lunes, 27 de agosto de 2012

Lulu de Mircea Cărtărescu


Gracias a la editorial Impedimenta por cederme un ejemplar de Lulu

Victor es un adolescente que va hacía sus vacaciones de verano a un campamento en plena adolescencia, la cual hace que las hormonas bullan en el lugar muy a pesar de su protagonista, que ve como la vida de sus compañeros se vuelve previsible además de escabrosa en algunos casos. A través de la escritura tratara de hacer desaparecer el fantasma de su hermana muerta y el monstruo de aquella noche de verano en el campamento.

viernes, 24 de agosto de 2012

V de venganza de Sue Grafton


Kinsey Millhone es una detective privada que no pasa por su mejor momento pues se da de bruces con unas ladronas de prendas de marca, por ir tras ellas acaba mal. Después se descubre el cadáver de una de las ladronas que perseguían y al encontrarse con el cuerpo junto bajo un puente sospechan que se ha suicidado, pero Kinsey no cree que sea cierto e investiga más sobre el asunto a pesar de encontrarse todo tipo de trabas en el camino. Además de tratar de ayudar a Pinky, un viejo amigo con la condicional que tiene unas fotografías que ponen en serio peligro a su protagonista y a si mismo, estas imágenes sacarán a la luz un policía corrupto afianzado en su cargo.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Fragmentos Nº67: V de venganza


Sue Grafton
V de venganza

—¿No escribes?
—Aún no has dicho nada. Me estoy preparando.
—Espero.
—¿Es una especialidad regional?
—Por supuesto. Es todo lo que tú digas. Llevo años trabajando en esta receta, y por fin la he perfeccionado.
—¿Cómo has dicho que se llamaba?
¿Kocsonya? Es gel… ¿Cómo se dice?
—Gelatina de pies de cerdo —respondió William.
Levanté el bolígrafo del papel torciendo el gesto.
—Uy, Rosie, es que no se me da muy bien cocinar.
—Yo te digo lo que tienes que hacer. Tú sigue paso a paso mi receta. A ver, necesitas una oreja de cerdo, el rabo y el morro, además de un codillo fresco partido por la mitad y un pie de cerdo. Yo a veces pongo dos. Lo hierves todo a fuego lento durante una hora y luego añades…
Rosie siguió su explicación. Yo veía cómo se le movían los labios, pero estaba totalmente abstraída pensando en la imagen de las partes del cerdo, todas ellas despojos, hirviendo a fuego lento. Rosie se calló a mitad de frase y, señalando la libreta, dijo:
—Apunta lo de la espuma.
—¿Qué espuma?
—La que suelta el cerdo, como una capa de grasa gris que hay que quitar. No me extraña que no sepas cocinar. ¡Si es que no escuchas!
Cuando terminó de explicarme lo tiernos que debían de estar los pies de cerdo para poder servirlos en su punto, los ojos me hacían chiribitas. Al ver que seguía con la descripción de la guarnición —pasta rellena con pulmón de ternera—, pensé que tendría que esconder la cabeza entre las rodillas. Mientras tanto, William nos había dejado a las dos solas para ocuparse de la barra.
Rosie se excusó y regresó a la cocina. Era la única oportunidad que tendría de escapar. En el momento en que me disponía a coger el bolso, la vi salir de nuevo con un plato de gelatina de cerdo fría y un cuenco de sopa con lo que parecían raviolis rellenos de coágulos oscuros. Rosie dejó los dos platos delante de mí y se contoneó un poco, con las manos juntas bajo el delantal. Los raviolis flotaban en un caldo claro, y el vapor que emanaba de la superficie olía a vello quemado.
—Me dejas sin palabras —dije, con los ojos clavados en el contenido de los platos.
—Pruébalo. A ver qué te parece.

