jueves, 12 de septiembre de 2013

Novedades, septiembre de 2013: Destino (I)



Tanto correr de Mariano Quirós

192 páginas
ISBN: 978-84-233-4709-9
Lomo 1269
Presentación: Rústica con solapas
Colección: Áncora & Delfin

En Resistencia, ciudad del noreste argentino, tienen lugar los juicios contra los responsables de la Masacre de Margarita Belén. Corre el año 2010 y el narrador de esta historia es hijo de militantes montoneros durante la dictadura militar. Convocado para hacer la crónica de esos juicios, comprenderá que se trata de una tarea que lo convierte en observador no sólo de las declaraciones —que basculan entre el espanto y la indiferencia— sino también de su propia y aún breve trayectoria vital.


Y al tiempo que se suceden los testimonios de la tragedia, esa voz narradora —que traza un camino desde la niñez a una improbable madurez— busca darse un sentido a través de la literatura y, sobre todo, a través del milenario y noble ejercicio de correr.


Es la tarde. Estoy en el baño. Mamá me metió en la bañera —cargada, la bañera, por la mitad— y después de enjabonarme deja que me quede un rato adentro, con mis juguetes, entre los que está la coupé roja sobre la que meé unas cuantas horas antes. Aprovecho para lavarla. Para cerciorarse de que no me ahogue, mamá me pregunta de a ratos y a los gritos, desde la cocina o desde el living, que cómo estoy o qué estoy haciendo. Yo respondo cada vez, también a los gritos, que juego con mis juguetes. Si alguna vez no contesto, mamá viene al baño y me dice que no sea pelotudo, que si no le contesto me va a sacar de la bañera. Pelotudo. También a papá le dice así. Por lo menos hoy, mientras yo los miraba discutir, le dijo varias veces pelotudo. Saco mis juguetes de la bañera y estoy a punto de llamar a mamá para que me saque a mí, cuando veo una maquinita de afeitar apoyada al borde de la bañera. No sé si la maquinita es de mamá o de papá. Puede ser de cualquiera de los dos, pero más me parece que es de papá. Papá tiene barba, por eso. Agarro la maquinita y me paso mecánicamente la parte con filo por la panza. No sé por qué lo hago. Una estela roja de sangre se me dibuja en la barriga y entonces grito. Siento, creo, que me voy a morir. Por eso grito. Aparece mamá. También grita. Y llora. De un tirón, me saca de la bañera y me envuelve con una toalla.

El último lapón de Olivier Truc

512 páginas
ISBN: 978-84-233-4709-4
Lomo 1271
Presentación: Rústica con solapas
Colección: Áncora & Delfin
Traductor: Joan Riambau Möller

Kautokeino, Laponia central, 10 de enero. Último día de la noche polar. El sol, desaparecido cuarenta días atrás, volverá a brillar. Pero de pronto, el pueblo se ve conmocionado por la desaparición de un tambor sami, un misterioso objeto que permitía a los chamanes comunicarse con los muertos, y que había sido recientemente recuperado por un explorador francés. Entre los sospechosos del robo están los componentes de un grupo de extrema derecha que disputan a los sami sus tierras y fundamentalistas que se oponen al revival de su antigua religión. Al mismo tiempo, aparece el cadáver mutilado de un ganadero sami en medio de la tundra que no hace sino complicar el caso. Laponia, ese lugar aparentemente tranquilo, se revelará como una tierra de confl ictos, misterios y odios ancestrales. Klemet Nango y Nina Nansen, miembros del cuerpo de la policía especial de los renos, entran a liderar la investigación.

Klemet va a jubilarse pronto, mientras que Nina es una rubia de la costa sur de Noruega con poco interés por la naturaleza hostil de Laponia. Nadie en Kautokeino parece querer ayudarlos, así que la investigación va a ser larga, en condiciones durísimas, y les revelará hechos mucho más sombríos de lo que podían imaginar, enfrentándolos con un verdadero demonio contemporáneo.


