Carlos
Laredo
Joaquín
Rodrigo
Una
mañana del mes de marzo de 1928, estando Joaquín Rodrigo y sus compañeros en
clase con Paul Dukas, sonaron unos golpes en la puerta del aula y, a
continuación, esta se abrió.
Todos se volvieron. El director de la Escuela Normal, el señor Mangeot, entró acompañado de un señor calvo, delgado, muy serio, que vestía de oscuro con una corbata de pajarita. Paul Dukas se levantó inmediatamente del piano y se acercó a saludar a aquel señor con una simpatía y efusión que sorprendieron a sus alumnos por ser algo muy raro en él. Se trataba del compositor español Manuel de Falla. Auguste Mangeot explicó a los alumnos de Dukas quién era aquel personaje y el motivo de su visita. A continuación se estableció un animado coloquio sobre la música española. Al terminar la reunión, Paul Dukas pidió a Rodrigo que se quedara un momento, porque quería presentarlo personalmente a Manuel de Falla. La emoción del joven Rodrigo fue enorme. Él mismo, con su habitual sentido del humor, la comparó muchos años después con la que podría sentir un jugador de fútbol juvenil al que le presentan a Maradona o, hablando de su deporte favorito, a un nadador a quien le presentan a Mark Spitz.
Todos se volvieron. El director de la Escuela Normal, el señor Mangeot, entró acompañado de un señor calvo, delgado, muy serio, que vestía de oscuro con una corbata de pajarita. Paul Dukas se levantó inmediatamente del piano y se acercó a saludar a aquel señor con una simpatía y efusión que sorprendieron a sus alumnos por ser algo muy raro en él. Se trataba del compositor español Manuel de Falla. Auguste Mangeot explicó a los alumnos de Dukas quién era aquel personaje y el motivo de su visita. A continuación se estableció un animado coloquio sobre la música española. Al terminar la reunión, Paul Dukas pidió a Rodrigo que se quedara un momento, porque quería presentarlo personalmente a Manuel de Falla. La emoción del joven Rodrigo fue enorme. Él mismo, con su habitual sentido del humor, la comparó muchos años después con la que podría sentir un jugador de fútbol juvenil al que le presentan a Maradona o, hablando de su deporte favorito, a un nadador a quien le presentan a Mark Spitz.
Intercambiaron
unas frases de cortesía y se despidieron. Unos días después, Dukas le dijo a
Rodrigo que Falla quería hablar con él y le dio las señas del hotel en el que
se hospedaba. Joaquín se presentó, acompañado como siempre de su fiel compañero
Rafael, en el hotel London Palace, en el número 32 del bulevar de los
Italianos, que a pesar del nombre algo pomposo era un hotel bastante modesto.
Había elegido aquel hotel, cerca de la Ópera Cómica, porque se iban a representar
en ese teatro sus obras La vida Breve, El amor brujo y El retablo del Maese
Pedro y le gustaba presenciar los ensayos. El maestro Falla recibió a Rodrigo
en el pequeño salón de la entrada y le explicó todo lo relativo al concierto
que se preparaba con motivo de su condecoración. Rodrigo que, según sus propias
palabras, estaba “intrigado y nervioso como un flan” escuchaba atentamente, sin
poder creer lo que le estaba ocurriendo. El gran músico a quien tanto admiraba,
su ídolo, le estaba proponiendo participar en el concierto, donde podría
interpretar alguna de sus obras. Un concierto en el que el propio Falla
intervendría, así como el famoso pianista Ricardo Viñes. Tal fue su asombro,
que le dijo que aceptaba encantado, sin pensarlo. Falla se lo agradeció y añadió
que le tendría más informado en cuanto se decidiera el programa del acto.
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