El
primer relato de ellos es La chica de la
curva, nos habla de un compañía de sustos en el cual se les va de las manos
en una fatídica noche; La sonrisa de un
niño en cambio nos habla de la violencia hacía los niños; el tercero, El rostro en la pared nos muestra la
escalofriante historia de, tras la muerte de su anterior novia, esta se le
aparece a través de los muros de su habitación cuando piensa en ella; El hombre vacío en cambio, es un relato
sobre las diferencias entre aquellos que no tienen nada y las personas que las
ignoran como si fueran fantasmas; El
nicho es un texto en el cual, tras un consejo de su terapeuta estos deciden
hacer el Camino de Santiago para cambiar la dura rutina diaria deciden hacer
una pequeña parte en una noche pero la lluvia les sorprenda en mitad de un
cementerio.
El
sexto relato es, Versión 2.0, que
trata los problemas de amores entre clones; en 448 nos encontramos como a su protagonista una noche en blanco
previa a un examen el número aparece por todas partes; La nueva generación nos narra la estremecedora historia de un joven
que, tras ahorrar decide comprarse una nueva videoconsola pero esta se
convertirá en una pesadilla para su protagonista; en el noveno relato, Macedonia, descubrimos la agobiante
vivencia de un joven con su yaya y la costumbre de que tiene de obligarle a
probar la fruta que crece en su huerto; en el último relato titulado El estrecho nos cuenta la terrible
historia de supervivencia de tres africanos cuando dan con un barco llevado por
crueles personas que no dudan en ponerles a prueba para divertirse.
Un
conjunto de once relatos donde nos llevan por distintos paisajes y por los
miedos más profundos, escalofriantes, tétricos e incluso irónicos en algunos
casos. En cada narración nos encontramos con unas descripciones increíblemente
realistas que nos absorbe aún más en la lectura, también logran en algunos
casos que sintamos un escalofrió por las pequeñas tramas que ocultan. Cada uno
de los relatos se acerca, sin previo aviso a nuestro subconsciente y agita,
también sus desenlaces son imprevisibles en la mayoría de los casos. En
definitiva, un libro que, como una película de miedo, está cargado de diversión
y terror a partes iguales que además, en algunos textos, nos hacen meditar
hacía donde vamos o que conseguimos con nuestros actos e incluso en el futuro,
estos sorprendentes relatos consiguen aterrorizar, incluso en desear que acaben
para tomar un respiro.
Recomendado
para los amantes del miedo y sus diferentes variantes, este libro se compone de
un conjunto de gran calidad y originalidad. También para aquellos que quieran
descubrir nuevas voces capaces de sorprendernos en los relatos que han
escrito. Y por último para los que les
guste leer historias que analicen al ser humano en muchas de sus perspectivas y
miedos.
Extractos:
Dos cartas manuscritas habían
cambiado por completo la vida de Alberto. En la primera de ellas, una bella
genetista llamada Beatriz —que a partir de entonces se convertiría en su novia
durante cinco años—, le confesaba su amor relatándole en cien puntos los
motivos por los cuales bebía los vientos por él; en la segunda, redactada al
término de esos cinco años, Beatriz ponía fin a la relación mediante un listado
similar. Ambos documentos compartían al menos un setenta por ciento de su
contenido. Consecuentemente, podía decirse que casi todo lo que en principio
había atraído a la chica, había devenido, con el tiempo, en motivo de reproche
para ella.
Cuando Alberto se sentaba pensativo
en la mesa del comedor, con ambas cartas desplegadas frente a sus ojos, el
estómago se le encogía. Aquellos dos folios arrugados eran la prueba de que no
se podía confiar más en la estabilidad del amor que en la de un sistema
operativo para ordenador; o lo que venía a ser lo mismo: que toda relación sentimental
estaba destinada a quedarse colgada, más tarde o más temprano, con
independencia de los deseos de sus usuarios. En este tipo de tesituras los
técnicos en informática recomendaban reiniciar el sistema por las bravas, algo
que, casi siempre, dañaba algún archivo. La fe en el amor romántico fue el
precio a pagar por Alberto una vez Beatriz hubo presionado ctrl+alt+supr. El
chico pasó de creer en un mundo regido por las leyes imperecederas del corazón
a estar convencido de que, hasta el mismo suelo que pisaba, era susceptible de
abrirse bajo sus pies en cualquier momento. La futilidad de todo lo real se
convirtió durante años, como si de pronto el buda Sakyamuni le hubiera
iluminado, en su pensamiento más recurrente. Temía moverse; hablar; amar. Si Beatriz,
que por tanto tiempo había sido sinónimo de confianza inquebrantable, le había
abandonado, no quería ni pensar en lo que el resto del mundo podía llegar a
hacerle a cambio de un poco de calderilla. Entonces pasaron otros cinco años y
Alberto pensó algo que hasta el momento nunca se le había ocurrido: si la
realidad se caracterizaba por su futilidad e impermanencia, no tenía razones
para pensar que su ruptura con Beatriz fuera una excepción. Eso quería decir
que, al menos sobre el papel, podía recuperarla. Abrazó esa hipótesis con
fuerza y se dedicó diseñar un plan de ataque para hacerla realidad. El primer
paso consistía en redactar un texto de refutación, punto por punto, de la
última misiva de Beatriz. Le añadió un juramento solemne de voluntad de cambio,
una gota de su propia sangre a modo de firma y una declaración de amor
actualizada y en verso de su autoría. A continuación construyó lo que su amigo
Gabriel denominaba una “bomba psicológica” —que no era otra cosa más que una
caja de zapatos llena a rebosar de buenos recuerdos cómplices dispuestos de la
forma más adecuada para epatar a su destinatario—, compró un ramo de rosas
rojas, y, ya por último, averiguó cuál era su domicilio actual y hasta allí se
dirigió vestido con sus mejores galas.
