Malla
Nunn
Un
hermoso lugar para morir
Entraron
en un pequeño recibidor que por un lado conducía a una serie de puertas
cerradas, seguramente los dormitorios. Hansie se dirigió hacia la izquierda y
entró en una gran habitación dominada por robustos muebles de madera, la clase
de muebles fabricados para aguantar generaciones de golpes de muchachos
desobedientes y hombres de piel basta. Las lustrosas baldosas del suelo se
veían suaves como piel de serpiente bajo la luz amarilla de las lámparas de
cristal. Un enorme aparador lleno de trofeos y fotografías enmarcadas ocupaba
todo un lado de la habitación.
Las
fotografías abarcaban varias generaciones del clan Pretorius. Había una niña
con coletas jugando en la nieve, seguida de un clérigo con gesto adusto rodeado
de un ejército de niños igual de serios. En la siguiente foto aparecía un joven
comisario Pretorius con una hermosa mujer de veintitantos años, sentados en un
banco de un parque. A continuación había una foto que hizo pararse en seco a
Emmanuel. Salían los hermanos Pretorius, con edades comprendidas entre los
cinco y los quince años, hombro con hombro y vestidos con sus uniformes
Voortrekker Scouts. Era de noche, y sus rostros y uniformes resplandecían a la
luz de las antorchas encendidas que sostenían en alto. Sintió cómo sus miradas
se clavaban en él, severas y llenas de orgullo afrikáner. Emmanuel pensó en
Núremberg, en todos aquellos muchachos alemanes con las mejillas sonrosadas
marchando hacia la derrota.
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