domingo, 14 de octubre de 2012

Fragmentos Nº78: El hundimiento del Titán

Morgan Robertson 
El hundimiento del Titán



En la primera planta de la Bolsa de Londres hay un gran apartamento sembrado de escritorios, alrededor y en medio de los cuales se agita una apurada y ruidosa multitud de agentes de bolsa, contables y mensajeros. Flanqueando este apartamento hay puertas y vestíbulos que conducen a las salas y oficinas adyacentes, y repartidos a lo largo de él hay tablones en los que se escriben diariamente por duplicado los desastres marítimos de todo el mundo. En uno de los extremos se alza una plataforma consagrada a la presencia de un importante oficial. En la jerga técnica de la City el apartamento se conoce como «La Sala» y el oficial es «El Llamador», cuyo cometido consiste en gritar con voz potente y cantarina los nombres de los miembros que son requeridos en la puerta, así como los detalles básicos de los informes antes de anotarlos en la pizarra.
Esta es la oficina central de Lloyd’s, la inmensa sociedad de aseguradores, agentes de bolsa y navieros que empezó con los clientes del café de Edward Lloyd a finales del siglo XVII y que, adoptando ese nombre comercial, se ha desarrollado hasta convertirse en una corporación tan bien equipada, tan espléndidamente organizada y tan poderosa que los reyes y ministros a veces recurren a ella para obtener noticias del extranjero.
Ningún capitán ni oficial navega bajo bandera inglesa cuyo informe, incluyendo las riñas en el puente de proa, no sea expuesto en Lloyd’s para que lo inspeccionen los eventuales empresarios. Ningún barco naufraga en ninguna costa desierta del mundo durante el turno de trabajo de los aseguradores cuyo accidente no sea anunciado por la potente y cantarina voz en un plazo máximo de treinta minutos.

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