sábado, 9 de junio de 2012

Fragmentos Nº40: La guarida


Norman Manea
La guarida

Inmensas alas de acero en el cielo incendiado. El Ave septiembre sobrevuela, dorada, soberana y feroz, el hervidero histérico. En el vientre de acero, los cautivos.
El monstruo había golpeado la Torre de Babel. Llamas y humo y cuerpos salpicados al aire negro, sobre la roca y las olas de Babilonia.
La locutora repetía, electrizada, los detalles de la invasión, añadiendo novedades de última hora. Volaban por los aires manos y cabezas, sombreros y carritos, el carné rojo del relojero David Gaşpar y el maletín del policía Patrick, los libros del enciclopédico Dima, las gafas de Avakian, el revólver del detective Lönnrot, el sujetador de la sirena Beatrice Artwein y el gato ciego Gattino y el elefante melancólico Oliver, volaban las hojas amarillas del expediente amarillo que había sobre la mesa del profesor Gora, revoloteando como cometas extraterrestres. El torbellino funerario lo unía y lo esparcía todo: ya nada era importante, sólo la NECROLÓGICA.

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