martes, 21 de agosto de 2012

Fragmentos Nº66: Yo confieso


Jaume Cabré
Yo confieso

Y como no había quien la parase, perdida la vergüenza, aprovechando el impulso, solicitó hora para ver al Gobernador Civil de Barcelona, el abominable Acedo Colunga. En su papel de viuda del general Moragues, la señora Carme Bosch d'Ardèvol pidió justicia ante el secretario personal del Gobernador.
—¿Justicia para qué, señora?
—Por el asesinato de mi marido.
—Debo informarme bien para saber a qué se refiere.
—En la instancia que tuve que cumplimentar expuse el motivo de la petición de audiencia. Detalladamente. —Pausa—: ¿La ha leído?
El secretario del Gobernador miró los papeles que tenía en la mesa. Los leyó con detenimiento. La viuda negra, procurando equilibrar la respiración, pensó qué hago aquí, dejándome el pellejo por un hombre que jamás me hizo el menor caso y no me quiso en su pputa vida.
—Muy bien —dijo el secretario—. ¿Y qué desea?
—Hablar con el Excelentísimo señor Gobernador Civil.
—Está usted hablando conmigo, que es lo mismo.
—Quiero hablar personalmente con el Gobernador.
—Imposible; olvídelo.
—Pero...
—No puede ser.
Y, efectivamente, no pudo ser. Al salir del Gobierno Civil, temblando de rabia, decidió olvidar el asunto. Puede que le preocupase más la aparición milagrosa de mi ángel de la guarda que el menosprecio de la autoridad franquista. Y también el insidioso empecinamiento de unos y otros en presentar a Fèlix como un fornicador compulsivo imposible. O quién sabe si no llegaría finalmente a la conclusión de que no valía la pena pedir justicia para un hombre que tan injusto había sido con ella. Sí. O no. Bien, no lo sé, porque la mayor incógnita de mi vida, después de mi padre y antes de conocerte, ha sido mi madre. Por otra parte, un par de días después, la situación sufrió una ligera variación que convenció a mi madre de cambiar sus planes, y eso puedo contártelo de primera mano, sin inventar nada.

lunes, 20 de agosto de 2012

Fragmentos Nº65: Lulu


Mircea Cărtărescu
Lulu

Seguían los periodos sin Lulu, de una bella normalidad. Delia, el perro, el Peugeot, la obligación de escribir cinco páginas al día todos los días de mi vida… Listas kilométricas con las cartas que tenía que enviar, con los teléfonos a los que tenía que llamar, con invitaciones a simposios y mesas redondas, fechas de entrega de artículos y libros. Vacaciones en la montaña, visitas al dentista, gastos… derechos de autor… Las tachaba a medida que las iba resolviendo…

viernes, 17 de agosto de 2012

Te recomiendo leer… Verano de 2012 (II)


Una oración por Kateřina Horovitzová de Arnošt Lustig

Traducción de Patricia Gonzalo de Jesús

ISBN: 978-84-15130-31-4
Encuad: Rústica
Formato: 13 x 20 cm
Páginas: 168
PVP: 16,95 €

Inspirada en una historia real, Una oración por Kateřina Horovitzová describe el trágico destino de un grupo de acaudalados hombres de negocios judeoamericanos, de paso en un campo de concentración polaco dirigido por un retorcido oficial de las SS.

jueves, 16 de agosto de 2012

Fragmentos Nº64: V de venganza


Sue Grafton
V de venganza

A las seis de la mañana del sábado ya estaba en mi puesto. Tras cuatro horas de sueño, me duché, me vestí y me dirigí a la zona alta del este de la ciudad. De camino me detuve en McDonald’s para comprar un café largo, un zumo de naranja y un Egg McMuffin. El café y el zumo no tardarían en obligarme a busca un baño público, pero de momento tenía que arriesgarme. En otros tiempos, cuando desempeñaba labores de vigilancia, utilizaba una lata de pelotas de tenis para urgencias urinarias, una solución poco satisfactoria. En el caso de las mujeres, las funciones fisiológicas resultan problemáticas a nivel estratégico. La puntería y la postura tiene más que ver con el arte que con la ciencia, y últimamente me había llegado a plantear si no me iría mucho mejor un recipiente de plástico para alimentos, uno de boca ancha con tapa hermética. Aún seguía sopesando los pros y los contras de la idea.
Tras doblar la esquena que daba a Juniper Lane, aparqué en la misma acera de la calle donde se hallaba la casa de estilo Tudor de los Prestwick, a unos quince metros del camino de entrada, en un lugar que quedaba justo fuera del campo visual de sus ocupantes. Al menos eso esperaba. Aún estaba oscuro y, al arrellanarme en el asiento disponiéndome a esperar, vi que unos faros giraban en la esquina desde Santa Teresa Street. Un coche se aproximó muy despacio. Yo me escurrí hacia abajo y observé la calle bajo el borde inferior del protector del parabrisas. Incluso con el cartón en su sitio, sabía que podrían verme si alguien pasaba por allí se volvía para mirar directamente hacia mí.
A través de la ventanilla vi pasar un periódico volando y un instante después oí que caía en el suelo. El vehículo siguió avanzando. En la siguiente residencia un segundo diario voló por el aire hasta aterrizar en el jardín. Cuando al conductor torció en la esquina al final de la calle, salí del coche y eché a correr por la fachada lateral de la casa estucada de verde para recoger de las escaleras un periódico envuelto en plástico y regresar después a toda prisa. Ya de vuelta en la ranchera, retiré la funda de plástico y coloqué el diario encima del asiento del copiloto, junto a la réflex y la tablilla con sujetapapeles, donde anoté la hora para que quedara constancia del dato. No tenía ninguna necesidad de hacerlo. En teoría estaba trabajando fuera de las horas que me había pagado Marvin, pero él mismo me había dicho que podía emplear el tiempo como mejor me conviniera sin darle explicaciones. Lo cierto es que investigaba por el placer de investigar, aunque no podría permitirme de lujo de hacerlo indefinidamente. Tenía un negocio a mi cargo y facturas que pagar, cuestiones que no podría pasar por alto.

