domingo, 28 de julio de 2013

En el periódico, El País, julio de 2013: Cinco pecados tropicales / 5: Un viernes en Lima (o en Río de Janeiro) de Héctor Abad Faciolince



Héctor Abad Faciolince, nos conduce en estos relatos por diferentes lugares cada día de la semana, esta vez conocemos la historia de una habitante de un pueblo interior, y al mismo tiempo, el interior de la protagonista, Aquí os dejo el enlace al relato completo.

Raquel Marín
(…) Mi marido es brasilero y es hermoso. Con él no tengo hijos, aunque lo intenté con todas mis fuerzas: terapia hormonal, fecundación in vitro, todo, pero no fue posible, al final no salió. Y ya no puede ser, por la edad.

En el periódico, El País, julio de 2013: Cinco pecados tropicales / 4: Un jueves en Medellín de Héctor Abad Faciolince



Héctor Abad Faciolince, nos conduce en estos relatos por diferentes lugares cada día de la semana, esta vez la narración nos da a conocer a una atípica pareja que tratan de convivir por separado, Aquí os dejo el enlace al relato completo.

Raquel Marín
(…) Vi que Mr. Ferro había tomado un vuelo Barranquilla-Medellín el día anterior. A veces mi mujer, que es veterinaria, hace asesorías para el zoológico de Barranquilla. Puse el maletín sobre la cama y lo abrí. Poca ropa de hombre, como para dos noches; un par de calzoncillos negros.

En el periódico, El País, julio de 2013: Cinco pecados tropicales / 3: Un miércoles en México de Héctor Abad Faciolince



Héctor Abad Faciolince, nos conduce en estos relatos por diferentes lugares cada día de la semana, esta vez conocemos la historia de un buscador de libros en México D.F. ayuda a encontrar un libro difícil de encontrar, Informe contra mí mismo, Aquí os dejo el enlace al relato completo.

Raquel Marín
(…) “Te lo tengo, pero no sabes lo que me ha costado. Y tampoco te imaginas lo que me ha dado. Te lo tengo, pero no te lo tengo.

sábado, 27 de julio de 2013

En el periódico, El País, julio de 2013: Cinco pecados tropicales / 2: Un martes en Montevideo de Héctor Abad Faciolince



Héctor Abad Faciolince, nos conduce en estos relatos por diferentes lugares cada día de la semana, en este caso la línea entre la fantasía y la realidad se confunde en su narración, Aquí os dejo el enlace al relato completo.

Raquel Marín
(…) La señora, con una firmeza dulce, le indicó que se dirigiera a una de las calles cercanas al puerto, el Bulevar Artigas, donde al anochecer se pasean y se paran, exhibiendo sus dotes, prostitutas jóvenes y atractivas, con botas altas blancas y senos prominentes.

En el periódico, El País, julio de 2013: Cinco pecados tropicales / 1: Un lunes en Caracas de Héctor Abad Faciolince



Héctor Abad Faciolince, nos conduce en estos relatos por diferentes lugares cada día de la semana, en este caso, jugando con los sentidos de las  palabras según se hable en España o Latinoamérica. Aquí os dejo el enlace al relato completo.

Raquel Marín
(…) Pocos segundos antes de tirar la puerta del hotel con todas sus fuerzas, con un estruendo que despertó a varios huéspedes del piso, ella alcanzó a gritarme: "¡Maricón!"

viernes, 26 de julio de 2013

Novedades, julio de 2013: Tusquets Editores



La broma (MAXI) de Milan Kundera

NARRATIVA (F). Novela
Julio 2013
MAXI MAX 008/8
ISBN: 978-84-8383-720-7
País edición: España
328 pág.
8,60 € (IVA no incluido)

Ludvik Jahn, joven estudiante universitario y activo miembro del Partido Comunista checo, envía a una compañera de clase una postal en la que se burla del optimismo ideológico imperante.

miércoles, 24 de julio de 2013

En la revista, Historia National Geographic, julio de 2013: Pericles: el político que llevó Atenas a la guerra de Francisco Javier Murcia



Este mes la revista Historia National Geographic trae, además de diversas noticias y artículos, un interesante reportaje centrado en la figura de Pericles, en sus escarnios por tratar de liderar a Atenas hasta los errores cometidos en su mandato y que le llevaron, irremediablemente, a la guerra.

