La
estrategia del agua
Lorenzo
Silva
No
llegué a dormirme. Apenas logré atenuar un poco mi estado de conciencia, en el
que se intercalaron a ráfagas las estampas del laberinto de autovías de Madrid
en hora punta, con sus miles de automovilistas atrapados entre el acero y el
asfalto. En el cielo se anunciaba el arrebol de un espléndido atardecer de
primavera. Aquellos firmamentos incendiados de pronto, a pesar de la cochambre
atmosférica, eran una de las razones que me vinculaban a una ciudad cada día
más demente y desorbitada, áspera y tumultuosa, pero a la que ya pertenecía sin
remedio.