martes, 14 de agosto de 2012

Fragmentos Nº63: Yo confieso


Jaume Cabré
Yo confieso

Volvió a casa temblando; nada más cerrar la puerta, se quitó el abrigo negro y, sin fuerzas para colgarlo, lo dejó en la banqueta de la entrada y se fue a su habitación. La oí llorar y preferí no entrometerme en asuntos que apenas conocía. Después estuvo un buen rato en la cocina hablando con Lola Xica, quien le cogía la mano como dándole ánimos. Tardé muchos años en recomponer las piezas de esa imagen que todavía veo como una pintura de Hopper. Tengo toda la infancia en casa grabada en la cabeza como diapositivas de pinturas de Hopper, con la misma soledad pegajosa y misteriosa. Y me veo en ellas como un personaje sentado en una cama deshecha, con un libro abandonado en una silla desnuda, o que mira por la ventana o sentado junto a una mesa limpia, mirando la pared vacía. Porque en casa todo se resolvía con cuchicheos y el roce que se oía con mayor nitidez, aparte de mis ejercicios de portamento con el violín, era el que hacía mi madre cuando se ponía zapatos de tacón para salir a la calle. Y si Hopper decía que pintaba porque no lo podía decir con palabras, yo lo escribo con palabras porque, aunque lo estoy viendo, soy incapaz de pintarlo. Y siempre lo veo como él, a través de ventanas o de puertas entornadas. Y al final sé lo que no sabía. Y lo que no sé me lo invento y también es verdad. Sé que lo vas a entender y me lo vas a perdonar.
Dos días después, el señor Berenguer había devuelto sus pertenencias a su despachito, al lado de las dagas japonesas, y Cecilia a duras penas disimulaba la satisfacción que sentía fingiendo que esas fruslerías le resbalaban. Fue mi madre quien habló con Frankfurt y me imagino que la redistribución de piezas que llevó a cabo, atacando con las torres y la dama, fue lo que empujó al señor Berenguer a quemar el último cartucho en lo que podríamos considerar un ataque fulminante e inesperado. Los pesos pesados del anticuario de la calle de la Paja se declararon la guerra y valía todo.

lunes, 13 de agosto de 2012

Fragmentos Nº62: Lulu


Mircea Cărtărescu
Lulu

Adelantábamos a algunos grupos, otros nos adelantaban a nosotros, nos fijábamos en los huertos, en las losetas blancas, en los mojones que marcaban los kilómetros, en los gitanos seguidos por sus mujeres cuando, de repente, Clara nos señaló unas manchas fosforescentes a la derecha del camino, al fondo un lindero de acacias. Al principio creíamos que eran las tiendas de campaña de unos italianos, pero los turistas no frecuentaban demasiado esa región. Las manchas eran borrosas, como una llamarada de matices cambiantes o como el mar divino a lo lejos, entre rocas.

