Gracias a la editorial Impedimenta por cederme un ejemplar de El canto del cisne
Gervase
Fen tiene otra investigación entre manos, en este caso el misterioso asesinato
de Edwin Shorthouse, un tenor odiado por su trato al elenco completo de la
compañía de ópera la cual están preparando Los maestros cantores de Núremberg,
de Wagner. Unos días después el tenor aparecerá ahorcado y apuñalado en su
propio camerino en el New Theatre un céntrico edificio en Oxford. Toda la
compañía será sospechosa del asesinato del tenor debido a sus sospechosas
declaraciones que harán que el detective dude de la veracidad de sus coartadas
respecto a la misteriosa noche.
Con
la ayuda del meticuloso inspector Mugde o con la de la escritora Elisabeth, se
encaminaran en una investigación que atravesará Oxford. Vuelve Lily Christine
III, el descapotable rojo cada vez más ruidoso y más peligroso para los
acompañantes de Fen y aquellos que se cruzan con el automóvil y por su puesto,
su entrañable frase «¡Por mis patas de
conejo…!».
Crispin
vuelve en esta secuela a poner en situaciones raras o ridículas a su alocado
detective Gervase Fen. En esta ocasión nos vemos inmersos en un enorme misterio
el cual parece imposible de solucionar, muy confuso y laberintico. Los personajes
de esta novela no esta claro cuando dicen la verdad, es debido a ello por lo
que no sabremos en quien confiar, ni siquiera los que aparentan inocencia. Su
autor logró una humorística crítica al sistema judicial, pero también a la
sociedad burguesa, además de a los artistas de la época los cuales son
extravagantes y difíciles de tratar en la mayoría de los casos, además del
sarcasmo de su protagonista siempre atento a las incoherencias de aquellos que
sospecha. Edmund Crispin nos adentra en un crimen muy complejo, como reconoce
el protagonista, además de imprevisible debido a los constantes giros y a sus
increíbles extrañezas con los que cuenta.
Recomendado
para aquellos que les guste el misterio con toques de humor británico. También para
los que quieren leer una historia que en apariencia es simple pero que se
vuelve complicada conforme avanza. Y por último, recomendado para los que les
gustan las novelas policiacas, esta además, como telón de fondo se trata el
mundo de la música y la ópera.
Extractos:
«Enamorarse», en este caso
concreto, es fundamentalmente un eufemismo para evitar la expresión «excitación
sexual». En opinión de la mayoría de la gente, las aventuras de Edwin
Shorthouse con las mujeres nunca habían superado ese nivel. Aquellos métodos
representaban, en realidad, un intento anacrónico de recuperar el antiguo
derecho de pernada, y su semejanza con el grosero y vulgar libertino de la
ópera de Strauss era tan evidente que en los círculos operísticos casi
resultaba sorprendente que su interpretación de ese papel fuera tan mala.
Probablemente él mismo era consciente del incómodo parecido con Ochs, y se daba
cuenta de que la elemental estupidez de la creación de Hofmannsthal no era más
que una reflexión sobre su propia manera de vivir. De todos modos, la
susceptibilidad no era la característica principal de Edwin Shorthouse, y es
más probable que su aversión al papel fuera instintiva.
Puede que hubiera existido algo más
que mera lujuria en su actitud hacia Elizabeth. De lo contrario, desde luego,
sería difícil explicar la feroz malevolencia que despertó en Edwin Shorthouse
el matrimonio de Elizabeth y Adam. Joan Davis era de la opinión de que lo que
había resultado herido principalmente era su vanidad. Por una parte, estaba
Edwin —decía Joan—: grosero, viejo, inútil, engreído, y casi siempre borracho;
y por otro lado, estaba Adam. La elección, salvo para el propio Shorthouse,
debería considerarse una obviedad; para él, sin ninguna duda, la elección había
sido una dolorosa bofetada.
—¡Qué gracia que todavía siga
haciendo eso…! —dijo Fen, con un gesto de curiosidad—. Nunca he conseguido
averiguar cuál es la razón de semejante petardeo. Bueno, echémosle un vistazo a
los daños…
Pero no tuvieron ocasión de
detenerse en la inspección del vehículo. Una mujer pequeña, de aspecto
asilvestrado, con una nariz muy larga y una voz agriada, salió corriendo por la
puerta principal y se acercó a ellos.
—¡Ese ruido! —chistó con vehemente
furibunda—. ¡Ese ruido…! ¿Es que no tienen ustedes consideración ninguna con el
MAESTRO? —Se detuvo entonces, con sus diminutos ojillos casi saliéndose de las
órbitas de ira—. Señor Langley: al menos usted debería saberlo. ¡Todos los
coches tienen que quedarse fuera del portalón de la finca! ¿Quién sabe qué
daños y perjuicios puede haber ocasionado su estruendo en la obra del MAESTRO?
—¿Estruendo? —repitió Fen,
enormemente ofendido—. Pero si Lily Christine
es un coche muy silencioso… Admito… —añadió educadamente—, admito que el
lateral del coche pudo hacer un poco de ruido, pero, por otra parte, todo el
mundo chillaría si se raspara con la jamba de piedra de un portalón de entrada.
—La causa concreta de la molestia
es de todo punto irrelevante —le espetó la mujercilla—. Es la consecuencia lo
que importa. El cerebro del Maestro es un instrumento de extremada delicadeza;
la menor conmoción puede trastornarlo… no, a ver, no quiero decir, claro está
que…
—Bueno, nos da igual lo que quiera
decir —le espetó Fen, cansado de repente con aquella conversación—. Queremos
ver al señor Shorthouse.
—Im-po-si-ble —dijo la mujercilla
con furioso énfasis. Completamente imposible. El Maestro está trabajando y no
se le puede molestar.
Editorial: Impedimenta
Autor: Edmund Crispin
Páginas: 280
Precio: 19,95 euros
Pues como todo lo que has dicho del libro me gusta, tengo claro que este libro es para mí. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias por comentar, a mi me ha parecido muy adictivo.
EliminarOtro abrazo.
FJ