Cadáver de hormigón y metal
—Jefe, nos han
dado esto, es del Ministerio, nos dice que paremos inmediatamente las obras
debido a que estamos construyendo de manera inconstitucional.
—Pero eso
estaba claro desde hace mucho tiempo —se dijo Josep tras fijarse como los
obreros dejaban todo lo que estaban haciendo—. Voy a llamar a mi abogado
inmediatamente.
—Como quiera
jefe, pero no tenemos otra salida si no queremos meternos en problemas. Y no
queremos.
Se dirigió a su
Mercedes negro en el que, tras la ventana tintada observaba la enorme
estructura de hormigón se alzaba derramando una sombra heladora sobre el
vehículo.
—Hola Garrido,
soy Jiménez, nos hemos metido en un problema, nos han cortado el grifo los de
arriba y nos han paralizado las obras, seguro que terminamos en los tribunales,
¿eliminaste lo que te dije, verdad?
Con una voz
difícil de escuchar le responde su abogado.
—Sí, pero aquí
ya han llegado los policías y se han llevado todo lo demás y pronto se pondrán
en contacto con usted, no se preocupe, no se ponga nervioso y si los medios van
tras usted niegue tajantemente todo o no responda pero trate de parecer neutro
ante todo, de las preguntas y de los titulares. Recuerde que su dinero está
seguro, no deberían encontrar ninguna piedra. Después de todo hicimos lo que
nos dio la gana ¿no?
—De acuerdo,
pero no me gusta eso de “no deberían” —subrayó esas dos palabras— más te vale
que no encuentren la mínima prueba que me señale como responsable, adiós, ah. Y
llama a Vivienda amenazando con tirar de la manta si termino entre rejas.
Además, ya está hecho el mal.
Colgó con un
sonoro suspiro, a sus cincuenta años, en el mejor momento de su vida le han
pillado, su mirada seguía paralizada ante el colosal y caro edificio por el
cual tuvo que hacer muchos favores, ¿para qué?, se preguntaba una y otra vez.
Todo ha quedado en nada, un enorme monumento más a la especulación y corrupción
inservible como otros tantos.
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