martes, 26 de octubre de 2010

Ding, dong, ding

Se encontraba mirando el panel, quedaban cinco minutos para que llegará el metro, eran las once y media de la noche según su reloj pero el de la estación no estaba de acuerdo y marcaba las veintitrés y cuarenta y cinco minutos.

El mp3 cambió de canción y pasó a “Soldadito marinero” un tema que siempre le había  gustado mucho.
Aún con los cascos puestos escuchó el retumbar que marcaba la llegada del tren y que con letras amarillas anunciaba el cartel luminoso. Paro lentamente y de forma chirriante. Se sentó en las sillas del lado opuesto y poco a poco el sueño le venció, todos los días que volvía del trabajo en un McDonald's del barrio más conocido de Leganés y que se encontraba a sólo unos metros de la estación se dormía en el asiento.
Abrió los ojos el tren se había frenado en mitad de un túnel, lentamente fue oscureciendo y se volvió desconocido, ya no veía la curvaturas de las vías y la única luz que llegó a encontrar fueron las de su móvil que se encontraba a dos líneas de acabar la batería. Toco la pantalla táctil y seleccionó la función de linterna.
Un golpe lo paralizó y un crujido lo aterrorizó, no podía ser el maquinista, venia del lado contrario y se escuchó lejano, en lo profundo del túnel. Cinco minutos después de andar sin parar llegó a una salida de emergencia pero estaba atascada y se diría que oxidada por los aullidos que oía al mover la puerta.
Diez minutos después un pitido repetitivo y monótono anunciaba que la batería no iba a durarle mucho más. Miró al frente, no veía nada hasta que cambio la dirección del foco de luz y vio que unas enormes arañas se estaban comiendo a un grupo de ratones que trataban de huir de sus afilados colmillos. Sangre y telarañas encontró a su alrededor. Caminaba lentamente para no ser visto ni oído por los arácnidos, dio un paso y después otro, se le hizo eterno llegar a unos metros de ellas. Dio otro paso pero su suela se encontró con una rata muerta que crepitó. Los grandes insectos se dieron cuenta e iban tras él para darle caza. Corría despavoridamente pero ellas eran más y tenían más patas.
De repente, se encontró cara a cara con una cabeza de docenas de ojos, todos fijos en sus miembros, cabeza y cuerpo.
Algo atravesó su camiseta de color blanco que se volvió roja, logró ver una pata peluda y con ganchos de acero en su extremo. Cerró los ojos y se desmayó, todo desapareció y volvió a oscurecer.
“Ding, dong, ding. Próxima parada, Leganés Central, correspondencia con… Cercanías Renfe”.
Nunca se alegró tanto de escuchar la voz de esos dos, todo había sido un sueño.
Más bien una pesadilla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Pinterest

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...