Descolgó el teléfono, el que se encontraba en la entrada junto al enorme jarrón negro, cada vez que sonaba un teléfono en esa casa parecía que la alarma acabará de sonar pues los había en todas partes, desde la cocina en la planta baja hasta las habitaciones que se encontraban en la segunda planta.
–Diga, ¿Quién es?
–Hola hija ¿qué tal? –su madre, ¿qué querría esta vez?, la llamaba cada poco tiempo, cosa que le provoca y la ponía de los nervios– ¿has conseguido tu sola hacer la comida? Bueno se me olvido decirte que tienes dinero sobre la repisa de cristal junto al payaso.
–Vale, mama, gracias. No te preocupes me he preparado unos macarrones con queso. Mañana te vendrás a comprar conmigo el vestido de graduación ¿verdad?
–Sí, no te preocupes, ah, se me olvidaba, encima del microondas están las cartas con las respuestas a las solicitudes de las universidades. Suerte. Yo no me he atrevido a abrir ninguna.
–Ahora mismo las miro y cuando vengas te comento. Adiós.
–Adiós y no se te olvide sacar a Can –un labrador muy cariñoso que la regalaron para su cumpleaños– y de sacar la basura, puede que llegue un poco tarde la fiesta se está alargando más de lo esperado. Hasta mañana.
Y colgó, se sentó en el sofá y encendió la tele. Puso la CNN y mientras tomaba unas patatas fritas en el sofá de un azul intenso se tumbó lentamente casi por inercia. La comodidad y el sueño casi la atraparon hasta que en la pantalla anunciaron un asesinato en el pueblo donde vivía ella:
En el pequeño pueblo de Groveboro situada cerca de Los Ángeles, California se ha cometido un horrible asesinato. Ayer, sobre la una de la madrugada según nos ha notificado el médico forense. La chica fue encontrada en su casa –en ese momento en la pantalla aparecía una casa de dos plantas de paredes blancas y tejados grises– de la calle Ángel con todas las entrañas extraídas del interior de su cuerpo, cubierta de sangre –ahora el programa había decidido sacar una imagen de la puerta de roble de color blanco en la que se apreciaban las marcas de la mano de la víctima– y colgada con sus propios intestinos, además, la víctima tuvo que caer pues tenía graves contusiones en la cabeza y en el cuerpo. La policía no ha ofrecido más información por el momento.
La periodista quedó en un pequeño recuadro y el presentador le dio las gracias unos segundos antes de cerrar la conexión con ella.
Apagó la televisión, lo que la faltaba, un asesino suelto por ahí, ahora mismo podría estar observándola tras los cristales, ¿quién sabe?, y no darse cuenta. Se quedó durante unos minutos tratando de atisbar alguna sombra tras ellos, pero solo vio pasar un coche.
Desechó esos pensamientos y subió a su habitación, dejó la puerta abierta y después abrió la ventana para ver si entraba algo de brisa, pero esa noche era muy calurosa, demasiado. Se tumbó en la cama apagó las luces y encendió la lámpara que inundó la estancia con una luz de color beige, se tumbó y trato de relajarse. Debería haber traído una botella de agua para la noche.
Se dio la vuelta y se quedó mirando fijamente las ventanas, eran blancas, de guillotina con pequeños cristales rectangulares. Estaban las tres levantadas, la luz entraba cambiando el tono de la luz a un amarillo anaranjado muy molesto a la hora de dormir. Se fijó en el árbol que había frente a ella, las ramas se movían, quizás empezará a llegar una corriente, cuando un crujido la alerto, alguien subía por la rejilla de la enredadera, su sombra era cada vez más perfectible en el enorme tronco conforme se acercaba, estaba cerca, a unos centímetros de ella.
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