El 9 de junio de este año, vino a la ciudad condal a recoger el galardón que ganó hace unos meses atrás. Su discurso se titula: Soñadores «poco realistas», y en él cuenta todo lo sucedido desde que dejó hace dos años el país hasta nuestros días de una forma clara, realista y a la vez poética, como sus libros.
Comenzó narrando sus impresiones frente a las lectoras de Barcelona y sus muestras de afecto «La última vez que estuve en Barcelona fue en la primavera de hace dos años. En uno de los actos públicos en que participé, me quedé pasmado de que acudieran tantos lectores para que les firmara un libro. Se formó una cola larguísima y me pasé más de una hora firmando. Tardé tanto porque muchas lectoras querían darme dos besos. Y la cosa se alargó bastante.»
«He firmado libros en muchas ciudades del mundo, pero el único lugar donde me he encontrado con que las lectoras quisieran darme un par de besos ha sido aquí, en Barcelona. Es sólo una de las muchas anécdotas que me han hecho ver que Barcelona es una ciudad realmente maravillosa. Estoy muy contento de volver a estar en una ciudad tan bella, con una historia tan larga y una sólida cultura.»
Continuó analizando la situación del terremoto en su país: «Como saben, el pasado 11 de marzo, a las dos y cuarenta y seis minutos de la tarde, la región japonesa de Tôhoku sufrió un grave terremoto. La sacudida fue de tal magnitud que la velocidad de rotación de la Tierra se aceleró ligeramente y el día se acortó en 1,8 millonésimas de segundo. Si el terremoto causó enormes daños, el posterior tsunami dejó un rastro terrible. En algunas zonas, el tsunami alcanzó los treinta y nueve metros de altura. Treinta y nueve metros quiere decir que es imposible salvarse aunque uno se encuentre en el noveno piso de un edificio normal. Las personas que estaban cerca de la costa no pudieron escapar, y se estima que aproximadamente veinticuatro mil perdieron la vida. De éstas, unas nueve mil se encuentran desaparecidas. Fueron arrastradas por el tsunami y aún no se han hallado sus cadáveres.»
«La mayoría de los supervivientes han perdido a sus familiares y amigos, han perdido sus casas y sus pertenencias, han perdido su comunidad; es decir, han perdido todo aquello que conforma la base de la vida. Algunos pueblos han quedado completamente arrasados. Seguro que mucha gente ha perdido incluso las ganas de vivir.»
Pasó a narrar las consecuencias que tuvo en su país y de las posibilidades de otra catástrofe: «Se puede saber, hasta cierto punto, el día en que llegará un tifón y por dónde pasará, pero con los terremotos, en cambio, no hay predicciones que valgan. Sólo sabemos con certeza que el terremoto más reciente no será el último; que en un futuro cercano, quizá mañana mismo, se producirá otro. Numerosos expertos prevén que antes de veinte o treinta años se desencadenará un gran terremoto de magnitud 8 en la región de Tokio. Y nadie sabe exactamente los daños que causaría un terremoto con el epicentro cerca de una metrópoli tan densamente poblada como Tokio.»
Después habló de la mentalidad de su pueblo frente al desastre: «En japonés tenemos una palabra, mujô (無常), que designa el hecho de que no hay nada que sea permanente, que no hay ningún estado que dure para siempre. Todas las cosas que existen en este mundo acaban extinguiéndose, todo cambia sin cesar. No hay ningún equilibrio eterno, no hay nada lo bastante inmutable como para que se pueda contar con ello para siempre. Es una manera de ver el mundo que proviene del budismo; aunque se dé en un contexto un poco diferente del religioso, la idea de mujô se encuentra fuertemente arraigada en la psicología de los japoneses, que la hemos heredado prácticamente intacta desde la antigüedad como una parte de nuestra mentalidad como pueblo.»
«Si nos fijamos en la naturaleza, por ejemplo, en primavera admiramos los cerezos en flor, en verano las luciérnagas y en otoño las hojas amarillas de los bosques. Además, lo observamos todo con pasión, todos a la vez, como una costumbre, casi como si fuese un axioma. Cuando llega la época correspondiente, los lugares más famosos para contemplar los cerezos en flor, las luciérnagas o las hojas del otoño se llenan de gente y casi es imposible reservar una habitación de hotel.»
