lunes, 2 de diciembre de 2013

La señorita Mapp de E. F. Benson



Elizabeth Mapp ha vuelto, esta vez para tratar de desbaratar las ideas de sus vecinos o para tratar de adelantarse a los planes por agradar incluso al Príncipe de Gales tras su visita por el pequeño pueblo o la forma de tratar de descubrir la vergüenza de sus vecinos. Todo ello se da lugar en el pequeño pueblo de Tilling donde se dan lugar las ocurrencias y las extravagancias de sus habitantes.


Tilling será testigo de los cotilleos, rumores y desavenencias que padecerán los complots de la señorita Mapp, entre ellos el mayor Benjamin Flint, siempre tomando whisky y jugando al golf además de ser el objetivo de Mapp para casarse sin éxito;  su secuaz y compañero de copas, el capitán Puffin, que se ahoga en un vaso de agua; el famoso señor Wyse que trata de ocultar una relación con Susan Poppit, miembro de Orden del Imperio Británico.

Benson nos desvela en esta novela las argucias de su protagonista para manipular a sus vecinos, siempre pensando cómo sacar beneficio a cualquier vecino a través de los rumores o copiando los mismos vestidos que sus vecinas para estar siempre por encima de todos ellos. En esta novela la sociedad burguesa es criticada en tono humorístico pues en Tilling las apariencias priman. Sus vecinos temen a cada paso que se den cuenta de simples actos que, visto a través de la mirada burguesa de la impasible Mapp se vuelven delitos, aunque los mismos no dañen absolutamente a ningún vecino del lugar. En la novela se describe de forma la forma de pensar de sus personajes frente a los enfrentamientos y desdichas y la mirada crítica, constante de la protagonista junto a todos sus vecinos en la acomodada vida burguesa que llevan en el pequeño pueblo narrado con grandes dosis de humor y sátira la extravagante vida que llevan sin más preocupaciones que pensar en guardar las apariencias. En definitiva un libro que continúa una saga imprescindible para comprender mejor la forma de pensar y los quehaceres de aquella sociedad que, aún en la actualidad, se mantiene vigente. Además incluyo un relato titulado La vizcondesa del music hall, en el que se narra el descubrimiento por parte de Mapp de una nueva vecina y los rumores que de esta corren pues descubre que hacía espectáculos vestido de hombre, que, como dice la nota que acompaña al título, esta narración se incluye en esta novela desde que se publicó esta novela.

Recomendado para aquellos que quieran saber sobre la señorita Elizabeth Mapp después de la anterior novela, como mueve y manda con mano de hierro a todos los habitantes del lugar, también para aquellos que quieran descubrir las falsas apariencias que tratan de ocultar sin éxito a toda la vecindad sus curiosos habitantes. Y por último para aquellos que les gusten las historias más pintorescas y locas con una brillante ironía capaz de hacernos reír gracias a sus críticas a aquella sociedad de apariencias.  

Extractos:

La decoración del estudio era incluso más aterradora de lo que hubiera podido imaginar. Si de algo no carecía aquella estancia —por llamarla de alguna manera—, era de colores, pero no de una sucesión armónica de colores que transmitieran al visitante la sensación de un lugar cálido y acogedor, faltaría más. Una cocina alemana de porcelana rosa se apretaba en uno de los rincones. Las vigas y el techo estaban pintaos de rojo escarlata, las paredes de color magenta al temple y el suelo era azul. En otro de los rincones, un enorme biombo de color naranja debía de ocultar algo que la señorita Mapp prefirió no desvelar en ese momento. Las paredes, colmadas de muestras de arte de Irene, ponían la guinda a una decoración que distaba mucho de requerir una presentación en sociedad. Entre sus lienzos, estaba el de una mujer gorda desnuda —era imposible no reconocer en aquel cuadro a Lucy—; varios estudios de piernas gordas y de exuberantes pechos, y en el caballete de una pintura, evidentemente inacabada, que representaba a un hombre. La señorita Mapp apartó la vista de inmediato.
—Eva —dijo Irene, señalando a la pintura de Lucy.
La señorita Mapp, naturalmente, supuso que el caballero que estaba vestido prácticamente como Eva era Adán, y le dio la espalda.
—Y qué idea tan simpática poner el suelo azul, querida… —dijo—. Qué original eres. Y qué techo tan bonito, tan… rojo. Pero ¿no te parece que todos estos colores pueden distraerte cuando estás pintando?
—Nada de eso, estimulan el sentido del color.
La señorita Mapp se acercó al biombo.
—Qué biombo tan grande, es precioso —dijo.
—Sí, pero no mires detrás, Mapp —dijo Irene—, porque ahí está mi modelo y no lleva ropa.
La señorita Mapp retrocedió precipitadamente, como si allí hubiera un nido de avispas, y examinó algunos de los bocetos que había en la pared, pues era más que probable que el Adán del cuadro inacabado del caballete abandonara su escondrijo tras aquel encantador biombo. Aunque todo aquello era espantoso, Elizabeth sintió una incontenible curiosidad por saber quién era Adán. Era tremendo pensar que allí podía estar escondido un hombre de Tilling tan depravado como para esconderse tras el biombo, siendo observado con tan poca ropa.

Aunque el aborrecimiento de cualquier atisbo de esnobismo o de cualquier actitud que se le asemejara era una característica peculiar de la visa social en Tilling, el esperado paso de aquel distinguido visitante por el pueblo el sábado siguiente corrió como la pólvora por toda la localidad. Aquella mañana de mercado, antes de que las cestas de mimbre de las damas comenzaran a pesarle a sus portadoras, ya no había rincón del pueblo que no conociera la noticia. El mayor Flint se enteró de la noticia por la señora Plaistow cuando iba a coger el tranvía de la noticia de las 11.20 para ir a los campos de golf. Aunque no tenía mucho tiempo que perder (porque sus labores de la noche anterior en sus viejos diarios habían provocado que aquella mañana tuviera que desayunar a una hora inusualmente tardía, aparte de un molestísimo dolor de cabeza por la intensidad de trabajo), tuvo que pararse con la señorita Mapp inmediatamente después, sin quitar ojo de su reloj, porque —naturalmente— no podía dejar de descerrajarle semejante noticia a quemarropa a su vecina, como si fuera algo de máximo interés e importancia.
—Buenos días, mi querida señora —la saludó—. ¡Por Júpiter!, ¡qué aspecto tan saludable y fresco nos trae hoy!
La señorita Mapp echó un vistazo disimulado a su cesta para comprobar que el papel ocultaba la prenda de ropa interior que le pérfido lavandero por fin había encontrado. (Probablemente en la lavandería siempre habían sabido dónde se encontraba y —en sentido figurado, por supuesto—, habían querido «probarla»).
—Pronto a la cama y pronto arriba, mayor —dijo la señorita Mapp—. ¡Esta mañana he visto despezarse a mis flores! ¡Un rocío precioso!
—Bueno, mis diarios me tuvieron en vela hasta muy tarde anoche —dijo el caballero—. Solo cuando ustedes se retiran, mis fascinantes damas, consigue uno sentarse a trabajar en ellos.
—Permítame recomendarle que se ocupe de ellos de seis a ocho de la mañana, mayor —le sugirió la señorita Mapp enseguida—. Es cuando se tiene la cabeza más despejada.

Editorial: Impedimenta 
Autor: E. F. Benson
Páginas:  384
Precio: 22,75 euros

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