Carlos
Laredo
Joaquín
Rodrigo
Si
bien con el paso de los años y ante la realidad irremediable, Joaquín Rodrigo
modificó su actitud (aunque no su pensamiento), en aquel momento reaccionó con
toda lógica tratando de impedir la difusión del disco de Miles Davis. Es
perfectamente comprensible que un hombre que ha trabajado y sufrido durante
media vida para hacerse con una situación en el mundo de la música y que,
gracias a sus años de estudio y aprendizaje, consigue componer una obra de
éxito no esté dispuesto a permitir que alguien se apodere de ella, la
transforme a su conveniencia y la edite por su cuenta. Rodrigo entendió
entonces que era un grave atentado contra su derecho moral y casi cuarenta años
después, al final de su vida, seguía pensando que, como autor de la obra,
solamente él podía autorizar una transcripción. Pero el mundo tiene sus propios
mecanismos y las leyes que protegen la propiedad intelectual son interpretadas
de muy diversas formas.
Rodrigo
trató por todos los medios a su alcance de detener la distribución del disco,
que no se podía llamar plagio, porque en la carátula figuraba visiblemente el
título Concierto de Aranjuez, que había alcanzado ya un gran éxito en Estados
Unidos y empezaba a tenerlo en Europa. Lo primero que hizo fue consultar a los
mejores abogados americanos, especialistas en esta clase de asuntos. Los
abogados, conocedores de la jurisprudencia en la materia, intentaron
convencerlo de la inutilidad de emprender acciones legales en Estados Unidos,
donde se considera que el beneficio económico que el presunto perjudicado pueda
obtener con la venta de los discos (cuyos derechos de autor cobraría) es
superior al pretendido perjuicio moral. A Rodrigo, que como buen español
anteponía el honor y el orgullo a cualquier otro valor, no le cabía en la
cabeza que la Ley americana considerara que unos miles de dólares valieran más
que su derecho. Los abogados insistieron y trataron de convencerlo de que era
en cierto modo un honor que su melodía fuera transcrita para otros
instrumentos; era como un reconocimiento a su genio. Por su parte, la compañía
discográfica americana (Fontana) argumentó que la versión del concierto de
Miles Davis daría a conocer internacionalmente su música, la haría aún más
famosa y asequible a aquellos que no escuchaban música clásica, llegaría a la
juventud e incrementaría la venta de los discos del concierto original. Aunque
fuera cierto, el compositor no estaba de acuerdo.
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