(…) El decreto de Mégara no era una cuestión menor. Pericles exhortó a sus conciudadanos: «Que ninguno crea que haríamos la guerra por una pequeñez… Si cedéis en esto, enseguida recibiréis otras órdenes de mayor importancia, pues creerán que esta vez habéis obedecido por miedo». Otros, en cambio, pensaban que lo que le movió en el fondo fue la voluntad de mantener su prestigio personal, «un noble orgulloso» según sus partidarios, «una especie de terquedad y afán de salirse con la suya para hacer ostentación de su fuerza», según sus adversarios.
Pero Plutarco refiere todavía otro argumento, «el peor motivo de todos y el que cuenta con más testigos en su favor»: que Pericles provocó la guerra para superar la impopularidad que lo amenazaba. En efecto, aunque la mayoría de los ciudadanos adoraba a Pericles y lo apoyaba sin condiciones, había también grupos que desconfiaban de su poder. Esta oposición era la que había criticado, aunque sin éxito, su ambicioso programa de obras públicas y el trato abusivo hacia los aliados. La aristocracia, en particular, muy inclinada por su ideología a Esparta y, por tanto, contraria a la guerra, le acusaba de haber corrompido al pueblo con el dinero de los espectáculos y con los sueldos de los cargos públicos. (…)

martes, 23 de julio de 2013

Novedades, julio de 2013: Cliffhanger Publishing



Los puntos sobre las tías

PDF, MOBI y EPub
Categorías: Bauhaus
EUR € 4.99

Los puntos sobre las tías podría ser el título de un cuadro de George Seurat o de Roy Lichtenstein; de una canción de Ramoncín o de una película del destape; de una exposición multimedia con muchas ganas de llamar la atención o de un cómic de El Víbora. Pero no. Los puntos sobre las tías no es nada de eso. Es tan sólo un eBook…

domingo, 21 de julio de 2013

En el periódico, El País, julio de 2013: Formas del amor / 5: Su linda princesa de Leila Guerriero



Leila Guerriero, y el último relato de la serie sobre las relaciones amorosas de una joven y su profesor de fotografía en la que, su protagonista, llega a una conclusión. Aquí os dejo el enlace al relato completo.

Tomás Ondarra
(…) Cuando vivía solo le gustaba mantener la casa —en la que vivía sin televisor, casi sin muebles y con cuatro zonceras (su colección de lápices, su tablero de dibujo, sus láminas de arquitectura)— en silencio. Desde que ella llegó (con sus vestidos de breteles finos y esa manera gloriosa de mover las manos y sus pesados muebles de algarrobo y un televisor que fue a parar a los pies de la cama), las mañanas y las noches se llenaron de música. Pero eran felices de una forma exaltada. Si después de la cena él decía “¿Vamos a un bar?” ella decía “¡Vamos!”, y se calzaba sus jeans más rotos sin que importara si era martes o domingo, sábado o jueves. Una madrugada se acostaron borrachos y él despertó poco después, desorientado, y orinó en el cajón donde guardaban las camisetas. Al día siguiente, ella descubrió el charco a los pies de la cama, el cajón rezumando orines, y lo despertó revuelta en carcajadas. Tenían un auto sin llave de encendido, al que había que darle arranque conectando los cables, con el que iban a sitios lejanos de los que, a menudo, tenían que regresar en autobús por falta de dinero para nafta. Él le hablaba de cosas con las que siempre había soñado: desarrollar un sistema de viviendas baratas para gente humilde; mudarse a la provincia y criar animales; irse de viaje —ahora con ella— durante un año, sin rumbo, sin dinero. Si él proponía “¿Vamos de campamento?”, ella respondía: “¡Claro!”, y pasaban cuatro días lavándose la cara en un río, teniendo sexo en una tienda de campaña gélida. Un día, regresando de una fiesta en las afueras —una de esas fiestas en las que la gente deambula por el parque y ríe y baila tontamente— él preguntó “¿Te divertiste?” y ella dijo “Me aburrí muchísimo”. Él creyó percibir en la frase un tono hostil, de ofuscación y rabia, y, desde entonces, cada vez que él anunciaba “Este fin de semana hacen otra”, ella respondía “Ah”, y desistían de ir. Con el tiempo, vendieron el auto viejo (compraron uno que él siempre encontró desangelado) y, aunque ya no volvieron a hablar de aquel viaje sin rumbo y sin dinero, ella empezó a llevar folletos de recorridos por Europa, 30 ciudades en 10 días y hoteles de cuatro estrellas que no se podían permitir. El seguía hablando de las cosas con las que siempre había soñado —diseñar un sistema de casas baratas para personas humildes, llevar una vida tranquila en la provincia—, pero ahora ella lo miraba con conmiseración, como si nada de todo eso hubiera sido otra cosa que un juego infantil (algo que nadie podía haber tomado en serio), y le pedía que, si tenía intenciones de ir a un bar, le avisara con un día de anticipación porque quería organizarse (y lavarse el pelo: ya no le gustaba salir con el pelo sucio). Después, llegaron los hijos. Dos, en tres años y medio. No estaban en los planes, pero ella se deslizó hacia esos embarazos con la majestad serena de un buque que entra a un puerto: como si siempre se hubiera dirigido hacia allí. Y, claro, la culpa no es de los chicos —porque ¿qué clase de padre piensa que los hijos tienen la culpa de alguna cosa?—, pero ¿qué son todos esos fines de semana planificados en torno a películas de Disney, combos de McDonalds, cumpleaños de amiguitos; esa puerilidad en la que ella parece cómodamente sumergida, como si fuera una ensoñación amniótica? ¿En qué momento todas las conversaciones se transformaron en conversaciones acerca del colegio, el dinero y los problemas con el lavarropas? Como si lo hubieran llevado hasta el medio de un desierto y lo hubieran dejado solo, hace ya tiempo que él habita una patria sin entusiasmo donde el agobio lo hace desistir antes de proponer cualquier cosa (un viaje en familia, una cena en un restaurante). Una patria en la que despierta y se acuesta haciéndose la misma pregunta: ¿todo esto para qué? (…)

