Agustin
Gora es un profesor exiliado en Estados Unidos desde hace mucho tiempo que, de
forma inesperada, su vida cambia y todo por la llegada de su ex mujer Lu a su
encuentro. Además llega a acompañada de un hijo de supervivientes del
Holocausto llamado Peter.
Peter Gaspar
que, junto con Gora, reanudara viejas conversaciones sobre la situación del
Nuevo Mundo en el que viven y el que dejaron atrás a través de llamadas
telefónicas, de visitas. Pero la vida de Peter empieza a complicarse cuando
recibe una carta con una amenaza de muerte tras la escritura de una reseña en
una revista poco leída. Los dos se encuentran refugiándose de sus miedos y
paranoias en sus viviendas con poco o ningún contacto con el exterior excepto
por las personas que creen oportuno. De su propia guarida, sólo una situación
extrema les hará salir y se les acerca poco a poco.
Manea
nos hace entrar en un Nueva York oscuro, a veces surrealista y siempre
amenazador con unos personajes que viven el día a día lo mejor que pueden
frente a los problemas que trajeron de sus país, y que pese a ello, se
acrecentaran a su alrededor, una ciudad que Norman describe desde las calles a
las personas que la cruzan día y noche, desde sus sucias calles hasta su gran
estación de trenes, pasando por los burdeles a las universidades. Una novela
llena de largos diálogos pero de gran calidad, que hablan de la opinión de los
personajes sobre la situación del pasado que dejaron y el oscuro presente que
se cierne sobre ellos. Todo ello detrás de unos misteriosos crímenes cometidos
a personas relacionadas de alguna forma con los nacionalistas y también con el
comunismo. A lo largo de la novela descubriremos, además de la historia de los
personajes, la historia de Nueva York, contada de una forma precisa y cuando
llega a los atentados del 11 de septiembre del 2001, con escalofríos y tristeza
por lo que sucedió en el fatídico día. En definitiva una trepidante, a veces
misteriosa y siempre analítica novela que tiene todo tipo de situaciones
descritas con precisión, cargadas de descripciones y con diálogos frescos y
originales además de comprometidos por las opiniones que expresan sus
personajes de la sociedad que dejaron y de la actual además de hablar de la
vida, la muerte y el amor de una forma diferente.
Recomendado
para aquellos a los que les guste el thriller y los policiacos, en esta novela
hay de ambos en pequeñas dosis además de reflexiones inolvidables, también para
aquellos a los que les guste la historia en pequeñas y diversas dosis, este
libro tiene todo tipo de ellas. Y por último para los que les gusten aquellos
libros en los que es analizada la sociedad contemporánea en todas sus
perspectivas y visiones del mundo actual.
Extractos:
Abre los ojos, descubre los guantes blancos,
encima de la mesa. «Las manos más hermosas del mundo», oye al profesor
Gora. El índice, el dedo corazón, el anular con la alianza de oro, el meñique y
el pulgar, el dedo grueso que no era grueso, sino sólo tímido y adormecido. Las
uñas con visera rosa y borda blanco. Cinco criaturas tubulares, la magia de lo
táctil. El profesor no creía más que en los libros, por lo libros se había
enterado de que las terminaciones de los dedos disponen de la zona más densa de
nervios del cuerpo, la denominación latina manus-manus une, en el latín
corrupto de su país, la mano al guante. Hubiera deseado un poema sobre las
manos, pero no era poeta.
Durante un caluroso verano había
entrado, en Londres, en la exposición «Las manos». Había recorrido, adelante y
atrás, la sala durante varias horas, pasmado delante de las imágenes y
regresando, una y otra vez, a las callosas manos del indio, a los dedos
infantiles del payaso enano, a las articulaciones de marfil de la geisha y, de
nuevo, delante del puño del boxeador y de los pálidos dedos del pianista
mimando las teclas, otra vez la cortesana larga y blanca acariciándose
transfigurada el sexo, el soldado con el dedo en el gatillo, los jugadores de
cartas manipulando la suerte, el cocinero apretando, feliz, contra su pecho,
una inmensa col de color ceniza, como el cerebro de Neanderthal, el guante
perforado del ciclista, el translúcido del cirujano y los guantes de seda de la
actriz que domina la memoria del siglo.
De inmigrante social y encantador, en el
confuso periodo de los primeros intentos de adaptación a un lugar y a un tiempo
nuevos, Gora se había convertido en un solitario apesadumbrado y extraño.
Precisamente tras superar las dificultades de los inicios y reconquistar el
estatus social que, en justicia, le correspondia.
Al principio todo había sido de su agrado. Las inhibiciones
largamente practicadas en el socialismo bizantino se diluían como por arte de
magia y sin un ápice de esfuerzo. Se libraba rápidamente de aquel yo que lo
había sustituido en la cerrada y pervertida sociedad de la felicidad
obligatoria. Le fascinaban los contrastes y las grandes extensiones de Estados
Unidos, la jovialidad y la inocencia, la sencillez y la cordialidad que a nada
obliga. Esperaba, confiado, la noticia de que su esposa se había decidido por
fin a seguir sus pasos.
Al concluir la beca Fulbright solicitó,
rápidamente, asilo político. Lo contrataron en La voz de América. El prestigio
intelectual lo privilegiaba en comparación con el resto de colaboradores y, de
la noche a la mañana, lo nombraron jefe del departamento que se encargaba de su
lejana Patria. Los que en aquella época trabajaron con él recuerdan su cortesía
y competencia. La ausencia de cualquier mohín de jefe, su luminosa camaradería.
La armonía colectiva se disipó en cuanto hizo su aparición un disidente altivo
e intrigante.
Editorial: Tusquets
Autor: Norman ManeaPáginas: 344
Precio: 20 euros
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