Carlos, Marta y Miguel eran las personas que hacían la ruta a última hora pero siempre bien preparada, con las mochilas llenas a rebosar de agua y de bocadillos además de un poco de chocolate.
Empezaron el camino con energía pero lo terminaron con cóleras y lamentos a las tres de la madrugada del día 25 de septiembre de 2010.
La caminata, el andar y seguir la línea que marcaba la carretera le hacía pensar a Marta que todo seguiría igual, las risas, las anécdotas hasta que se cruzaron con el juego de beso, atrevimiento o verdad. Llevaban recorrido doce kilómetros de los veinticuatro totales.
Ella decidió beso, pero descubrieron que con dos personas más no iban a ninguna parte, entonces verdad, Miguel le preguntó por la última persona que había estado en su cama. Se quedo callada su novio, Carlos, la miraba con una sonrisa en la cara suponiendo que era obvio.
Era de noche y la carretera por la que iban estaba despejada de coches, no pasaba ninguno, a la doce de la noche era raro que esa carretera fuera transitada. Le respondió que tu, entonces empezó la primera parte de la tragedia.
Pararon en un pequeño descansado para hablar, Carlos la pregunto por qué con rabia y con los ojos a punto de salir de las órbitas a lo que Marta respondió que no le quería desde hace mucho tiempo. Mientras se comían los bocatas se les hecho la una de la madrugada, reemprendieron el camino y en una hora sin decir nadie nada, un silencio perpetuo les acogió a los tres. Por ello recorrieron ocho kilómetros en poco menos de un hora ya sólo le quedaban cuatro, aunque eran los más duros y para ellos serian memorables en el lado oscuro del alma.
Carlos y Miguel empezaron sin saber la razón a pegarse y a empujarse, quizás los secretos ocultos, quizás los celos que escondían porque los dos querían a la perfecta Marta. En mitad de la carretera transcurrió todo y en una décima de segundo ocurrió.
El último puñetazo hizo que Miguel se tambaleará y cruzó la doble línea, cuando de repente desapareció, Carlos con sangre en la cara y puños cerrados descubrió lo ocurrido. El vehículo que le atropello tenía las luces rotas y no nos vio pero ellos tampoco le vieron a él. Lloros y lamentaciones lo abarrotaron todo y Miguel no salió vivo, en cuanto a Carlos y Marta no volvieron hablarse, nunca más. Y nunca más supieron de la ruta.
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