Elizabeth
Mapp ha vuelto, esta vez para tratar de desbaratar las ideas de sus vecinos o
para tratar de adelantarse a los planes por agradar incluso al Príncipe de Gales
tras su visita por el pequeño pueblo o la forma de tratar de descubrir la
vergüenza de sus vecinos. Todo ello se da lugar en el pequeño pueblo de Tilling
donde se dan lugar las ocurrencias y las extravagancias de sus habitantes.
Tilling
será testigo de los cotilleos, rumores y desavenencias que padecerán los
complots de la señorita Mapp, entre ellos el mayor Benjamin Flint, siempre
tomando whisky y jugando al golf además de ser el objetivo de Mapp para casarse
sin éxito; su secuaz y compañero de copas,
el capitán Puffin, que se ahoga en un vaso de agua; el famoso señor Wyse que
trata de ocultar una relación con Susan Poppit, miembro de Orden del Imperio
Británico.
Benson
nos desvela en esta novela las argucias de su protagonista para manipular a sus
vecinos, siempre pensando cómo sacar beneficio a cualquier vecino a través de
los rumores o copiando los mismos vestidos que sus vecinas para estar siempre
por encima de todos ellos. En esta novela la sociedad burguesa es criticada en
tono humorístico pues en Tilling las apariencias priman. Sus vecinos temen a
cada paso que se den cuenta de simples actos que, visto a través de la mirada
burguesa de la impasible Mapp se vuelven delitos, aunque los mismos no dañen
absolutamente a ningún vecino del lugar. En la novela se describe de forma la
forma de pensar de sus personajes frente a los enfrentamientos y desdichas y la
mirada crítica, constante de la protagonista junto a todos sus vecinos en la
acomodada vida burguesa que llevan en el pequeño pueblo narrado con grandes
dosis de humor y sátira la extravagante vida que llevan sin más preocupaciones
que pensar en guardar las apariencias. En definitiva un libro que continúa una
saga imprescindible para comprender mejor la forma de pensar y los quehaceres
de aquella sociedad que, aún en la actualidad, se mantiene vigente. Además
incluyo un relato titulado La vizcondesa
del music hall, en el que se narra el descubrimiento por parte de Mapp de
una nueva vecina y los rumores que de esta corren pues descubre que hacía espectáculos
vestido de hombre, que, como dice la nota que acompaña al título, esta
narración se incluye en esta novela desde que se publicó esta novela.
Recomendado
para aquellos que quieran saber sobre la señorita Elizabeth Mapp después de la
anterior novela, como mueve y manda con mano de hierro a todos los habitantes
del lugar, también para aquellos que quieran descubrir las falsas apariencias
que tratan de ocultar sin éxito a toda la vecindad sus curiosos habitantes. Y
por último para aquellos que les gusten las historias más pintorescas y locas
con una brillante ironía capaz de hacernos reír gracias a sus críticas a
aquella sociedad de apariencias.
Extractos:
La decoración del estudio era
incluso más aterradora de lo que hubiera podido imaginar. Si de algo no carecía
aquella estancia —por llamarla de alguna manera—, era de colores, pero no de
una sucesión armónica de colores que transmitieran al visitante la sensación de
un lugar cálido y acogedor, faltaría más. Una cocina alemana de porcelana rosa
se apretaba en uno de los rincones. Las vigas y el techo estaban pintaos de
rojo escarlata, las paredes de color magenta al temple y el suelo era azul. En
otro de los rincones, un enorme biombo de color naranja debía de ocultar algo
que la señorita Mapp prefirió no desvelar en ese momento. Las paredes, colmadas
de muestras de arte de Irene, ponían la guinda a una decoración que distaba
mucho de requerir una presentación en sociedad. Entre sus lienzos, estaba el de
una mujer gorda desnuda —era imposible no reconocer en aquel cuadro a Lucy—;
varios estudios de piernas gordas y de exuberantes pechos, y en el caballete de
una pintura, evidentemente inacabada, que representaba a un hombre. La señorita
Mapp apartó la vista de inmediato.
—Eva —dijo Irene, señalando a la
pintura de Lucy.
La señorita Mapp, naturalmente,
supuso que el caballero que estaba vestido prácticamente como Eva era Adán, y
le dio la espalda.
—Y qué idea tan simpática poner el
suelo azul, querida… —dijo—. Qué original eres. Y qué techo tan bonito, tan…
rojo. Pero ¿no te parece que todos estos colores pueden distraerte cuando estás
pintando?
—Nada de eso, estimulan el sentido
del color.
La señorita Mapp se acercó al
biombo.
—Qué biombo tan grande, es precioso
—dijo.
—Sí, pero no mires detrás, Mapp —dijo
Irene—, porque ahí está mi modelo y no lleva ropa.
La señorita Mapp retrocedió
precipitadamente, como si allí hubiera un nido de avispas, y examinó algunos de
los bocetos que había en la pared, pues era más que probable que el Adán del
cuadro inacabado del caballete abandonara su escondrijo tras aquel encantador
biombo. Aunque todo aquello era espantoso, Elizabeth sintió una incontenible
curiosidad por saber quién era Adán. Era tremendo pensar que allí podía estar
escondido un hombre de Tilling tan depravado como para esconderse tras el
biombo, siendo observado con tan poca ropa.
Aunque el aborrecimiento de
cualquier atisbo de esnobismo o de cualquier actitud que se le asemejara era
una característica peculiar de la visa social en Tilling, el esperado paso de
aquel distinguido visitante por el pueblo el sábado siguiente corrió como la
pólvora por toda la localidad. Aquella mañana de mercado, antes de que las cestas
de mimbre de las damas comenzaran a pesarle a sus portadoras, ya no había
rincón del pueblo que no conociera la noticia. El mayor Flint se enteró de la
noticia por la señora Plaistow cuando iba a coger el tranvía de la noticia de
las 11.20 para ir a los campos de golf. Aunque no tenía mucho tiempo que perder
(porque sus labores de la noche anterior en sus viejos diarios habían provocado
que aquella mañana tuviera que desayunar a una hora inusualmente tardía, aparte
de un molestísimo dolor de cabeza por la intensidad de trabajo), tuvo que
pararse con la señorita Mapp inmediatamente después, sin quitar ojo de su
reloj, porque —naturalmente— no podía dejar de descerrajarle semejante noticia
a quemarropa a su vecina, como si fuera algo de máximo interés e importancia.
—Buenos días, mi querida señora —la
saludó—. ¡Por Júpiter!, ¡qué aspecto tan saludable y fresco nos trae hoy!
La señorita Mapp echó un vistazo
disimulado a su cesta para comprobar que el papel ocultaba la prenda de ropa interior
que le pérfido lavandero por fin había encontrado. (Probablemente en la
lavandería siempre habían sabido dónde se encontraba y —en sentido figurado,
por supuesto—, habían querido «probarla»).
—Pronto a la cama y pronto arriba,
mayor —dijo la señorita Mapp—. ¡Esta mañana he visto despezarse a mis flores!
¡Un rocío precioso!
—Bueno, mis diarios me tuvieron en
vela hasta muy tarde anoche —dijo el caballero—. Solo cuando ustedes se
retiran, mis fascinantes damas, consigue uno sentarse a trabajar en ellos.
—Permítame recomendarle que se
ocupe de ellos de seis a ocho de la mañana, mayor —le sugirió la señorita Mapp
enseguida—. Es cuando se tiene la cabeza más despejada.
Editorial: Impedimenta
Autor: E. F. BensonPáginas: 384
Precio: 22,75 euros
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