viernes, 10 de agosto de 2012

Fragmentos Nº61: V de venganza


Sue Grafton
V de venganza

Tres metros más adelante, el señor Ishiguro se detuvo y señaló repetidamente, expresando su desaprobación en una rápida sucesión de lo que Nora supuso que serían insultos. Sobre el suelo había un montón de heces de animales. La pila compacta de excrementos reposaba en el centro de una composición a base de guijarros blancos en la que Ishiguro había estado trabajando la semana anterior. Eran excrementos de coyote. Nora llevaba un mes observando cómo una pareja de coyotes, un macho grande gris y amarillo acompañado de una hembra de menor tamaño y pelaje rojizo, recorría con cuidado uno de los senderos con sus peludas colas bajadas. Al parecer, habían hecho su guarida allí cerca y consideraban el barrio una gran cafetería. Los dos coyotes, delgados y con aspecto espectral, se movían con sigilo y cierta vergüenza, aunque Nora pensó que debían de estar profundamente satisfechos de la vida. Los coyotes no se andaban con remilgos a la hora de comer: ardillas, conejos, carroña, insectos, incluso fruta si era necesario. La desaparición de unos cuantos gatos en el barrio había coincidido con aquellas noches en que los aullidos y gemidos de la pareja revelaban una cacería descontrolada. El macho solía escalar el muro para beber en la reflectante piscina de Nora, quien le deseaba buena suerte. Channing, por otra parte, había salido dos veces pistola en mano, gritando, agitando los brazos amenazando con disparar. El coyote, impertérrito, había cruzado el patio al trote antes de saltar el muro y desaparecer entre la maleza. La hembra llevaba semanas sin dar señales de vida, y Nora sospechaba que tendría una camada de cachorros escondidos. Tras observar la obsesión del señor Ishiguro por la colocación de cada piedra del jardín, Nora comprendió que el que un coyote defecara de forma poco ceremoniosa en el sendero equivalía a una declaración de guerra entre las especies.

jueves, 9 de agosto de 2012

Te recomiendo leer… Verano de 2012 (I)


Todo esto para qué de Lionel Shriver

ISBN 978-84-339-7838-7
PVP con IVA 24.90 €
Nº de páginas 560
Colección  Panorama de narrativas
Traducción Daniel Najmías

A Shep Knacker no le ha ido nada mal en los negocios, pero desde la adolescencia sueña con retirarse todavía joven a un paraíso tercermundista, donde sus dólares valdrán mucho más y le durarán para siempre. Shep ya tiene el capital necesario para hacer real su sueño, pero su esposa, a quien él suponía comprometida con su proyecto, ha ido demorando la partida con distintos pretextos.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Fragmentos Nº60: Yo confieso


Jaume Cabré
Yo confieso

Entonces apareció Carolina Amato. Salió de casa con la melena corta al viento, cruzó la calle y fue directamente al puesto de guardia de Fèlix, él que creía que se había camuflado perfectamente. Y cuando llegó, lo miró con una sonrisa radiante pero silenciosa. Él tragó saliva, apretó la cajita en el bolsillo, abrió la boca y no dijo nada.
—Yo también —respondió ella. Y al cabo de muchas campanadas—: ¿Te ha gustado?
—No sé si puedo aceptarlo.
—El gioiello es mío. Me lo regaló mi tío Sandro cuando nací. Lo trajo él de Egipto. Ahora es tuyo.
—¿Qué van a decir tus padres?
—Es mío y te lo doy: no van a decir nada. Es una prenda mía.
Y lo tomó de la mano. A partir de ese momento, cayó el cielo sobre la tierra y Abelardo se concentró en el tacto de la piel de Eloísa, quien lo arrastró hasta un vicolo anónimo, lleno de porquería, pero que olía a rosas de amor, y lo condujo al interior de una casa cuyas puertas estaban abiertas, en la que no había nadie, mientras las campanas repicaban y una vecina gritaba por la ventana anuntio vobis gaudium magnum, Elisabetta, la guerra é finita! Pero los dos amantes iban a iniciar una batalla esencial y no oyeron la proclama.

martes, 7 de agosto de 2012

Fragmentos Nº59: Lulu


Mircea Cărtărescu
Lulu

Apoyado en la valla de la pista de salto de longitud, en compañía de Angeru, un tipo desvaído de sonrisa cínica, Papa canturreaba ahora «Arriba, trabajadores, y adelante / en el camino de la victoria final», con un estribillo improvisado que retumbaba obsesivo, «Nal, nal, todo es anal» y que hacía los de alrededor se partieran de la risa. Buzdugan, al que crecía una barba verdosa desde el noveno curso, hojeaba, recostado contra el poste del marcador, una revista de rock vanguardista, llena de fotos de AC/DC en concierto. En torno a él se habían arremolinado siete u ocho colegas, indignados porque, en un artículo que Cici traducía del inglés, se atacaba sin piedad al grupo Queen. Su música era calificada como musak y ellos, faggots.

viernes, 3 de agosto de 2012

El rompecabezas del cabo Holmes de Carlos Laredo


Gracias a la editorial Sinerrata por cederme un ejemplar de El rompecabezas del cabo Holmes