En el periódico, El País, julio de 2013: Formas del amor / 4: Una grieta pequeña, pequeña de Leila Guerriero



Leila Guerriero, y el cuarto relato de la serie de relatos sobre las relaciones amorosas de una joven y su profesor de fotografía en la que se muestran los sentimientos entre ambos y sus relaciones amorosas. Aquí os dejo el enlace al relato completo.

Tomás Ondarra
(…) Lo que pasó fue algo que podría parecer menor. Durante una cena con tres de sus clientes, Tomás mencionó un premio que había recibido y, minutos después, él, con cualquier excusa, empezó a mostrar las fotos de las últimas vacaciones que habían pasado juntos.

En el periódico, El País, julio de 2013: Formas del amor / 3: Escuela para lobos de Leila Guerriero



Leila Guerriero, autora argentina de Plano americano y su tercer relato de la serie de relatos sobre las relaciones amorosas de una joven y su profesor de fotografía. Aquí os dejo el enlace al relato completo.

Tomás Ondarra
(…) Una tarde, él le dijo que la ropa que usaba —un jean ajustado dentro de unas botas bajas: lo de siempre— no le quedaba bien. Ella preguntó por qué. "Es ropa de putita", dijo él. "A mí me gusta", dijo ella. “Entonces te gusta vestirte de putita”. Cuando le hablaba de otras mujeres a las que había conocido, él decía: "Son mujeres refinadas. Vos, en cambio, sos pueblerina". Ella hacía esfuerzos arduos. Leía dos libros por semana, hurgaba en las fotografías tratando de adivinar qué cosas habían alimentado esas imágenes: qué vidas, qué poemas. Un día él la llevó al parque, detrás de su casa. Le indicó un árbol y le pidió que pusiera eso (la soledad) en una foto. Ella volvió una semana más tarde con la imagen de su rostro reflejado en el espejo del baño. Él la tomó de la mano y le dijo: "Vení". Después empezó la parte realmente difícil. (…)

sábado, 20 de julio de 2013

En el periódico, El País, julio de 2013: Formas del amor / 2: Un mundo no tan imaginado de Leila Guerriero



Leila Guerriero y su segundo relato de la serie de relatos sobre las relaciones amorosas, sentimentales, profesionales y sus consecuencias por los distintos caminos que estas toman. Aquí os dejo el enlace al relato completo.

Tomás Ondarra
(…) Se muestran fotos de sus vacaciones con otras personas —marido, mujer, los hijos— y hacen comentarios jocosos —“Qué traje de baño tan extravagante”, “Qué chico tan lindo”—, pero son fotos que, en realidad, les rompen el corazón. Cuando hablan del futuro e imaginan dónde y cómo (una casa, un trabajo posible, una manera), se detienen un segundo antes de que todo se torne insoportablemente doloroso y hacen bromas: ella dice que, cuando vivan juntos, él se volverá panzón en menos de dos meses, y él que ella aparecerá embadurnada en crema depilatoria después del primer año. (Pero, de todas formas, todo se torna insoportablemente doloroso, y hay algo triste y patético en el intento de escapar de ese dolor haciendo bromas idiotas, y lo saben, y no pueden evitarlo). Cuando llega la hora de hacer la maleta, van y vienen por la habitación como robots, juntando medias y zapatos. Ella finge que esa tarea —que la horroriza— no le importa, y dice cosas como: “¿Hará frío en el aeropuerto?”. Él se concentra maniáticamente en recoger las medias porque esa es su forma de sobrevivir. Al despedirse, no se hacen promesas ni se dan explicaciones y se dicen adiós con un abrazo limpio, sin besarse. Pero cuando ella se queda sola siente ganas de gritar. (…)

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