Él y su esposa habían aterrizado en aquel espacio ignoto del Gran Norte noruego en la época anterior a la llegada del turismo. Su fascinación por los lapones y su talento como joyeros hallaron en Kautokeino un lugar donde sus dos pasiones podían florecer. A lo largo de los años, Helmut había construido pacientemente con su mujer uno de los espacios más sorprendentes del país: una decena de edificios asimétricos adosados unos a otros, con el valle a sus pies.
Helmut cogió una linterna en la entrada e inició su penoso reconocimiento. Su «ciudad prohibida», como algunos la bautizaron, había desconcertado a ciertos estetas de la laponidad y despertado el recelo de los artesanos sami. No obstante, Helmut aprendió las técnicas laponas para trabajar la plata y se convirtió en uno de los mejores expertos de la región. Gracias a ello, había dado carta de hidalguía a ese arte desperdigado por el nomadismo y le había ofrecido un ambicioso espacio de exposición. El día en que Isak Mattis Sara, jefe de la siida de Vuorje, un poderoso clan lapón al oeste de Karasjok, le trajo la cuna de abedul de su infancia para que la expusiera en el edificio dedicado al modo de vida lapón, comprendió que había ganado la partida. Ahora contaba con una de las mejores colecciones del norte de Europa.
Helmut atravesó la sala siguiente, consagrada a las colecciones de Asia Central. Las joyas de plata y las cerámicas continuaban allí. Todo parecía en orden.
De repente oyó un lejano ruido de pasos sobre los cristales rotos. Debían de venir de la entrada. Se detuvo para escuchar. El eco amortiguado atravesaba las salas. Contuvo la respiración, todo oídos, e, instintivamente, cogió un puñal afgano colgado de la pared y apagó su linterna.

La joven del cascabel de Andrea Camilleri

208 páginas
ISBN: 978-84-233-4701-8
Lomo 1268
Presentación: Tapa dura con sobrecubierta
Colección: Áncora & Delfin
Traductor: Juan Carlos Gentile Vitale

En el mar de Vigàta, hubo una vez un joven llamado Giurlà, que nadaba como un pez, pescaba sólo con las manos, y era capaz de estar tanto tiempo debajo del agua que los que no lo conocían pensaban que había muerto ahogado. Un día, los problemas económicos de su familia lo alejan del mar y debe aceptar un trabajo de pastor en las montañas.

Poco a poco, aprende a apreciar su nueva vida: el silencio, la soledad, la intensidad de los colores en los pastos. Pero la llegada de la primavera trae algo más que esa explosión de colores. Giurlà descubre la pasión, el amor y también el peso de la ausencia en un triángulo amoroso muy particular en el que entran en juego la enigmática hija de un marqués, Anita, y una cabra muy especial, Beba, a las que queda unido para siempre por un misterioso cascabel.

Tras El beso de la sirena y El guardabarrera, Camilleri cierra con La joven del cascabel su trilogía mítica en la que recupera las metamorfosis mitológicas como la de Leda y el cisne o la de Pasifae, para hablarnos de algo tan universal como los límites del amor.


Pasó el invierno, pasó el verano, empezó el otoño y la gente comenzó a persuadirse de que esa vez el padre Aitano había fallado. En las cinco minas apenas había habido dos muertos, las estaciones habían cumplido con su deber y la tierra, en consecuencia, había dado su fruto en abundancia. Pero el día 15 del mes de octubre dos niños que trabajaban en la mina Trabonella, uno de seis y otro de diez años, murieron en una semana. Luego murieron siete de la Fiannaca; a continuación, cinco de la Mintina. Después la muerte volvió a la Trabonella y no perdonó ni a la Bozzo-Risi ni a la Terranova. En diciembre los niños muertos, de edades que iban de los seis a los trece años, fueron doscientos doce. Lo intentaron todo. Trajeron a un médico de Alemania que era especialista en enfermedades de las minas, pero dijo que no era una enfermedad que él conociera; fue en persona el obispo de Montelusa a bendecir todas las excavaciones; hicieron tres procesiones; llamaron a un cura que expulsaba a los demonios. Nada, no hubo manera.
Un médico del pueblo, el doctor Jacopino, que no creía ni en Dios ni en el diablo, decía que se trataba de una enfermedad que se llamaba gripe y que atacaba a los más débiles, como los niños, y que, por eso, era preciso detener el trabajo en las minas porque era allí donde se producía el contagio, pero a los propietarios les entraba por un oído y les salía por el otro. ¡Imagínense! ¡Cerrar las minas! Pero ¿el señor doctor Jacopino se daba cuenta de lo que significaba cerrar las minas? Todos estuvieron en contra: los propietarios, que habrían perdido sus beneficios, y los mineros, que ya no habrían tenido ni media lira para comer. En enero del año siguiente, la mortandad acabó de improviso, tal como había empezado. Pero las cinco minas de Alagona ya no tenían niños.
Entonces el marqués de Terranova tuvo una buena idea que puso en conocimiento de los demás propietarios: ¿por qué no mandar reclutadores de niños a las zonas de la costa? ¿Acaso allí no había también gente andrajosa y muerta de hambre, dispuesta a ceder a sus hijos para mandarlos a trabajar en la mina?