Julio del Val es un rico empresario dueño de varias empresas dedicadas a todo tipo de servicios, entre ellos el de la publicidad y la moda.  Una modelo es encontrada en una costa rocosa, un pescador de pulpos se encuentra con ella junto, ambos han desparecido en una noche de tormenta que dará muchas incógnitas a los protagonistas de esta novela. Además se encontraran en una playa una parte del casco del barco en el que iban la modelo y Julio. 

jueves, 2 de agosto de 2012

Almudena Grandes gana el Premio Internacional a la Trayectoria Città di Vigevano 2012


La escritora Almudena Grandes ha sido galardonada con este premio, concedido por su gran fuerza expresiva y a su carrera. La escritora la cual ha publicado en la editorial Tusquets El lector de Julio Verne, su última publicación hasta la fecha, segunda parte de sus Episodios de una Guerra Interminable que tiene como protagonista a un niño que vive en una casa cuartel.

Este galardón esta dedicado a la memoria de Lucio Mastronardi, famoso escritor italiano el cual es la undécima edición que se celebra de este premio. El jurado ha estado compuesto por Paolo Perazzolo, Luigi Mascheroni, Laura Lepri además de un jurado popular compuesto por estudiantes relacionados con el mundo de la literatura. El premio se le entregará en octubre en la Ciudad de Vigeno.

Extractos: 

La Historia inmortal hace cosas raras cuando se cruza con el amor de los cuerpos mortales. Cuando se cruza con el amor de la carne de un hombre en la trayectoria de una mujer despechada, no hace ya cosas raras, sino rarísimas. Antes de que termine 1944, Agustín Zoroa y Carmen de Pedro se casan en Toulouse. Azcárate, que no aclara si él asistió o no, describe su boda como una ceremonia discreta, casi secreta, sin banquete ni apenas invitados. No es para menos. Pero tampoco hace falta nada más. Así, dos hombres españoles de aspecto físico parecido, altos, anchos, cabezones, calvos y corpulentos como buenos chicarrones del norte, se suceden en el pequeño cuerpo de una sola mujer, española también, antes de reproducir el mismo rito, en idéntico orden de precedencia, respecto a la posesión del cargo de secretario general de la organización clandestina del PCE en el interior, para cerrar el círculo del poder ortodoxo de un partido español ilegal en España, a través de un continente desgarrado por una guerra mundial.

Inés y la alegría (2010)

Así, en una paz difícil, que crecía como la nata sobre la leche de una violencia aplazada, terminó 1947. Así empezó 1948, se acabaron las vacaciones de Navidad, y yo cumplí por fin diez años. Ese día, madre hizo chocolate y picatostes para invitar a mis amigos a merendar, porque como nos llamábamos igual, el día de mi santo celebrábamos sólo el de mi padre. Miguel me regaló unos lápices de colores, Paquito una peonza, y Alfredo, el hijo de Izquierdo, que tenía once años pero venía con nosotros, me dijo que ya me traería algo y nunca lo hizo, aunque padre me dijo luego que no le echara cuenta, porque en su casa eran muchos y no podían andar comprando regalos para los amigos de todos. Pepe el Portugués llegó tarde, cuando ya estábamos jugando en el patio con mi balón nuevo, que no era de reglamento, nunca lo eran, pero aquel año casi lo parecía, porque tenía los polígonos muy bien pintados de negro sobre la goma. El me trajo dos regalos, su caña de pescar vieja y un libro nuevo, Veinte mil leguas de viaje submarino, envuelto en papel de celofán y todo.
—Te lo compré en Martos el otro día —me dijo, muy satisfecho del abrazo que le di al abrir el paquete y descubrir la furia de un pulpo gigantesco que asfixiaba el Nautilus, su capitán, Nemo, ya un viejo amigo para mí—. Yo creo… Bueno, me han dicho que es el mejor de todos. Y como es tuyo, puedes quedártelo para siempre y leerlo todas las veces que quieras.
—¡Pero si todavía no ha podido tener tiempo de terminarse el otro! —se equivocó mi padre, muy sorprendido, y movió la cabeza de una manera que no supe interpretar, hasta que aquella noche, después de cenar, me pidió que saliera de casa con él.
—¿Adónde vamos? —pregunté, para disimular que lo había adivinado al ver cómo nos seguía madre sin decir nada.
—Aquí mismo —dijo, colocándome delante del poste que estaba enfrente de la puerta—. Y ahora quédate quieto que te voy a medir… Muy bien.

El lector de Julio Verne (2012)

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