«¿Por qué? Pues porque la belleza de los cerezos en flor, de las luciérnagas y de las hojas otoñales desaparece al poco tiempo. Los japoneses recorremos muchos kilómetros para poder contemplar el esplendor efímero de estas cosas. Pero no nos limitamos a admirar su belleza, sino que también nos alivia ver cómo se esparcen las hojas de los cerezos, cómo se desvanece la luz pálida de las luciérnagas y cómo se apagan los vivos colores de los árboles. De hecho, más bien encontramos la paz cuando la belleza ha superado su punto álgido y comienza a desvanecerse.»
«Por algún motivo, los japoneses somos un pueblo que nunca se enfada mucho. Somos pacientes, pero no somos muy hábiles a la hora de expresar nuestros sentimientos. En esto quizá seamos diferentes de los ciudadanos barceloneses. Sin embargo, esta vez supongo que incluso los ciudadanos japoneses nos enfadaremos de verdad.»
Pasó a narrar lo ocurrido en el pasado, y la situación que dejó la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki y sus consecuencias en la población: «En el cenotafio del monumento a las víctimas de Hiroshima aparecen grabadas las siguientes palabras: DESCANSAD EN PAZ, PUES EL ERROR JAMÁS SE REPETIRÁ. Son unas palabras maravillosas. Nosotros somos al mismo tiempo las víctimas y los verdugos. Éste es el significado implícito de tales palabras. Ante una fuerza tan devastadora como la nuclear, todos nosotros somos al mismo tiempo víctima y verdugo. En la medida en que todos nos encontramos bajo la amenaza de esta fuerza, todos somos víctimas, pero en la medida en que hemos permitido que se desarrollara o en que no hemos impedido que se utilizara, también somos todos verdugos.»
Finalizó opinando sobre su profesión de escritor y expresando las similitudes que tiene su país con Cataluña y los propios catalanes además de decir a donde va a destinar el dinero del premio y de hacer mención a Lorca: «Mis obras son muy bien recibidas en Cataluña, y estoy orgulloso de que me hayan concedido un premio tan importante como éste. Vivimos en lugares muy alejados y hablamos idiomas diferentes. Nuestras culturas son también diferentes. Pero, al mismo tiempo, todos somos ciudadanos del mundo y tenemos los mismos problemas, las mismas penas y alegrías. Justamente por eso es posible que unas cuantas historias escritas por un escritor japonés hayan sido traducidas al catalán y leídas por gente de aquí. Estoy muy contento de poder compartir una misma historia con ustedes. El trabajo de los escritores es soñar. Sin embargo, tenemos un trabajo aún más importante: compartir nuestros sueños con la gente. Es imposible ser escritor sin tener esa sensación de que compartes lo que escribes.»
«Sé que, a lo largo de la historia, los catalanes habéis superado muchas dificultades y que en ciertas épocas habéis sufrido alguna crueldad, pero a pesar de todo habéis sobrevivido firmemente y conservado una cultura muy rica. Seguro que hay muchas cosas que podemos compartir.»
«Creo que sería fantástico que tanto ustedes como nosotros, tanto Cataluña como Japón, pudiéramos ser unos «soñadores poco realistas» y formar una «comunidad espiritual» abierta, que supere fronteras y culturas. Creo que podría ser un buen punto de partida para la regeneración después de los diversos desastres y los terribles ataques terroristas que hemos sufrido en estos últimos años. No debemos tener miedo de soñar. No debemos dejarnos vencer por los desastres que se presentan con el nombre de «eficiencia» y «conveniencia». Tenemos que ser «soñadores poco realistas» que avancen con paso firme. Los humanos morimos y desaparecemos. Pero la humanidad perdura. Es algo que se hereda indefinidamente. Por encima de todo, tenemos que creer en la fuerza de la humanidad.»
«Por último, querría ofrecer la dotación económica de este premio a las víctimas del terremoto y del accidente de la central nuclear de Fukushima. Estoy profundamente agradecido al pueblo catalán y a la Generalitat de Catalunya por haberme brindado esta oportunidad. Asimismo, querría expresar mi más profunda solidaridad con las víctimas del terremoto de Lorca.»
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