Chris
Colfer
Fulminado
por un rayo
Hay
momentos en la vida en los que piensas: «Oh, Dios mío, ¿esto está sucediendo de
verdad? ¿Realmente estoy haciendo esto? ¿Es así como me van a recordar el resto
de mi vida?». Ese fue uno de esos momentos, y por desgracia para mí, era muy
real, lo estaba haciendo de verdad y probablemente será así como me recuerden
el resto de mi vida.
Imaginadme
a mí disfrazado como un puto lápiz, tirando de la carroza del Club de Escritura
personalmente a través del campo de fútbol. Imaginaos a Malerie, disfrazada de
cuaderno, manejando el cuaderno gigante que había en lo alto de la carroza y
saludando con la mano a la multitud. Visualizad a la multitud rugiendo de
manera incontrolada al paso de las animadoras y quedándose completamente en
silencio al ver la nuestra.
El
silencio era tal que lo único que se oía eran mis gruñidos y las barbaridades
que iba soltando mientras tiraba de la carroza.
—¡Sí!
¡El Club de Escritura! ¡Uuu, uuuh! —gritaba con entusiasmo Malerie sin dejar de
saludar con la mano.
Empezaron
a oírse risitas, que fueron creciendo hasta convertirse en sonoras risotadas,
que terminaron con una explosión de carcajadas. Todo el mundo —los padres, los
alumnos, los profesores— me señalaban y se descojonaban de risa.
—¡QUE
OS DEN! —les gritaba yo, y terminé de arrastrar la carroza fuera del campo de
fútbol. Estaba sudando a chorros, tenía la cara tan roja que parecía Marte, me
sangraban las manos de tirar de la cuerda y tenía el cuerpo tan rígido que
apenas podía caminar.
Rasgué
mi disfraz de lápiz, me subí al coche y salí escopeteado del aparcamiento de
estudiantes. Ni siquiera puse el intermitente.
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