oficial dejó su puesto y se acercó a él.
—Rowland —dijo mientras se
aproximaba—, he oído que usted ha sido oficial de barco.
—Así es —respondió Rowland con voz
débil, reclinándose sobre el cojín, desfallecido por la excitación de los
últimos minutos—. Y para bien o para mal de la posición en la que me encuentro,
debemos remontarnos más allá del asunto de los vigías. El accidente se produjo
por ir a toda máquina entre la niebla. Por más que todos los marineros hubieran
hecho guardia no habrían podido ver ese iceberg. Los aseguradores lo sabían y
corrieron el riesgo. Que paguen, pues.
—Tiene razón, y estoy con usted en
eso. Pero debe salir del país. Desconozco la legislación sobre esta materia,
pero es posible que le obliguen a testificar. No podrá subir de nuevo al
mástil, eso seguro. Pero en mí tendrá un compañero de litera mientras yo sea
patrón de un barco, si usted lo acepta; y puede considerar mi camarote como su
casa durante todo el tiempo que quiera, recuérdelo. Pero sé que quiere llevar a
la pequeña al otro lado del Atlántico, y si se queda hasta que yo embarque
puede tardar meses en llegar a Nueva York, con el riesgo de perderla por alguna
sanción de la ley inglesa. Déjelo en mis manos. En este asunto hay grandes
intereses en juego.
Editorial: Nórdica Libros
Autor: Morgan RobertsonPáginas: 106
Precio: 12,95 euros
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