Le llamaremos Jules. Es de raza
negra; veinticuatro años; fornido; con el pelo ralo. Viene de más allá del
Sahara; de un país lejano y pobre incapaz de ofrecerle un futuro. En su camino
hacia la costa de Marruecos atravesó a pie otros países tan pobres como el suyo.
Algunos, incluso más pobres. El trayecto fue largo y doloroso. Quizás más largo
que doloroso, pues, aun con todas las penurias que hubo de soportar, hizo
buenos amigos mientras duró. Muchos de esos amigos yacen ahora muertos a su
lado. Otros, la mayoría, descansan en el fondo del mar. Tan solo Mpele y Razi
siguen vivos, achicando agua con sus últimas fuerzas, en mitad de la tormenta,
para evitar que la embarcación se hunda. Jules les ayuda. Cada vez es más
difícil mantener el equilibrio debido al frío, el hambre y la zozobra, pero no
se rinde. Con sus propias manos a modo de cuenco pugna por ser más rápido que
las olas. Arroja el agua por la borda y ellas se la devuelven casi al instante,
igual que en un partido de tenis. La tempestad parece reírse de él. Surgió de
la nada, sin previo aviso, resuelta a volcar la patera. Lo consiguió en apenas
un minuto. A partir de ahí, no se detuvo hasta que engulló a todos los
pasajeros que no sabían nadar en una espiral de espuma blanca y noche negra.
Jules recuerda las imágenes y se estremece. Vio cómo Keon se aferraba al
cadáver de Arith para mantenerse a flote; cómo Faraji, el patrón —que sí sabía
nadar—, tenía que apartar a codazos a los caídos, y cómo una joven llamada
Aissa perdía a su hijo de cinco meses entre el caos sin que nadie tratara de
prestarle ayuda. También recuerda Jules cómo la histeria cundió en el bote
cuando alguien se dio cuenta de que el patrón había muerto llevándose los remos
consigo; y cómo, poco después, los pasajeros más débiles comenzaron a caer uno
tras otro como consecuencia de la hipotermia y la deshidratación. Recuerda todo
esto mientras achica. Y él mismo comienza a notar que no se encuentra bien. Y
ve a Mpele desplomarse sobre las maderas encharcadas; y a Razi perder la
cordura entre golpe y golpe de mar. Y siente que la desesperanza le apuñala por
la espalda, que todos sus esfuerzos han sido en vano y que jamás pisará suelo
europeo. Y se deja llevar…
Pasan las horas y Jules despierta
con las primeras luces del amanecer. El sol acaricia su piel morena como para
recordarle que aún está vivo. La tormenta, en cambio, ha muerto. Ahora puede
achicar el agua sin problemas. Trata de despertar a sus compañeros para que le
ayuden, pero ninguno de ellos se da por enterado. Tal vez no vuelvan a hablar
nunca más, piensa. Y se dispone a achicar el agua él mismo, en soledad, incapaz
de tomarles el pulso. A lo lejos se ve la costa española. O al menos eso se
imagina él. Hasta donde sabe, podría tratarse de cualquier otro lugar; de
cualquier otra costa, incluida la de partida. Se encuentra confuso, aturullado,
exhausto. No puede pensar con claridad. No quiere hacerlo, tampoco.
La embarcación comienza a oscilar
ligeramente. Por entre el aire brumoso se aproxima un vago olor a gasolina.
Suena un motor. Jules se vuelve hacia el lugar de donde procede el sonido y
hace parasol con la mano para ver mejor. Sonríe de oreja a oreja al toparse
de frente con un barco pesquero. La euforia le inocula nuevas energías y salta
sobre la patera para llamar la atención de los marineros. Sus movimientos son
tan bruscos que a punto está de caerse al mar. No le importa. Sabe que, aunque
eso suceda, le rescataran. Lo peor ya es historia. Está salvado.
Editorial: Cliffhanger Publishing
Autor: Varios autores Páginas: 121
Precio: 3,50 euros
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