#arezaryadormir de Xiskya Valladares

224 páginas
ISBN: 978-84-233-4710-0
Lomo 257
Presentación: Rústica con solapas
Colección: Imago Mundi

#arezaryadormir es el hashtag con el que Xiskya Valladares se despide muchas noches de sus numerosos seguidores en Twitter. Un hashtag no excluyente, dirigido a todos los que, creyentes o no creyentes, esperan unas palabras de ánimo, de esperanza o de entusiasmo, y que suele acompañar de una reflexión, una anécdota, un guiño a la actualidad o una cita de la que poder extraer una enseñanza.

En este libro, la que muchos llaman «la monja tuitera» recoge noventa y nueve de esos tuits, todos ellos citas de autores de variada procedencia —santos, ateos, comunistas, liberales, literatos, cantantes, cristianos, musulmanes, judíos y budistas—, que Xiskya Valladares desarrolla más allá de los ciento cuarenta caracteres, hasta convertirlos en mensajes que tocan, en sus propias palabras, «el meollo de nuestra existencia».

«Xiskya escribe sencillamente; atiende a autores de todos los colores, de los que extrae una idea, una doctrina, una opinión, una creencia, una enseñanza; aspira a infundir alegría, entusiasmo, optimismo, felicidad; pretende vencer la amargura, la desilusión, la indiferencia, la tristeza. Ha construido su libro con una dosis notable de autobiografía, que pone en primer plano para llegar a conclusiones vitales. Está lleno de buena intención, de alegría, de amor y de Dios. De ese modo, es un libro comprometido, con su “hábito por delante”, como ella misma dice. Al lector le bastará con tener un espíritu abierto para aprovecharse de lo que contiene.»

Del prólogo de JUSTINO SINOVA 


“En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche viene una aurora sonriente.” Khalil Gibran
No sé a ti. Pero a mí no me gustan. Ni el invierno ni la noche. Si por un momento pensara que toda mi vida va a transcurrir en un continuo invierno o en una continua noche, creo que caería en el más profundo de los desalientos. Yo sé que hay gente en los polos de la tierra que vive la mitad de cada año en la oscuridad. ¡Qué tristeza! Debe ser muy duro tener que acostumbrarse a tanta negrura persistente.
Y el caso es que miro a mi alrededor y parece que hay muchas personas sumidas en la tiniebla. No me sorprende y en cierta forma las valoro. No corren buenos tiempos. Valoro sus luchas tremendas, su sufrimiento innegable y su constancia en medio de la falta de fuerzas para sobrevivir en la larga noche. Lo malo es que la noche muchas veces nos confunde. A veces hasta nos hace ver fantasmas.
En ocasiones yo también me sumo a los seres de negro. En verdad, no creo que exista ningún mortal que no lo haga. Lo importante, al menos para mí, es tener en mente un triple secreto.
Lo primero, no olvidar. Porque nuestra mente tiene el poder de crear nuevas realidades. Y sí, seguro que te ha pasado: piensa en tu plato favorito, sentirás cómo empiezas a salivar. Cuando es de noche, lo importante es no olvidar esa aurora que siempre llega.
Lo segundo, descubrir que el presente nunca es realmente malo. Lo malo son nuestros miedos al futuro (o la nostalgia del pasado), la tendencia a dejarnos derrotar por las dificultades, o a tirar la toalla y no intentarlo más. Porque no siempre podremos escoger las circunstancias, pero siempre podremos elegir cómo responder ante ellas.
Finalmente, para mí es fundamental no olvidar quiénes son nuestros apoyos en los peores momentos. Dónde descansa nuestro corazón cuando más sufre. Es muy importante saber que no estamos solos, que siempre hay alguien que nos quiere, incluso cuando esa persona ya haya partido. No me negarás que los que creemos en Dios tenemos cierta ventaja. Nunca he sido atea, pero tengo amigos ateos. Y ellos me confiesan que nuestra esperanza siempre es mayor. Puedes no estar de acuerdo, claro.

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